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El cantante, durante su actuación de anoche en el Palacio de Deportes de la capital.
Alejandro Sanz: «Va por los malaguitas»

Alejandro Sanz: «Va por los malaguitas»

El artista brinda a las 10.000 personas que llenan el Carpena un concierto con grandes efectos

Regina Sotorrío

Miércoles, 23 de septiembre 2015, 00:30

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Han pasado veinticuatro años (¡sí, veinticuatro!) desde que un jovencísimo Alejandro Sanz enamorara a las niñas cantando aquel Viviendo deprisa. Dos décadas después, visto lo visto anoche, el madrileño no ha pisado el freno. Más bien al contrario. El Sanz de las grandes baladas que contaba historias redondas de amor y desamor (seguro que muchas suspiran al recordarlo) ha dado paso a un Sanz más conceptual en sus letras y más funky en los ritmos. Pero sus fans de toda la vida podían estar tranquilos. Alejandro Sanz les tenía preparado un concierto con una pincelada de cada etapa. Por un lado, puso a bailar a un Martín Carpena abarrotado con los temas de su último disco, Sirope. Y por otro, se dejó acompañar por 10.000 gargantas en los clásicos. Y todos contentos.

Con una producción propia de los grandes, Alejandro Sanz salió al escenario con algo de retraso sobre la hora prevista entre un espectacular juego de luces e imágenes, muchos vatios de sonido a cargo de su banda y con un ensordecedor grito del Carpena de fondo. El silencio de los cuervos, de Sirope, abría la veda. «Y esto no ha hecho más que comenzar», advirtió, para a continuación brindar el concierto al público: «¡Va por ustedes, malaguitas!». Dedicó piropos a la «Málaga guapa», se acordó de los espetos y acabó el concierto con una bandera del Málaga. «Todo lo bueno despeina. ¡Y el Málaga despeina!», exclamó.

A mí no me importa, No madura el coco (una crítica velada al Gobierno venezolano)... y llegó la sorpresa de la noche. «Hace unos años vi un niño en la televisión cantando unas canciones mías y me sorprendió, ¡porque era muy chico! Ese niño ha ido creciendo». Presentaba así a Abraham Mateo, que se marcó con su maestro un dueto en Desde cuándo. No fue el único de la nueva hornada de jóvenes artistas en acompañarle a Málaga. Como telonera, Sanz dio la alternativa a la joven Victoria Rivas.

Le siguió una batería de hits de su catálogo: Quisiera ser, No me compares, La música no se toca (que dedicó a su compadre Paco de Lucía). Sin pausa, encadenó tres de sus grandes clásicos: Amiga mía, Mi soledad y yo y ¿Y si fuera ella?, temas en los que cedía quizás demasiado el micrófono a sus fans y que presentó en renovadas versiones que, cuestión de gustos, desmerecían las originales. Los coristas, además, no siempre ayudaban. Yo me quedo con las de siempre. Está claro que Alejandro Sanz no quiere repetirse, o al menos lo intenta: todas las canciones de otros tiempos sonaban con nuevos arreglos que les daban un toque diferente y con ritmos más movidos, con protagonismo de la percusión y los metales.

Una gran puesta en escena

Con Corazón partío ya no quedaba nadie sentado en las gradas, palmas y a bailar. Por momentos, sin embargo, parecía que más personas seguían el concierto a través de la pantalla de sus móviles que mirando directamente al escenario. Una lástima, pero ya se sabe que lo que no se graba, no existe. Para la recta final, antes del me voy pero no, se reservó Un zombie a la intemperie, Looking for Paradise y No es lo mismo.

De lo mejor de la noche, la producción, donde se hace valer la fuerza de los números uno. El equipo de Alejandro Sanz ofreció una gran puesta en escena: audiovisuales en tres dimensiones, impactantes efectos de luces, proyecciones que recreaban diferentes ambientes (una ciudad, un cabaret, un bosque) y estructuras piramidales que subían y bajaban del techo. Un espectáculo completo.

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