El Raphael «de siempre»
El artista reivindica que sigue siendo aquel en la primera de sus cinco noches en el Cervantes con todo vendido
Regina Sotorrío
Jueves, 16 de octubre 2014, 01:01
Ya pasen cincuenta años, hay cosas que en Raphael no cambian. Cierto que es menos exagerado en sus gestos que antes y puede que ya ... no lleve todas las notas hasta el límite de su garganta, pero en esencia y digan lo que digan es «el Raphael de siempre». Así lo dijo alto y claro el de Linares aprovechando la letra de una de sus canciones emblema, Yo sigo siendo aquel. Y así lo demostró durante las tres horas de concierto que ofreció en la primera de sus cinco noches en el Cervantes con todo el aforo vendido. Porque Raphael no cambia, pero el apoyo y la euforia de su público tampoco.
Cada movimiento, cada palabra y cada canción es respondida al otro lado del escenario con palmas y piropos. Si se coloca la chaqueta al hombro en ese gesto tan suyo, le gritan «¡guapo!». Si ladea la cadera o se marca un paso de baile incluso flamenco, se escuchan «olés». Y si ya habla directamente a las mil personas que no le quitan ojo, es el delirio. Imaginen entonces lo que sucedió cuando «el más grande» como le reconocían anoche sus fans aseguró que seguirá viniendo a Málaga «año tras año... hasta el final». El teatro se caía con los aplausos y los vítores.
Bastó que asomara por el escenario para que el público se pusiera en pie. Y la escena se repetiría decenas de veces a lo largo de la noche: tras cada tema e incluso durante los mismos. Y fueron alrededor de 40 los que se escucharon en el Cervantes. Como él mismo admitió, tiene un repertorio «inmenso». «Ahora que lo estoy regrabando, ¡me doy cuenta de que no termina nunca!», exclamó. Se refería así a su último trabajo De amor & desamor, el nuevo recopilatorio de éxitos que acaba de lanzar y que él dedica a los jóvenes que se han sumado ahora a su carrera. Ser cabeza de cartel del festival indie Sonorama le ha granjeado muchas amistades entre los menores de 30. Es verdad que ayer eran la excepción entre los cientos de seguidores que llenaban el Cervantes, pero haberlos haylos.
Hay muchos Raphael y todos estuvieron anoche en Málaga. El romántico, el desgarrado, el pasional, el melancólico, el divertido... y, siempre, el teatral. El veterano artista vive cada letra de sus canciones, las canta con su voz y las cuenta con las expresiones de su rostro (al borde del llanto unas veces, irónico otras), con sus manos (levantando el índice acusador o señalando a su alrededor) y con sus estudiados paseos por el escenario, decorado con una doble escalinata. Se esfuerza por ofrecer música y también espectáculo, y por hacer que su voz suene potente y atronadora como antes. Los años se notan, sí, pero cualquiera diría que son 71. Estratégicamente dispuestos sobre las tablas, le arropaban sus músicos: Juan Pietranera (piano), Juan Guevara (guitarra), David Pérez (teclados), Ezequiel Navas (batería) y Javier Muñoz (bajo).
El público nunca le falla. Le acompañó a dúo en Mi gran noche, en cada Provocación y en el animado estribillo de Maravilloso corazón. Se emocionó con una emotiva versión del clásico Gracias a la vida interpretado solo junto a una guitarra española. «Mi canción fetiche», declaró. Enloqueció con sus éxitos eternos: Digan lo que digan, Estuve enamorado, La canción del trabajo, Hablemos del amor, Desde aquel día una «canción histórica», Detenedla ya, En carne viva, Escándalo... Para la despedida definitiva les reservó una declaración de amor: Como yo te amo. Queda Raphael para rato. «Hasta que Dios me deje», concluyó.
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