Y hasta las piedras se sobrecogieron
Miguel Poveda firma un recital de flamenco en el Starlite que será recordado. El artista revoluciona la cantera de Nagüeles con un concierto épico de más de dos horas y media en el que el tocó todos los palos de manera brillante
Iván Gelibter
Domingo, 3 de agosto 2014, 17:17
El relato de una España bajo el sentir de lo que ofrece su música. Qué mejor enviado a especial a una Marbella que se ... internacionaliza ante cada recital de un Starlite al que le costará igualar una noche como la del sábado, en la que Miguel Poveda silenció a su auditorio para que este se pudiera emocionar, aplastado por la grandeza de un cante bestial, que viene desde las entrañas de un cantaor que ya no sabe qué hará a partir de ahora para superarse a sí mismo.
Eran arterias de un ser excepcional todos y cada uno de los palos de un flamenco homenajeado hasta los límites del éxtasis más absoluto. 165 minutos, prácticamente un récord, en el que, tras un suave inicio por Lorca y Miguel Hernández, Poveda montó un tablao lleno de pianos, guitarras, palmeros, cajas y sobre todo, la Lupi, que con su bata de cola marcó el poco carácter que era necesario para terminar de convertir aquello en lo más grande que el Starlite ha hecho en cuanto al flamenco, con el permiso de Paco de Lucía el año pasado. La soleá que precedía a la seguiriya. La bulería que daba pie al fandango. Y con cada tirititran, tran, tran, la Lupi y Poveda dialogaban sobre el amor más pasional, hasta el punto de que el público, mimetizado con la profundidad, era capaz de notar las piedras de la cantera moverse para seguir el ritmo de los tres palmeros cada vez que el cantaor se levantaba a enfatizar que aquello no era un espectáculo más. Porque si los grandes en su ámbito están en Marbella este verano, él no podía faltar. Siendo consciente de su responsabilidad salió a matar. Una puesta de largo a puerta gayola que pese a su recurrencia es la adjetivación más acertada.
«Tu eres la bien pagá; me embrujaste, me embrujaste y un río de copla cantó por mis venas; María de la O, qué desgrasiaíta gitana tú eres teniéndolo tó; ojos verdes, verdes como la albahaca...» y con 30 segundos despachó de esta manera varios lustros de España, antes de entrar en su maravilloso mundo de la copla, engrandecido por ese En el último minuto que ya es parte del imaginario. Incluso en un descanso, esa espectacular banda, y solo de manera instrumental, recordó esa historia que va desde El Palo hasta el Limonar; aquella Niña de Puerta Oscura que todos querían «de escuchar cantar».
Colaboraciones
Decía el cartel que en este homenaje a la música iban a participar tanto Ana Belén como Joan Manuel Serrat. Por una cuestión médica no pudo estar el catalán, y fue la gran diva madrileña la que acompañó a Poveda en dos de sus canciones, pero simplemente para engrandecer al cantaor, no solo por potenciar su cante sino por las genuflexiones que esta tuvo que hacer durante sus duetos y antes del bis, en el que salió con la excusa de recoger una rosa, pero realmente no era otra la intención que rendirle tributo a un Poveda que no quería terminar. «Es que me estoy cantando encima», decía, emocionado. Hasta tembloroso se le vio cuando dedicó esa soleá a su padre, o cuando señalando a su madre le dijo que era «lo que más quería».
Si Starlite es auténtica marca España, como comentó su creadora, Sandra García Sanjuán, el camino es el correcto con este tipo de espectáculos. Porque no eran todos españoles los que disfrutaron de esta exhibición de arte; y al final tocaban las palmas ciudadanos de los cinco continentes. Ysolo con el piano se marchó de la cantera el mejor Miguel Poveda de la historia, dejando el recuerdo de ver como hasta esas piedras milenarias, bajo la roca, les latía un corazón sobrecogido por tanta grandeza.
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