Museos non-stop
Flashback ·
El cierre de la cultura supone una tragedia para muchas exposiciones que se han quedado en el camino, pero también para los trabajadoresLos museos tienen que permanecer abiertos y ser declarados una actividad esencial para las próximas limitaciones que se nos impongan. Hay muchísimas contradicciones en la ... gestión de esta tragedia y una de ellas es que las perfumerías hayan estado abiertas y rebosantes de gente mientras que las pinacotecas estuvieron obligadas a cerrar, lo que ha provocado conflictos laborales de diversa índole y una estacada más a ya su exiguo número de visitantes.
No parece desde luego que puedan ser declarados lugares que supongan una enorme fuente de contagio. Su aforo se mantiene siempre bajo un control estricto y las condiciones de ventilación y de humedad están permanentemente monitorizadas. Respecto al contacto con la gente, ahora caído en desgracia, tampoco se puede decir que en estos momentos supongan, por así decirlo, un hervidero popular: la ausencia de turistas mezclada con las pocas ganas de los de aquí han provocado un bajón en el número de visitantes que ha dejado temblando a la Ciudad de los Museos. Pero no sólo ha ocurrido en Málaga, y esto lo digo para desquitarnos: los museos de las grandes ciudades suelen ofrecer una tasa de visitantes extranjeros que tumba a los locales. Casi siempre se supera el 60% de público foráneo. Es algo habitual en la atracción del turismo: un malagueño que jamás ha ido al Museo Picasso viaja a París y visita el Louvre.
Mantener los centros expositivos abiertos también va a fomentar que los ciudadanos se acerquen a él, ya sea por puro aburrimiento o para saciar la necesidad de una evasión o de conocimiento. Hay que pedir que mantengan su horario habitual como un servicio público fundamental. Se consiguió con las librerías, que por un momento asumieron buena parte de la cuestión moral de la cultura. Fue una detonación mínima comparada a la de los hosteleros. Desde hace un año, apenas hay un día en el que no se hable del perjuicio que ha hecho la pandemia a los bares y a los restaurantes. Hay sectores que personifican tanto el daño en lo económico y en lo laboral que se convierten en los protagonistas del debate, dando a veces la impresión de que no existe nadie más. Las librerías consiguieron seguir abiertas y eso fue una alegría para la inteligencia y les permitió abrir con el mismo horario que los supermercados, pero no se puede olvidar que del mismo modo en el que no todos los trabajadores son camareros, no toda la cultura depende de la venta de libros.
A los museos no se les suele citar como damnificado. Tenemos la impresión de que esas instituciones mastodónticas, en su condición de tragaderas de dinero público, han quedado inmunes a esta tragedia, pero eso no es cierto en absoluto. Precisamente porque son públicos, las instituciones no deberían estar obligados a cerrar, ni siquiera bajo el pretexto de que va poca gente. En la mayoría de los casos el presupuesto ya está otorgado, por lo que mantenerlos abiertos no supone gastar más. El cierre de la cultura supone una tragedia para muchas exposiciones que se han quedado en el camino, pero también es una tragedia para los trabajadores rasos, que son al final los que sostienen el peso. Son los últimos eslabones de la cadena. Pienso por ejemplo en los vigilantes de sala. En Málaga, ya sin pandemia, en algunos museos a duras penas cobraban seis euros la hora. Cada clausura pone a los trabajadores en el ERTE, y eso no afecta al empresario. Supongo que ocurre lo mismo en muchas otras ciudades. Pero quizá haya que reivindicar que abran las cafeterías de las salas de exposiciones y que en los museos también trabajan hosteleros, a ver si así los dejan abiertos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión