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Sr. García .
La maleta

La maleta

Cruce de vías ·

Un viaje largo es una mudanza constante. Quizá por eso me atrae tanto viajar, porque es como empezar a diario una nueva vida

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Sábado, 19 de enero 2019, 00:25

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Me gusta hacer la maleta, abrirla e ir colocando las prendas que he elegido para los días que esté de viaje. Luego distribuyo por su interior otros objetos necesarios: cuaderno, rotuladores, pastillas, cepillo y pasta de dientes, hojas de afeitar, guías, mapas... Tengo la sensación de iniciar el viaje desde el instante que comienzo a colocar las cosas. Llevo una maleta pequeña que puede ir en cabina sin importar adónde vaya ni el tiempo que tenga previsto permanecer fuera. Ella me acompaña como un perro fiel por las calles de las distintas ciudades. Duerme conmigo, los dos siempre cerca. Por eso me resulta extraño el mensaje de voz que suena repetidamente en los aeropuertos y en los aviones justo antes de aterrizar recordando a los pasajeros algo tan obvio como que no abandonen ni olviden su equipaje.

Aunque vaya a pasar bastante tiempo fuera suelo llevar poco equipaje. No importa que viaje a un país lejano. Cada periodo determinado de tiempo hago la colada, igual que si saliera de nuevo de casa. También llevo un pequeño bolso de viaje que utilizo para pasear por las ciudades y guardar las compras mientras la maleta descansa en el hotel. Soy ordenado y esto se refleja en los viajes. Al llegar a cualquier destino saco la ropa y la coloco en el armario como si estuviera efectuando una mudanza. Un viaje largo es una mudanza constante. Quizá por eso me atrae tanto viajar, porque es como empezar a diario una nueva vida. Cuando llego a cualquier destino no me canso por mucho que camine. Estoy convencido de que la curiosidad nos mantiene dinámicos y cuando la perdemos comenzamos a envejecer.

Ahora mismo estoy escribiendo en la habitación de un hotel. Abajo bulle la ciudad que hierve y se revuelve como una serpiente. Oigo otro idioma. Los sonidos de la calle, aunque se parezcan, suenan diferentes en todas las ciudades del mundo. Hay que prestar atención para detectar los detalles. El hecho de sentirme un paseante anónimo me da la energía necesaria para disfrutar la vida. A mi lado está la maleta, los dos juntos de nuevo, mañana seguiremos en este hotel y el próximo lunes buscaremos otro destino. Creo que ninguno de los dos tiene ganas de volver a casa. La mayoría de las personas se cansan de ir de un lado a otro y echan de menos el hogar. A mí me sucede lo contrario. He comprobado que cuando el viaje sobrepasa los dos meses uno se aclimata al país de destino por muy diferente que sea del nuestro. A partir de entonces nos olvidamos de lo que hemos dejado atrás y comenzamos a sentirnos libres. La libertad es el fundamento del viaje. Ojalá nunca tuviera que guardar la maleta.

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