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Domingo, 14 de enero 2018, 00:05
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Se dice que nada define mejor a un edificio que un letrero en el frontispicio. Otra forma simbólica de indicar el carácter público de una construcción es colocar un reloj en su fachada, lo cual tiene una evidente utilidad añadida en el caso de estaciones de tren o autobús. Esta circunstancia fue tenida en cuenta cuando se hizo el hotel del complejo de la estación Málaga-María Zambrano; en la parte superior se colocó el que probablemente sea el reloj más grande de la ciudad. Pero su minutero mostró desde el principio un temperamento rebelde y poco fiable que contrastaba con la docilidad con que la aguja horaria cumplía su cometido, según relatan los vecinos de la Explanada de la Estación. Con el tiempo pudo ser domesticado y hoy marca la hora con exactitud.
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