Luz Arcas y 'Mariana', la apuesta flamenca de una bailarina contemporánea

En 'Mariana', la bailarina y coreógrafa malagueña se transforma en animal. Una cabra, una mula, una yegua… cualquier bestia de carga hembra que tradicionalmente acompañaba al campesino para la trilla como fuerza productiva en el campo o al gitano como medio para ganarse la vida. Como en toda su producción, hay un compromiso y una reflexión. En este caso, con la mujer, con su cuerpo y con la domesticación.

Luz Arcas se acerca al flamenco desde el respeto de quien ama y conoce el folclore de los pueblos. Porque en la raíz no están tan separados unos de otros. No intenta imitar, copiar ni recrear el baile flamenco, pero hay una evidente conexión jonda, más espiritual que carnal. Luz Arcas se nutre del imaginario flamenco, de la estética sobria del arte jondo, y de sus cantes para contorsionar su cuerpo en un montaje impuro desde su mismo origen.

Bonela Hijo pone voz a cantes de Casarabonela, su pueblo, que escuchó a su padre y que éste a su vez aprendió trabajando el campo antes de ser cantaor. Canciones de trilla y de arar para amenizar la faena y arrear al animal que pocas veces se escuchan en los teatros. Espectacular también el diseño de vestuario que firma Ernesto Artillo, que ha trabajado con artesanos locales para 'vestir' de animal a Luz Arcas, con guiños evidentes a los burro-taxis de Mijas.

Con 'Mariana', Luz Arcas se reafirma en su cuerpo 'jondo' de bailarina. Otra forma de acercarse a la tradición desde lo contemporáneo.