Emilio Prados, ángel de vidrio en un espejo
Poesía al SUR ·
El exilio del poeta malagueño, elegido autor del próximo año por el CAL, se prolongó hasta su muerte. Antes impulsó la mítica revista 'Litoral' junto a Altolaguirre y peleó contra el bando franquista en una guerra que dejó al país con un hambre «parada y fría»Incluso en 1976, con Franco ya muerto, la poesía completa de Emilio Prados fue editada en México para evitar posibles problemas de censura en España. ... El precursor de 'Litoral', el miembro más desconocido y comprometido del 27, había muerto exiliado más de una década antes. «Una prohibición del libro a estas alturas», defendió el escritor José Luis Cano, «sería un bochorno para un ministerio que presume de liberal». Se refería al Ministerio de Información, que acabó por autorizar su importación y venta. Tras la Guerra Civil, ya lejos de su Málaga natal, la obra de Prados adquirió mayor dimensión. Pero la dictadura silenció aquellos poemas, pese a que algunos títulos como 'Jardín cerrado' se colaran por las rendijas censoras de algunas librerías bajo sellos argentinos.
Los primeros contactos de Prados con la poesía se produjeron pronto, en las tertulias del Café Inglés donde compartía mesa con Manuel Altolaguirre, José Moreno Villa, José María Hinojosa y José María Souvirón, entre otros jóvenes poetas malagueños. A los quince años se instaló en Madrid para estudiar en el Instituto Libre de Enseñanza, caldo de cultivo de la generación de la que formaron parte Lorca, Buñuel y Dalí. Enfermo pulmonar desde niño, su estado se agravó en los años veinte y tuvo que ser ingresado en un sanatorio de Suiza, reclusión que contribuyó a que descubriera la literatura europea pero también las manifestaciones obreras, la filosofía marxista y la lucha de clases. Cuando regresó a Málaga ya era un hombre culto que había visitado París y Berlín, tenía relación con Picasso y conocía las vanguardias artísticas.
Aliado con Altolaguirre, comenzó su labor editora en la mítica imprenta Sur, de la que salieron las primeras obras de muchos de los poetas e intelectuales de la época, publicadas como suplementos de la revista 'Litoral'. Por las máquinas Monopol Minerva, ubicadas en 1924 en la calle Tomás Heredia y dos años después en San Lorenzo, desfilaron partituras de Manuel de Falla e ilustraciones del propio Picasso, Dalí y Juan Gris. Ese legado literario e impresor resulta decisivo para comprender la configuración del 27 como generación, del mismo modo que fueron fundamentales los encuentros entre sus miembros en la Residencia de Estudiantes de Madrid o el homenaje a Luis de Góngora en Sevilla, considerado acto fundacional del grupo.
El extraordinario triple número de Litoral dedicado a Góngora en 1927 supuso un esfuerzo titánico y abrió una pequeña crisis entre Prados y Altolaguirre. Habían publicado siete números en apenas un año. Estaban agotados y no tenían mucho más dinero. La revista no volvería a ver la luz hasta 1929, cuando José María Hinojosa se incorporó como codirector y le dio un marcado rumbo surrealista. Prados perdió pronto el interés y en 1934 acabó cediendo la maquinaria al maestro Andrade, apellido que ya suma tres generaciones de tipógrafos. Luego estalló la Guerra Civil, extendió la dictadura franquista su negrura y aquel grupo se vio relegado al exilio, cuando no a la muerte.
Etapa intimista
Por entonces Prados ya había publicado libros menores como 'Tiempo' o 'Seis estampas para un rompecabezas'. En 'Cuerpo perseguido', la obra más aplaudida de su etapa intimista, abordó la imposibilidad del amor con menos carga de tormento que muchos de sus colegas: «Entre nuestros dos cuerpos, / ¡qué inolvidable abismo!». En los años treinta se entregó a la poesía política y social, plasmada en 'Calendario incompleto del pan y del pescado'. Ayudaba a leer a los pescaderos y labriegos de El Palo mientras asistía el derrumbe del país: «Viento negro, viento negro / trae la mal alborotada». Conoció el hambre ajena, «parada y fría». Aun sumido en la desolación, arañó optimismo para escribir: «Pasear será un pájaro que volará sin cielo. / Habrá algunos hombres todavía tremolando toda su sangre extendida. / Una sangre que no podrá nombrarse porque serán desconocidas las distancias. / Una sangre sin dueño / que no fluirá ya voluntaria eternamente».
Prados, elegido autor de 2021 por el Centro Andaluz de las Letras (CAL), huyó de Málaga cuando entraron las fuerzas franquistas. En Madrid escribió sus romances de guerra y 'Cancionero menor para los combatientes'. Pero la derrota de la República lo empujó al exilio en México, donde sufrió una crisis existencialista trasladada a su poesía, más honda y recogida: «Y la lluvia se oculta. Mis dos rostros / —tal vez unidos dentro— me abandonan. / Un ciego hervor me impulsa y abre. (El tiempo / cumple por mí su natural oficio)». Atrás quedaban su participación en la Alianza de Intelectuales Antifascistas y en el Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, en homenaje a Lorca. Al otro lado del océano desarrolló la última parte de su carrera, ya inmerso en una oscuridad sólo rota por los amigos y los intentos de rescatar 'Litoral'. «Tendí mi cuerpo sobre tierra; / cerré los párpados... / (La tierra entró por mí...)», escribió en su último libro. El exilio se prolongó hasta su muerte en 1962.
Emilio Prados
Cerré mi puerta al mundo...
Cerré mi puerta al mundo;
se me perdió la carne por el sueño...
Me quedé, interno, mágico, invisible,
desnudo como un ciego.
Lleno hasta el mismo borde de los ojos,
me iluminé por dentro.
Trémulo, transparente,
me quedé sobre el viento,
igual que un vaso limpio
de agua pura,
como un ángel de vidrio
en un espejo.
Posesión luminosa
Igual que este viento, quiero figura
de mi calor ser y, despacio,
entrar donde descanse tu cuerpo del verano;
irme acercando hasta él sin que me vea;
llegar, como un pulso abierto latiendo en el aire;
ser figura del pensamiento mío de ti,
en su presencia; abierta carne de viento,
estancia de amor en alma.
Tú -blando marfil de sueño, nieve de carne,
quietud de palma, luna en silencio-,
sentada, dormida en medio de tu cuarto.
Y yo ir entrando igual que un agua serena,
inundarte todo el cuerpo hasta cubrirte, y, entero,
quedarme ya así por dentro como el aire en un farol,
viéndote temblar, luciendo, brillar en medio de mí,
encendiéndote en mi cuerpo,
iluminando mi carne toda ya carne de viento.
Sueño
Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
Alzáronse en el cielo
los nombres confundidos.
Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
Nuestros cuerpos quedaron
frente a frente, vacíos.
Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
Entre nuestros dos cuerpos,
¡qué inolvidable abismo!
Aparente quietud
Aparente quietud ante tus ojos,
aquí, esta herida -no hay ajenos límites-,
hoy es el fiel de tu equilibrio estable.
La herida es tuya, el cuerpo en que está abierta
es tuyo, aun yerto y lívido. Ven, toca,
baja, más cerca. ¿Acaso ves tu origen
entrando por tus ojos a esta parte
contraria de la vida? ¿Qué has hallado?
¿Algo que no sea tuyo en permanencia?
Tira tu daga. Tira tus sentidos.
Dentro de ti te engendra lo que has dado,
fue tuyo y siempre es acción continua.
Esta herida es testigo: nadie ha muerto.
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