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Noemí Sabugal.
«La minería es siempre contradictoria, ha sido la vida pero también la muerte»

«La minería es siempre contradictoria, ha sido la vida pero también la muerte»

La periodista Noemi Sabugal hace un doble ejercicio en su libro 'Hijos del carbón', buscando causas y conclusiones del ocaso del sector en España mientras trata de explicar cómo es la vida en la cuenca

NaCho Barrio

León

Viernes, 18 de septiembre 2020, 18:16

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Noemí Sabugal (Santa Lucía de Gordón, León, 1979) emprende un viaje literario crucial en su carrera. Una travesía por lo propio, por la vivencia, apoyándose en las tripas pero luchando para que éstas no le alejen de una realidad dura, como ella misma dice, de contrastes. La mina es capaz de lo mejor y de lo peor. Es vida y muerte. Es la sociedad monopolizada y construida alrededor de la MSP, la Hullera Vasco Leonesa o la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya.

Con 'Hijos del carbón' (Alfaguara) Noemí Sabugal conduce el tren en un conmovedor viaje a las cuencas mineras españolas, en el que el billete sólo es de ida. Es imposible volver igual que cuando uno se subió por vez primera al vagón minero. El traqueteo obliga a sacar conclusiones de la vivencia. Aún quedan estaciones en una vía a la que se le nota ya la herrumbre tras décadas y décadas de llevar energía a las casas de todos.

-¿Cómo le explica a un foráneo qué es eso de ser un 'hijo del carbón'?

-Para comprenderlo hay que entender cómo es una cuenca minera, ya que son lugares en los que el carbón ha tenido tantísimo peso en lo laboral que ha contagiando también a lo social. El carbón ha marcado las vidas, las muertes, las enfermedades, la forma de vivir, los sitios en los que se vivía, los colegios... Es una sociedad en la que la mina lo ha conformado todo para bien y para mal. Para comprenderlo hay que entender esa dinámica en la que todo el mundo trabaja en el sector minero y añadidos, en los que la muerte está muy presente. Si muere un minero, todo el mundo va al entierro porque mañana el muerto puede ser de tu familia. Son lazos muy apretados que pueden darse también en una comunidad marinera, marcada por esa vinculación al elemento.

-A la hora de enfrentarse al papel en blanco, ¿cómo enfoca lo de escribir de lo propio? ¿Es un ejercicio de profundizar en la experiencia?

-Lo primero que hice fue un ejercicio de memoria. La idea surgió cuando empiezo a ver que, de alguna manera, el de la minería es un mundo que desaparece pero sigue ahí. Una cuenca minera siempre lo será porque lo impregna todo. Me decían en Palencia que hay una crisis de identidad, somos una cuenca minera pero sin minas ni térmicas. Es una situación muy complicada y la idea de contarlo me llegó como una forma de hacer un homenaje a ese mundo buscando que no se pierda, que se explique.

Yo vengo de ahí, de familia minera, pero tenía que tener una mirada interior y exterior. Que lo personal era valioso para el libro en la medida en que era compartido, pero a la vez quería aportar una mirada externa para provocar una reflexión sobre el sector y sobre su futuro. Que las cuencas mineras se miraran unas a otras, que se reconocieran pero también que se descubrieran.

-El viaje de 'Hijos del Carbón' transita por las diferentes cuencas de España. ¿Cómo se ve desde la vida desde las distintas tierras mineras?

-Hay cuencas mineras históricas, como la palentina, la asturiana, la leonesa, las andaluzas o las de Teruel, en las que se reconocen entre sí porque ha habido un intercambio constante de mineros entre ellas. Es un trabajo en el que se han reconocido por su dureza, por la conformación de esa red hecha por y para la mina y por la muerte, que rodea siempre a las familias. En el libro cito un verso de la poeta Idea Vilariño, que dice que 'los muertos siempre están tironeando del corazón'. Y en las cuencas es así, aunque las haya distintas como la de As Encrobas, donde la mina llegó de improviso.

-Habla de Ciñera, el pueblo leonés creado para la mina en el que las casas, la piscina, el colegio, el cine y hasta el equipo de fútbol es propiedad de la empresa minera. ¿Es el paradigma de la vida articulada alrededor del carbón?

-Sí, eso ocurre en casi todas las cuencas mineras, donde hay una gran empresa minera que articula la vida para bien y para mal. Esto es lo que hace que cuando la mina y la térmica cierran, esa zona quede devastada industrialmente. No me gusta generalizar, porque hay zonas que han avanzado más en la diversificación económica y otras que no. Sorprende mucho el caso de Ciñera a gente externa, pero es lo que hemos vivido. Cuando la Hullera Vasco Leonesa entra en liquidación muchas casas del pueblo donde viven las familias mineras se venden, 'el pueblo en venta' titularon los periódicos. Eso es increíble pero muestra lo que había.

-¿Se podría hablar de muerte anunciada en las cuencas? ¿Se veía venir?

-Sí, hace tiempo que se sabía que las ayudas al carbón acababan en diciembre de 2018 y a partir de ahí las empresas han cerrado, ha sido una cuestión antes económica que ecológica. Algunas térmicas tenían fecha de cierre, se sabía perfectamente, lo que indica que ha habido imprevisión. Ahora estamos en otro momento, a la espera de los Fondos de Transición Justa, aunque yo prefiero hablar de Transición Energética. A España llegarán 307 millones, o eso se planteaba antes del coronavirus, y habrá que ver a dónde van a ir.

-Ahora en su cuenca se habla de mirar al viento para generar energía.

-Precisamente en la cuenca minera leonesa se quieren crear proyectos eólicos en una zona que es reserva de la biosfera. Se vuelve a pedir a las zonas rurales que vuelvan a producir la energía que todos consumimos. Una vez que los molinos están instalados no producen puestos de trabajo. Ahora está sobre la mesa ese debate, el cómo producimos la energía y dónde se produce.

-¿Desde las cuencas mineras se ha echado en falta más empatía por parte del resto del país?

-La sensación en las cuencas mineras es de abandono. Esa es la realidad.

-¿Le quedaba algo por saber de este mundo después de tantos años?

-Sin duda, me ha ayudado a reconocer mucho más los errores cometidos en el sector, a comprenderlos mejor. Esa indagación de las dificultades, de los errores y los aciertos te ayuda a tener una visión más global. Hay muchas conclusiones, una de ellas es la imprevisión. Lo más positivo es que un territorio esté diversificado económica y laboralmente, porque si no ocurre como aquí, que si cierran la mina y la térmica no hay dónde agarrarse. Ambas han necesitado tanta mano de obra que se ha creado un campo gravitacional que arrastra todo lo demás. Cuando creas ese 'agujero negro', el territorio no tiene más opciones.

No establecería una conclusión única, pero he profundizado en cómo se ha creado esto. La minería ha sido siempre contradictoria, ha creado mucha riqueza pero también ha tenido capítulos negativos. Ha sido la vida, pero también la muerte para muchos.

-La muerte está siempre presente en el libro. ¿Hasta qué punto forja el carácter minero?

-Algunos que ya miraron a los mineros hace tiempo, como George Orwell, decían que esa relación con la muerte explica el carácter del minero. Es una relación importantísima no solo por el enorme sufrimiento que soportan y sigue soportando las familias, como ocurre con el caso de 'Los 6 de la Vasco', que lamentablemente no se ha resuelto en los tribunales y sigue siendo una herida abierta. Es un trabajo peligroso y la muerte no solo impregna las cuencas, sino que explica la dureza de las reivindicaciones laborales de los mineros. Si tienes un trabajo duro, respondes con dureza a las condiciones laborales, no te andas con chiquitas. Ahí está la historia política y sindical de la mina.

-¿Por qué ese foráneo del que hablábamos al principio debe sumergirse en la historia de 'Los hijos del carbón'?

-El lector que venga de fuera va a descubrir algo que quizá desconocía y que ha sido esencial para todo el país en lo que respecta a la creación de la energía, la gente olvida que también encendía ordenadores gracias al carbón y que ha llegado a la propia casa del lector.

A los que son de la cuenca, no sé si les enseñaré mucho o poco, lo que espero es que se reconozcan en lo que cuento, que vean reflejada su vida y lo que han pasado.

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