Manuel Vilas: los anhelos de la clase media
Poesía al SUR ·
El escritor aragonés reivindica la poesía, «un triunfo de la mendicidad», y se rebela contra la costumbre de la pobreza para recordar que aún quedan «cosas gratis, como el amor a uno mismo»Cuando murió su padre, en 2005, Manuel Vilas encontró entre sus viejos papeles un recorte de prensa sobre un premio menor que había recibido por ' ... El sauce', escrito en plena adolescencia. Lo había conservado durante veinticinco años. Aquel descubrimiento reconcilió al poeta oscense con su propio pasado literario, que se empeñaba en ignorar. Tal vez como homenaje a su padre, guardián de recuerdos que él despreciaba, abrió su 'Poesía completa' en 2015 con uno de esos poemas iniciáticos, excluidos en la antología anterior: «En sus brazos salvajes el viento / se lleva las amapolas». Por entonces, como reconoce en el prólogo, era demasiado joven «tanto para la vida como para la poesía». Pero el rescate apenas ha endulzado la crueldad con que Vilas revisa los poemarios publicados hasta 1998, dos décadas después de empezar a escribir: «Los años de aprendizaje son tristes, imitas todo lo que te gusta y lo haces sin querer». El romanticismo de sus comienzos bebe de autores como Neruda, Lorca y Eliot, pero también de la estela maldita de Baudelaire, cuya tumba visitó en un viaje a París a finales de los ochenta, y Gil de Biedma. Los primeros poemas de Vilas, en efecto, resultan los más prescindibles de su obra y revelan «una voz en construcción» pero también «un tono de desafío y rencor».
Desde 'El cielo', que coincidió con el cambio de siglo, el también novelista y articulista encuentra un camino poético que mantendrá con permiso de ocasionales vaivenes: «Nací en julio del sesenta y dos, soy un hijo del verano / de España, un verano con sol y noches de fiesta / para el cuerpo, para la boca, para los pies». En aquella época escribió celebrados poemas en prosa como 'Mujeres': «No las ves que están agotadas, que no se tienen en pie, que son ellas las que sostienen cualquier ciudad, todas las ciudades. Con el matrimonio, con la maternidad, con la viudedad, con los golpes, ellas cargan con este mundo, con este sábado por la noche donde ríen un poco frente a un vaso de vino blanco y unas olivas». La voluntad de claridad caracteriza la obra de Vilas, especialmente brillante cuando se trata de narrar la desolación, de espantar de un manotazo los adornos y el pudor para mostrar la carne abierta, la herida que también resulta colectiva.
Siguiendo las migajas de pan que dejó Walt Whitman en 'Canto a mí mismo', el poeta español publicó 'Gran Vilas' en 2012. Hubo quienes pensaron que era un arrebato de narcisismo, pero bajo aquel título latía la necesidad de recordar «a la clase media baja universal» que siempre hay tiempo para convertirse «si no en un grande de España, sí en un grande de sí mismo». En su pelea literaria contra el capitalismo, Vilas da un golpe en la mesa para despertar la conciencia de clase desde su particular forma de entender el mundo: «La gente se acostumbra tanto a la pobreza que no concibe que haya cosas que sean rematadamente gratis, cosas que no necesita comprar, que están allí desde siempre, como el amor a uno mismo». Tras aquella reivindicación casi cándida, una invitación a la libertad, al sencillo acto «de respirar y mirar la luz del día», el horizonte del poeta no tardó en volver a oscurecerse, y de aquella negrura surgió otro de sus grandes poemarios: 'El hundimiento'.
Casa familiar
La muerte de su madre en 2014 supuso un zarpazo que volcó en '974310430', poema que tituló con el número de teléfono de la antigua casa familiar: «Quien me trajo al mundo se ha ido hoy del mundo. / Ella, que me llamaba a todas horas, para saber de mí». Y continúa: «Porque eras un número de teléfono, cincuenta años / en ese número encerrados». En una de las estrofas finales, escribe: «Mira que fuimos pobres y desgraciados tú y yo, / ma mère, en esta España de grandes hijosdeputa enriquecidos / hasta la abominación. / Y aun así, pobres como ratas tú y yo, / mantuvimos el tipo / como dos enamorados». Ya mascaba su siguiente novela, 'Ordesa', su mayor éxito de ventas y críticas, una carta de amor a sus padres pero también un retrato de los años sesenta; en palabras de Muñoz Molina, una radiografía «de la pobreza, de los anhelos de la clase media baja, de la irrupción de las piscinas municipales, de la soledad, de un apartamento de divorciado».
Vilas, que trabajó durante veinte años como profesor de instituto, vive ahora entre Madrid e Iowa, dedicado en exclusiva a la literatura, que no a la poesía, «que no sirve para ascender en las jerarquías sociales». Los poemas, explica, «son el triunfo de la mendicidad», aunque siga intentando «meter la poesía en el corazón de la gente». Por eso es el género que más ha cultivado, casi siempre con la precisión como objetivo, convencido, como recuerda también Muñoz Molina, de que «decir cuánto cuestan las cosas es decir que hay personas que no las pueden comprar». Y Vilas cumple la tarea con dedicación de artesano: «MacDonald's siempre está lleno. / Es el mejor restaurante de Zaragoza, / una alegría despedazada nos despedaza el corazón: / Por tres euros te llenan de cajas, de vasos de plástico, de bolsas, / de pajitas, de bandejas». Queda la poesía.
Manuel Vilas
Think it over
Piénsalo, a nuestra edad ya no saldrá bien.
Cada uno viviendo en su casa es mucho mejor, habrá más deseo.
Para qué quieres hacerme el desayuno, eso da igual.
Yo creo que eso no ha funcionado nunca, pero la gente
cumple años, y se dejan llevar, porque enseguida
te mueres, y si cumples los sesenta, qué más da.
Cenamos los viernes.
Nos llamamos entre semana, jugamos.
Nos mandamos fotos eróticas por el guasap.
Cómo me iba a ir con una de treinta
si son todas tontas, ambiciosas y sin talento.
Cómo te ibas a ir tú con uno de treinta
si son todos tontos, grandilocuentes y calvos.
Piénsalo, piénsatelo mientras te vistes.
Libertad (fragmento)
Has de saber que no todos los hombres
ni todas las mujeres somos iguales.
Has de saber que hay seres humanos ruines.
Has de saber que hay seres humanos bondadosos.
Has de saber que hay seres humanos vulgares.
Te mentirán muchas veces.
Intenta no mentir tú a cambio.
Acabarás mintiendo.
Puede ser que el tamaño de tu sufrimiento
por haber mentido sea cien millones de veces más grande
que el tamaño de tu mentira, ¿quién puede saber eso?
Solo tú, tendrás que soportarlo.
Has de saber que existen los pusilánimes:
viven y mueren bajo un extraordinario silencio
que tal vez acabes envidiando, yo no.
Intenta que nadie note nunca que sabes
que no todos los seres humanos somos iguales.
Intenta santificar tu vida, hacerla alta, rara, compleja.
Asesina sin piedad a quien se atreva a juzgarte.
974310439
Quien me trajo al mundo se ha ido hoy del mundo.
Ella, que me llamaba a todas horas, para saber de mí.
Lo mal que la traté y lo mal que nos tratamos,
aun queriéndonos tanto; y lo poco que supiste de mi vida
en los últimos tiempos, ocultándote lo mal que me iba
en mi matrimonio y en todas partes
y tú sabiéndolo, porque, al fin, todo lo sabías,
me veías beber esos licores fuertes,
me veías esa sed tan rara, esa sed tan desconocida para ti,
que tanto te asustaba y tanto temías.
Ya nadie me llamará, tan obsesivamente, para saber
si estoy vivo y a quién le importará si estoy vivo o muerto;
yo te lo diré: a nadie.
(...)
Te amo, finalmente.
Como no he amado a nadie: todas fueron tu réplica.
Ah, se me olvidaba: podías haber dejado algo
para pagar tu entierro,
no sabes lo mal que me va y lo pobre que soy,
mira que fuiste manirrota y derrochadora,
y lo que vale
el ataúd más económico,
como dicen ellos, los caballeros dulces de la funeraria.
Mira que fuimos pobres y desgraciados tú y yo,
ma mère, en esta España de grandes hijosdeputa enriquecidos
hasta la abominación.
Y aun así, pobres como ratas tú y yo,
mantuvimos el tipo,
como dos enamorados.
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