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Es un tipo precoz. Figura en el libro de los récords como el director más joven del mundo en dirigir una compañía teatral, con 16 ... años. También llegó pronto al cine, firmando su ópera prima con solo 24 años. Aunque lo parezca, no estamos hablando de Orson Welles, sino de otro adelantado, Ignacio Nacho (Málaga 1972), que, para romper esa fama de talento prodigio, ha llegado tarde a la novela. El cineasta, dramaturgo y actor acaba de publicar 'Cósmicos' (Editorial Allanamiento de Mirada), un relato en el que se reconoce su particular estilo, marcado por el absurdo y el humor. Él usa otro adjetivo, «delirio», que repite varias veces en su charla con SUR, en la que confiesa que se entregó a la escritura como nunca lo había hecho y que en ese proceso se lo ha «pasado bien imaginando la cara de desconcierto y estupor del lector». Este viernes tendrá oportunidad de ver esas reacciones en directo en la presentación de su debut literario en El Tercer Piso (19 horas).
Título: 'Cósmicos'
Autor: Ignacio Nacho
Editorial: Allanamiento de Mirada, 2025, 248 páginas
Presentación: Viernes 23 de mayo, a las 19 horas, en El Tercer Piso de la librería Prometeo, con la presencia del autor, Héctor Márquez y el editor Paco Espínola
Por situar ese tono de fábula surrealista, ahí va el argumento: «Esta es la historia de Tropezón (llamada así por el error que supuso su concepción). Una niña criada en el seno de una familia «perfectamente desestructurada», que sobrevive a duras penas junto a sus padres y sus veintidós hermanos varones en un inquietante pueblo denominado Nada (el nombre refleja claramente las virtudes del lugar)». Hermanos gemelos que se llaman Davidson y Harley; otro que tocaba tan mal que le pusieron Cansautor o los vecinos Fulano y Mengano pueblan esta divertidísima novela que llevaba un par de décadas rondando la cabeza de Ignacio Nacho desde que vio una noticia sobre una mujer que llevaba años pintando una pelota de béisbol que, mano tras mano, capa tras capa, había acabado por convertirse en una gran bola.
«Me llamó la atención que una acción tan aparentemente estéril repetida hasta la saciedad había acabado por convertir a su autora en un personaje relevante de la zona y me pareció que podía ser el epicentro de un relato, aunque se quedó ahí, en la cabeza», cuenta Ignacio Nacho que por el medio ha escrito y dirigido películas ('El intercambio' e 'Isósceles') y series ('SOS Estudiantes'), fue profesor de interpretación del Centro de Estudios Cinematográficos de Catalunya y ganó el Premio Carmen al mejor actor andaluz de reparto ('La mancha negra'), hasta que otro suceso fortuito se cruzó en el camino de su novela pendiente. Su mujer, Macarena, le regaló una libreta cuando estaban de vacaciones y, casi instintivamente, se puso a tomar apuntes hasta que se dio cuenta que ya tenía allí esbozada la novela.
«Tantos años dándole vueltas, pero nunca me había terminado de decidir porque me daba pereza un proyecto que supusiera tanto tiempo de dedicación frente a lo fascinante de la puesta en escena de una obra de teatro o de un proyecto cinematográfico», confiesa el también director de películas experimentales como 'Júpiter' y 'Poliedro', que con ese mismo humor de la novela añade que este debut tardío es «fruto de la edad, ya no me apetece tanto socializar». «Como si yo mismo me encerrara en una cárcel, estuve seis meses escribiendo de una manera salvaje como si la historia hubiera madurado en mi interior y brotara sin darme cuenta», afirma Nacho que, no obstante, apunta que su 'celda' era cinco estrellas porque escribía en la terraza de su casa.
«La verdad es que ha sido menos estresante y multitudinario que una película y, al no escribir esclavizado por el presupuesto, quería trabajar desde la libertad y el delirio total por lo que me impuse no ser comedido ni políticamente correcto por mucho que fuera irreverente o absurdo», reconoce el novelista debutante que ha tratado de ser «honesto» consigo mismo. Por eso, ha dado rienda suelta a la fantasía y el humor que ya estaba presente en su obra fílmica, aunque con un toque muy personal al crear desde cero ese simbólico territorio denominado Nada, un mundo en el que hay poco que hacer, lo que provoca que la población se multiplique rápido, pero no porque las relaciones sexuales sean «por vicio, sino por aburrimiento».
El lector acompaña así a la protagonista, Tropezón, que va descubriendo con incredulidad su propia y amplia familia no deseada ni querida con un tono de comedia disparatada y divertida que no solo arrastra por su argumento, sino por los juegos de palabras y su (de)construcción literaria. «Pertenezco a la vieja de escuela de los cómicos que piensa que, si falla un gag, lanza otro porque alguno tiene que entrar, así que si meto tres chistes por página y hay 250 páginas, pues con que funcionen 50 ya se puede considerar una novela graciosa», resume con ese mismo humor el escritor, cuya novela es difícil de pasar página sin una sonrisa o una carcajada.
Tras ese propósito de entretener, también se esconde un mensaje de «esperanza», admite Ignacio Nacho que al releer su propia novela tiempo después ha descubierto «chistes que había olvidado y que me hacían reír como si lo hubiera escrito otro». Él mismo convertido en ese lector estupefacto en el que pensaba cuando trazaba su novela. Aunque a renglón seguido mira alrededor y tira de ironía al asegurar que su Nada de ficción tiene competencia. «Lo que cuenta la novela parece delirante, pero hay cosas que la realidad superan con creces. Sin ir más lejos, que la Casa Blanca apruebe esa foto de Trump vestido de papa».
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