Ezra Pound, el poeta más odiado
Poesía al SUR ·
Ayudó a publicar las primeras obras de Eliot y Joyce, pero en los años veinte abrazó el fascismo y arruinó su reputación. Ahora, casi medio siglo después de su muerte, se sacude la condena póstuma en reediciones: «Que los que amo procuren perdonar / lo que hice»Yeats, Premio Nobel de Literatura en 1923, ya era considerado uno de los mejores escritores de la historia cuando un joven Ezra Pound, por entonces ... su discípulo y secretario ocasional, se permitió la licencia de corregir algunos poemas que le había pedido que enviara a la famosa revista Poetry. Aquel descaro ilustra la personalidad del autor estadounidense, arrogante y excéntrico, capaz de centrifugar influencias clásicas, desde Homero hasta Dante, y haikus japoneses. Todo cabía en su cabeza indescifrable, entre la genialidad y la locura. Renunció a las florituras para levantar una obra «pegada al hueso», libre de adornos y declaraciones sentimentales. Su uso del verso libre impulsó una revolución poética que sirvió como piedra fundacional para generaciones posteriores, un legado oscurecido por su militancia en el fascismo italiano y su papel como altavoz de la propaganda nazi contra los judíos.
Nació en 1885 en un pueblo del oeste norteamericano, aunque pasó su infancia y adolescencia en Nueva York. Licenciado en lenguas románicas, ejerció como maestro de escuela, oficio en el que duró poco por su peculiar carácter. Viajó a Londres en 1908 y allí trabajó como corresponsal para varias publicaciones de Estados Unidos. Dedicó menos tiempo a cultivar su propio talento que a descubrir y apoyar obras ajenas. Editó 'La tierra baldía', de Eliot, y llamó a todas las puertas posibles para que se publicasen los primeros libros de James Joyce, incluidos varios episodios de su 'Ulises'. Esa generosidad ilimitada con sus colegas, a menudo cuando aún eran desconocidos, resultó fundamental para que, años después, un grupo de intelectuales intermediara para solicitar su ingreso en un manicomio penitenciario, circunstancia que lo salvó de una probable pena de muerte por un delito de traición a su país al apoyar a Mussolini.
Pound formó parte de la llamada Generación Perdida, apodo surgido durante una conversación entre Gertrude Stein y Ernest Hemingway. Aquel grupo literario, en el que también figuraban titanes como Faulkner, Dos Passos, Francis Scott Fitzgerald y Dorothy Parker, fue golpeado por dos guerras mundiales y la gran crisis económica de 1929. «Sois una generación perdida», vaticinó Stein según la leyenda. Y acertó, al menos en el plano personal: muchos acabaron arrastrados por espirales de alcoholismo y depresión. Por eso la labor de Ezra adquiere un valor especial. «Pound dedica una quinta parte de su tiempo a su poesía y emplea el resto en tratar de mejorar la suerte de sus amigos. Los defiende cuando son atacados, hace que las revistas publiquen obras suyas y los saca de la cárcel. Los acompaña toda la noche cuando aseguran que se están muriendo. Les adelanta los gastos del hospital y los disuade de suicidarse. Y al final algunos de ellos se contienen para no acuchillarse a la primera oportunidad», escribió Heminway en 1925.
Pero aquella lealtad cercana al mecenazgo, a pesar de que tuvo que lidiar con la pobreza durante la mayor parte de su vida, dio un giro radical en los años veinte. Después de su paso por el París de entreguerras, Pound se estableció en Italia, donde coqueteó con la política, primero en oposición al capitalismo, hasta acabar vomitando discursos fascistas en Radio Roma. Alabó a Hitler y culpó a Churchill y Roosevelt de todos los males de la sociedad moderna. Su reputación saltó por los aires. En 1945, después de entregar su alma a la dictadura italiana, fue arrestado por los partisanos y encarcelado en Pisa, donde comenzó a escribir 'The Cantos', una extensa composición sobre la ruina europea que supuso un punto de inflexión en su obra.
Juicio y psiquiátrico
Ya en Washington, fue juzgado e internado en un psiquiátrico durante doce años, hasta 1958. Allí continuó construyendo 'The Cantos', hasta que lo consideraron inofensivo y regresó a Italia, donde permaneció cuidado por su hija Mary, fruto de su relación con la violinista Olga Rudge, con quien había sido infiel a su mujer Dorothy, de la que terminó separándose. La poesía de Pound, poliédrica como él, se nutre de la 'Divina Comedia' y Confuncio pero también de noticias de periódicos, cotizaciones de Wall Street, partes meteorológicos, la filosofía de Lao Tse y la mitología griega.
Su obra fue ignorada durante años, hasta resucitar en antologías, reediciones y críticas capaces de distinguir entre el personaje y su talento. Nunca volvió a Estados Unidos: «Cualquier hombre que soporte vivir aquí está loco». Exorcizó viejos rencores y fantasmas en Venecia, donde murió a los 87 años. Sus 'Cantos', más de mil páginas de una poesía monumental, ya forman parte de la oleada más brillante de las vanguardias del siglo pasado. Allí, como una última confesión, escribió: «Que los dioses perdonen lo que hice. / Que los que amo procuren perdonar / lo que hice».
Ezra pound
La buhardilla
Ven, apiadémonos de los que están mejor que nosotros.
Ven, amiga mía, y recuerda
que los ricos tienen mayordomos en vez de amigos,
y nosotros tenemos amigos en vez de mayordomos.
Ven, apiadémonos de los casados y de los solteros.
El alba entra de puntillas
como una Pavlova de oro
y yo estoy cerca de mi deseo.
Nada hay en la vida que sea mejor
que esta hora de limpia frescura,
la hora de despertarnos juntos.
Sin título
Y los días no son suficientes
y las noches no son suficientes
y la vida se escurre como un ratón de campo
sin menear la hierba.
Un pacto
Hago un pacto contigo, Walt Whitman:
ya te he detestado lo suficiente.
Llego a ti como un niño crecido
que tuvo un padre cabezota;
ahora ya tengo edad para hacer amigos.
Fuiste tú el que partió los nuevos troncos,
y ahora es momento de tallarlos.
Tenemos la misma savia y raíz:
hagamos un trato entre nosotros.
Monumentum Aere, Etc
Decís que me tomo demasiado en serio,
que me pavoneo lleno de presunción.
Dentro de pocos años nadie recordará lo 'buffo',
nadie recordará lo trivial que hay en mí.
Los detalles cómicos estarán ausentes.
En cuanto a vosotros, os pudriréis en la tierra
y dudo mucho que vuestro estiércol sea lo bastante rico
para mantener la hierba
sobre vuestra tumba.
A Dives
¿Quién soy yo para condenarte, oh Dives,
yo que estoy tan amargado
con la pobreza
como lo estás tú por la riqueza?
Clara
A los dieciséis era una celebridad en potencia
con aversión a las caricias.
Ahora me escribe desde un convento;
su vida es oscura y agitada;
su segundo marido no le concede el divorcio;
su mente sigue, como siempre, sin cultivar,
y no le ofrece ninguna salida.
No siente nada por sus hijos,
ni por ningún otro niño.
Su ambición es vaga e indefinida;
no quiere quedarse, ni salir.
Causa
Reúno estas palabras para cuatro personas,
algunos otros pueden oírlas por casualidad;
oh mundo, lo siento por ti,
no conoces a esas cuatro personas.
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