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Alejandra Pizarnik, el ángel maldito

Poesía al SUR ·

Presa de complejos y rechazos arrastrados desde su adolescencia, Alejandra Pizarnik se mató un poco en cada poema. Hoy es una de los autoras más imitadas e idolatradas del siglo XX

Viernes, 30 de noviembre 2018, 00:20

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En la pizarra que coronaba su cuarto de trabajo, antes de ingerir medio centenar de barbitúricos y enmudecer para siempre, dejó escrito sus últimos versos: ... «No quiero ir / nada más / que hasta el fondo». Alejandra Pizarnik tenía 36 años cuando encontró la muerte que tanto había buscado, presa de complejos y ansiedades. Sus problemas de peso, el acné, la tartamudez y el asma abrieron durante su adolescencia un agujero de inseguridades del que nunca llegó a salir. Hija de inmigrantes judíos en el Buenos Aires de los años treinta, se sentía extranjera en todas partes, una coleccionista de rechazos que fue demasiado lejos en la soledad: «Y supo –tuvo que saber– / que de allí no se vuelve». Ni siquiera la escritura funcionó como alivio; su compromiso honesto y desgarrador, lejos de versos edulcorados, la mataba un poco en cada poema. Su obra, como escribió Octavio Paz, «no contiene una sola partícula de mentira».

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