La ladrona
Cruce de Vías ·
No sólo se llevó los objetos materiales de más valor sino también los recuerdos más íntimos y personales.Desde el principio tuve la certeza de que era ella quien había robado en casa. No desvelaré su nombre porque podría denunciarme por falso testimonio. ... La llamaré ladrona. No sólo se llevó los objetos materiales de más valor sino también los recuerdos más íntimos y personales. Una vez alcanzado el objetivo se quitó de en medio. No lo hizo de forma inmediata sino que tardó una o dos semanas en desaparecer. Mi mujer conoce su domicilio y mantiene su número de teléfono en la lista de contactos. Más de una vez hemos pensado en realizar llamadas y amenazarla hasta hacerle la vida imposible, pero ninguno de los dos pertenece a la clase de gente que se toma la justicia por su mano. No somos violentos ni vengativos. Tampoco poseemos pruebas que la inculpen, aunque estamos convencidos que fue ella. Me gustaría ser detective, resolver el caso y luego desaparecer como hizo ella. Hay comportamientos que no consigo comprender. Mi mujer y yo le dimos confianza para que se sintiera cómoda en casa y ella a cambio se dedicó a hurgar en nuestras cosas hasta encontrar lo que buscaba, robarlo y después irse, sin más. Supongo que lo vendió todo para no dejar la más mínima prueba. Me gustaría olvidar lo sucedido, como si no la conociéramos, como si no se hubiera llevado nada.
Mi mujer también tiene el whatssap de la ladrona. La sigue en la pantalla y va comprobando su transformación desde que perpetró el robo hasta hoy. La ha visto mejorar su imagen a medida que transcurren los días. Otro peinado, otra manera de vestir, otra expresión en el rostro. La foto refleja a una mujer feliz, demasiado feliz, que disfruta una nueva vida. Únicamente los tatuajes de su cuerpo permanecen grabados en la piel como un recuerdo imborrable de lo que fue, quizás algún día también desaparezcan por arte de magia. Ayer, sin ir más lejos, pensamos de nuevo en llamarla por teléfono y desenmascararla, pero lo negaría todo e incluso afirmaría no reconocernos. Ahora mismo la tengo delante. Una foto en la pantalla del móvil que se ha hecho en una playa de arena blanca y aguas transparentes. Sonríe, una sonrisa limpia, como si no tuviera manchada la conciencia.
Me vienen a la memoria las conversaciones que mantuvimos durante la breve temporada que estuvo trabajando en casa antes de desaparecer sin dejar huellas. Recuerdo las cosas tan entrañables que contaba sobre todo de su hijo. Al recordar pequeños detalles, lo que antes eran reacciones normales se transforman en comportamientos sospechosos. Después de perpetrar el robo, durante el breve periodo de tiempo que permaneció acudiendo a casa, yo creía que era producto de la timidez cada vez que desviaba la mirada para que sus ojos no la delataran. Y probablemente también ocultaba algo aquella mañana que salió de casa con la mirada fija en suelo y las manos temblorosas hundidas en los bolsillos del pantalón vaquero. Pequeños detalles que ahora adquieren relevancia.
Vivimos relativamente cerca de la ladrona. No conocemos el número exacto de su vivienda. Pero en unos de los edificios que ahora mismo tenemos delante vive ella, no sabemos cuál de los tres. Desde el interior del coche que hemos estacionado en el aparcamiento de esta pequeña urbanización observamos los balcones, las ventanas, los portales. Vemos salir a los inquilinos, quizás alguno de ellos sea su pareja, su hijo, aunque ignoramos si realmente vive con alguien o inventó una familia para ganar nuestra confianza. Nos gustaría verla salir a la calle con una de las pruebas del delito colgando del cuello. Cuando nos cansamos de esperar a que aparezca, regresamos a casa en silencio. Seguramente los dos nos preguntamos dónde habrá ido de vacaciones, en qué gastará el dinero que ha conseguido con la venta de los objetos robados, cómo reaccionaría si se encontrara con nosotros frente a frente. Nadie lo sabe, probablemente no lo averigüemos nunca.
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