Jules de Balincourt: una llamada a la evasión
FLASHBACK ·
Este artículo empieza un viernes por la mañana. Es uno de los 300 días de sol que nos ofrece en Málaga. Dicen que viene una ... ola de frío. Voy al Centro de Arte Contemporáneo para ver la exposición de un artista al que no conozco. Se llama Jules de Balincourt. Tiene nombre de aristócrata y posiblemente lo sea. Nació en París en 1972. Me resulta demasiado fácil calcular que tiene diez años más que yo. Cuando todavía era un niño, su familia se marchó a California, estudió en San Francisco, vive en Nueva York y por eso, en las biografías, se le considera estadounidense. La infancia es la verdadera patria (esta es una cita de Rilke con la que no estoy del todo de acuerdo, seguramente porque mi infancia fue la de un niño serio y, a veces, triste).
Me siento afortunado de que me muestre la exposición su comisaria, Helena Juncosa, que también ejerce de directora del centro y que me cuenta un montón de detalles de cada una de las 40 obras que conforman esta muestra. Se trata de la exposición más grande que ha protagonizado este artista hasta ahora. Estamos hablando, por lo tanto, de un descubrimiento artístico y visual, o sea, un hallazgo.
Dejo la mochila en la puerta. Me introduzco en el cubo blanco que propone el antiguo mercado de mayoristas y me siento otra vez atraído por la belleza. Es la llamada de la evasión. En los cuadros de Balincourt hay colores flúor para acentuar la condición de ficción y de irrealidad de una obra que fluctúa entre lo figurativo y lo abstracto. El gusto estético prevalece en mi sensación: tengo ganas de colgar uno de esos cuadros en mi casa para mirarlo. La muestra se llama 'After the gold rush', un título que no me gusta demasiado y que hace alusión a la fiebre del oro, al éxodo que se emprende como una búsqueda más o menos desesperada de una vida mejor. Un desplazamiento hacia el ideal o la utopía. Todos tenemos derecho a intentar mejorar nuestra existencia. No se sabe del todo si los personajes que aparecen en estos cuadros son migrantes o turistas. En estos paisajes reina la dualidad y la incertidumbre, igual que ocurre en la vida, sobre todo cuando es viernes, como hoy. Hay conflicto.
Fiesta en un ático en Nueva York
El artista utiliza tablas de madera en lugar de lienzos. Piensa que así se celebran de otra manera las líneas y los colores. Las situaciones que se plasman en los cuadros no permiten definir con exactitud si los protagonistas son migrantes o turistas. Del mismo modo que hay lujo puede haber miseria. Mi cuadro favorito coincide con el cuadro favorito del artista, y es la representación de una fiesta en un ático celebrada en Nueva York en el que me gustaría estar en este momento, juntándome con gente a la que no conozco de nada, fuera de mi burbuja.
Jules de Balincourt nos propone un viaje. Me cuenta la comisaria que ahora se quiere asentar en Costa Rica, donde dicen que hay una relación ejemplar entre la ciudad y la naturaleza, dos de los temas que más se tratan en esta exposición. Pienso que todos los desplazamientos, los del alma y los del cuerpo, se ejercen para ir a mejor. Nadie abre una pescadería para sufrir, nadie retoma una relación para pasarlo mal. En la cronología de estas obras se observa una evolución que parte de una pretensión mucho más política que la de ahora. Hay cuadros pintados durante el confinamiento más radical; cuando estábamos tan solos y cuando se instaló en todos nosotros una duda generada sobre nuestra propia existencia. Ahora, aunque estemos solos y tristes, Jules de Balincourt ofrece en el CAC Málaga una propuesta para la evasión.
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