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Cuenta que el último grafiti lo pintó en algún muro de la provincia hace tan solo un par de días. Y, mientras lo dice, va ... colocando una a una en su estudio las obras que en pocas horas enviará a Singapur para su exposición más ambiciosa en Asia. Camuflado siempre tras una capucha para las fotos y sin desvelar su verdadera identidad, Imon Boy compagina con absoluta naturalidad su faceta de artista urbano –con su firma a lo largo de toda la costa– con la de cotizado creador que expone en galerías desde Los Ángeles a Hong Kong. En Tang Contemporary Art Singapore se verán a partir del 5 de junio una docena de piezas con las que Imon Boy se ha retado a sí mismo, obras muy trabajadas que le confirman como uno de los artistas más interesantes de su generación.
Lo que hace funciona y sabe que gusta, pero el enigmático artista de la Axarquía no es de los que repiten patrones sin más. Ni siquiera reproduce de la misma manera su nombre en las calles, como es habitual en el mundo del grafiti. Imon Boy depura más que nunca su técnica, experimentando y buscando telas que aporten diferentes texturas, controlando al máximo el manejo del acrílico e innovando en los temas. Un envoltorio refinado para sus personajes de siempre, esas simpáticas figuras de cabezas ovaladas y grandes orejas que ha convertido en su marca.
Cada obra tiene algo que le supone una primera vez. Imon Boy se atreve con una pieza de gran formato, un díptico que alcanza los 2x4 metros. Bajo el irónico título, 'I miss my pre-internet brain' ('Echo de menos mi cerebro pre-internet'), retrata una escena en una casa malagueña de los años 90 o primeros 2000, con un teléfono analógico y una videoconsola con cable. Se sabe que es de Málaga por las vistas que se cuelan por la ventana, la bahía desde la Axarquía, y también por las referencias artísticas que aparecen: reproduce en la pared un Picasso, un cuadro con una jábega y una obra que está en el Museo Carmen Thyssen.
En la habitación hay libros que remiten al MoMA, la Tate Modern o el Centre Pompidou y catálogos de artistas. «Nombres que me han influido y me influyen hoy, podría ser la biblioteca de cualquier amante del arte», explica. Su dominio del acrílico se aprecia en la transparencia de las cortinas, la iluminación del foco de luz y el uso del carbonato cálcico para aportar relieve y textura. «Algunos amigos me han dicho que manejo muy bien el óleo. Pero yo no pinto con óleo», cuenta con una sonrisa Imon Boy.
En 'Walking in the rain', Imon Boy sorprende con un paisaje nublado nunca visto en su obra. El artista joven que mejor plasma el clima y la atmósfera playera de la costa malagueña pinta aquí una bucólica escena de lluvia y campo. «Vi en el CAC a un artista que hacía nubes, y me di cuenta de que mis cielos siempre estaban despejados, los cielos de la Axarquía. ¡Pero aquí también se nubla!», exclama.
La sorpresa continúa en cuadros como 'It's still 9 o'clock', con una pareja en bicicleta –y su sombra pintada en spray– en un cálido atardecer; o 'Girl on the terrace', con una chica tomando un café frente al mar. Son sus piezas más minimalistas, con la información justa, poniendo todo el énfasis en los colores y en la composición. Una concisión que lleva al extremo en 'Little study assistant' donde se coloca a él mismo, con su gato, frente a un enorme lienzo en blanco. El lino vacío concentra toda la atención en un primer vistazo, pero una mirada más reflexiva saca a relucir todos los datos que Imon Boy reparte alrededor y que le definen a él y a su estudio.
El artista compone escenas y paisajes reconocibles para el malagueño, aunque a veces de forma inconsciente. «Esa es, sin saberlo, exactamente la parada de autobús de cuando iba al instituto en mi antiguo barrio», explica señalando 'The bus stop'. Todo tiene alguna referencia personal, todo sale de su imaginario de joven nacido en los 90, la última generación que conoció el mundo analógico y creció en plena conversión a lo digital. Porque la primera impronta de su obra siempre es un impulso que vuelca en su libreta para después llevarlo al lienzo. Por eso pinta a un chaval que lee cómic ('Comic book reader') y a otro que escucha vinilos ('Pablo'). El Imon Boy de siempre está en 'Oops', con ese juego del gato y el ratón entre grafiteros y policía que le ha dado tanta fama. La sonrisa al verlo es inevitable. También en 'Break time' pinta a un agente en su hora de descanso, pero no hay más rastro de la policía en esta serie.
En este momento de su carrera, con un nombre ya en el mercado del arte, Imon Boy apuesta por el menos es más. «Ahora voy eligiendo los proyectos con más cabeza, no digo a todo que sí y le dedico más tiempo a cada obra». De hecho, lo que ahora quiere es pintar cuadros grandes sin fecha de entrega para experimentar. Aunque hay cosas que nunca cambian. Como artista urbano que es, cuela con frecuencia su firma dentro del mismo lienzo de forma natural. Pero si tienen la suerte de tener un Imon Boy entre sus manos no se conformen con lo que ven, denle la vuelta. En el reverso esconde su último grafiti.
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