Entre el humano y el cyborg: Horacio Quiroz lleva sus seres híbridos a Yusto/Giner
El artista mexicano inaugura este viernes su primera individual en España con una serie de cuadros que retratan 'El peso de lo inmaterial' en los cuerpos
Siempre hay algún elemento humano, algún indicio que nos remite a un cuerpo. Un pelo largo, unos dientes, unos hombros, un ojo. Pero, como mantiene ... Horacio Quiroz, no solo somos carne: estamos «moldeados» por las emociones, los sentimientos, las experiencias. «Cosas que no se ven» y que, sin embargo, impregnan cada célula del individuo. El artista mexicano plasma ese «peso de lo inmaterial» en cuadros donde lo orgánico y lo artificial, el ser humano y el cyborg, conviven con naturalidad, creando una nueva criatura bella y grotesca a la vez. Quiroz expone desde este viernes y hasta el 14 de noviembre sus 'criaturas' en la Galería Yusto/Giner de Marbella, en su primera individual en España. «Estoy emocionado», admite.
Su obra no deja indiferente a nadie: «confronta» directamente al espectador. Son personajes inquietantes, extraños, que invitan a hacerse preguntas. Forma parte de la misión del arte y de la suya propia. «Siempre trabajo con el cuerpo y la condición humana, y eso hace que te veas reflejado, que te enfrente y te cuestione», explica. Y, además, habla mucho de él. Su arte está ligado a sus propios procesos psicológicos, a su búsqueda de respuestas a través del psicoanálisis, las terapias y el yoga. «Me gusta generar más conciencia en las personas, que se acerquen al autoconocimiento, a esta parte espiritual donde las respuestas no están fuera sino dentro de ti», explica.
En una serie de once cuadros que van del pequeño al gran formato, Horacio Quiroz (Ciudad de México, 1977) construye seres a medio camino entre el humano y la máquina, donde el rostro se sustituye por «volúmenes rocosos», cada uno de diferente forma y apariencia, algunos más sintéticos y otros más orgánicos, unos más pétreos y otros más fluidos. «Es importante que cada una de esas piedras tenga su momento y por eso para pintarlas utilizo diferentes herramientas. Brochas, pinceles, espátulas, la misma mano, un trapo… Me gusta que se sienta esa tridimensionalidad y ese contraste entre las texturas», detalla.
Entiende el cuerpo como «el lugar donde suceden las cosas». Por eso, sus fondos son planos y sencillos, como un limbo, para no desviar la atención de lo que cree realmente interesante: «lo que ocurre dentro» de esa criatura. Seres de un mundo híbrido donde los géneros se difuminan. Horacio Quiroz aborda lo queer desde lo cósmico. «Las primeras culturas sobre la Tierra no tenían estas etiquetas de homosexual o heterosexual; no había esta cosa binaria donde categorizamos todo súper rotundamente», argumenta.
En 'El peso de lo inmaterial', comisariada por Victoria Rivers, la comunicación entre la persona y la máquina está en la misma génesis de la obra. Cada pieza nace de un boceto que Horacio Quiroz hace en el móvil cuando le llega la inspiración, «porque las ideas surgen en cualquier momento del día». Después, lo trabaja con la IA hasta dar con la imagen que creará al óleo. «De alguna forma, hubo un diálogo entre el humano y el cyborg. Es algo que agiliza mi proceso, es más rápido e interesante. Le pides algo a la IA y te entrega lo que puede y le vuelves a preguntar. Es como un ping-pong hasta que queda un boceto que me gusta y que pienso que puede ir al lienzo», cuenta.
Todo para tratar de entender «la tecnología con la que funcionamos». A ello le han ayudado también científicos y filósofos a los que da su espacio titulando sus cuadros con sus citas ('quotes'). «Vengo de una familia católica ortodoxa y la cosmogonía que me dieron cuando niño no me sirvió, así que a través de mi vida he tenido que buscar en qué creer. Esas frases son cosas en las que creo y me han ayudado en el transcurso de la vida». Ahí va una: «Nuestras máquinas están inquietantemente vivas, y nosotros mismos, aterradoramente inertes» (Donna Haraway).
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