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Tiene la agenda laboral completa hasta 2023. Antes espera, este mismo mes, 'Otelo' en Viena. Luego llegarán sus paisanos Berna Perles y Rubén Fernández Aguirre en el Maestranza de Sevilla y 'La favorita' en marzo en el Cervantes. Y después, 'Simón Bocanegra' en el Metopolitan neoyorquino, 'Don Giovanni' de nuevo en Viena y el verano entre Turín y Florencia de la mano de La Scala. Carlos Álvarez relata su itinerario profesional a corto plazo y en su voz tronante se adivina un deje de plenitud. «¿Y tú, cómo estás?». «Estupendo, está todo estupendo», brinda el barítono malagueño, que hoy se sube a las tablas de la Sala Unicaja de Conciertos María Cristina (12.00 horas, entrada libre hasta completar el aforo) para estrenar el ciclo de La Térmica 'El futuro de las artes en la era de lo efímero y la multipantalla' dirigido por Maricel Chavarría.
Un diálogo entre Álvarez y Chavarría bajo un título más que sugerente: 'La ópera como espejo de la sociedad'. Y fiel a su discurso claro y comprometido, lúcido y libre, el intérprete lanza pronto el primer guante: «A la gente le gusta la ópera, pero no lo sabe. Cuando la oyen, quieren más». Y surge casi de inmediato la réplica: la asunción de la lírica como una cita sólo para la élite. «Pero, ¿qué entendemos por elitista? –sigue Álvarez con el timón argumental bien firme. La ópera es un arte que requiere de un espacio escénico con unas cualidades acústicas muy específicas, que se ejecuta sin amplificación en la voz. Un teatro como el Cervantes, el Metropolitan o el Colón de Buenos Aires no suele tener más de dos mil localidades. Entonces, si la comparación se hace con otros espectáculos que permiten la aglomeración de público, sí, puede considerarse elitista. Pero nada más, porque, para empezar, hay entradas baratas«.
«Hay cientos de ciudades en Alemania, por ejemplo que tienen la misma dimensión o menor que Málaga y que cuentan con agrupaciones vocales y musicales de gran nivel, con un público local muy estable que dice 'Hoy es viernes, me toca función de ópera, en mi teatro con mi orquesta, con la gente de mi ciudad y mi compañía'. Todavía nos queda para llegar ahí«, ofrece.
Pero ese camino está cuajado de obstáculos, sobre todo, mentales. «Se quiere hacer pasar a la ópera como algo alejado de lo cotidiano y en absoluto es así», defiende Álvarez antes de poner el foco en los prejuicios que se ciernen sobre la lírica: «De manera demagógica puede ser un uso interesado. Cuando hablamos de cultura desde las administraciones públicas, que son las que tienen que fomentar la cultura de las artes escénicas, es siempre un problema el poder justificar la financiación como inversión y no como gasto. Pero sin duda la cultura, en general, y la ópera, en particular, tienen una repercusión social ineludible y de fácil demostración«.
Y ya que la charla plantea la ópera como «espejo de la sociedad», ¿cómo explicaría Álvarez el siglo XX a través del repertorio lírico? «Muy fácil», abre el barítono, que brinda: «La evolución de la sociedad, 'La Traviata'; el colonialismo, 'Madame Butterfly'; guerra sin cuartel 'Moisés y Aarón'; revolución social, 'Andrea Chénier' y, en el terreno de los sentimientos, la dominación masculina sobre la mujer, 'Otelo'; la prepotencia social sobre los inferiores, 'Las bodas de Fígaro', 'Don Giovanni', 'El barbero de Sevilla'...».
«Y porque la ópera en sus inicios empezó utilizando referentes mitológicos, que si no... La ópera siempre tiene plena actualidad y eso tiene que ver con el hombre ha cambiado muy poquito en su forma de comportarse en los últimos 30.000 años«, remata el cantante malagueño, que se piensa un poco más el título para ilustrar lo que va de siglo XXI. »2020 necesitaría hacer una reflexión sobre hasta qué punto tenemos que remover situaciones que pensábamos que ya estaban superadas, por eso pienso, por ejemplo en 'Lulú', de Alan Berg. Estamos repitiendo la misma pauta cronológica del siglo XX y eso puede ser muy peligroso«.
Una prudencia que se torna más oscura cuando la conversación enfila uno de los asuntos que Álvarez ha convertido en punta de lanza de su discurso: la reivindicación del Auditorio de Málaga como un proyecto necesario. «Lo veo mal. Me gustaría tener una reunión con los responsables de la toma de decisiones para que me expliquen si existe algún muro invisible que no conozco y con el que me estoy pegando constantemente, para tomar dos decisiones: una, no darme de nuevo contra ese muro y dos, si realmente es un proyecto inviable, buscar otras soluciones para potenciar lo que ya tenemos. Me gustaría que lo explicaran bien, no a mí, sino a la ciudadanía en general«.
«Empiezo a ser pesimista. Insistente, pero pesimista», ofrece el cantante sobre el proyecto para construir el equipamiento musical y escénico. Vuelve Álvarez a la «mirada demagógica sobre la cultura en general y sobre cuáles son los elementos que representan el desarrollo de una sociedad como esta» a la hora de buscar una explicación posible a la falta de impulso del auditorio. «Hay gente que lo pasa mal y es prioritario; pero sabiendo eso, tenemos que apostar por el desarrollo cultural. Se deberían combinar ambas necesidades, pero veo que no. Y no tomando decisiones sobre el mundo de la cultura tampoco se solucionan los grandes problemas de la ciudad«.
Y así, como eslabones de una cadena argumental, el intérprete se detiene en la actualidad de la ciudad donde nació: «Corremos el riesgo de morir de éxito. Si sólo vemos la parte escénica, puede parecer impresionante y, de hecho, lo es. Pero las escenografías que son muy impresionantes necesitan una gran maquinaria y no estoy seguro de que la tengamos».
Ciclo. 'El futuro de las artes en la era de lo efímero y la multipantalla' de La Térmica.
Participantes. Carlos Álvarez y Maricel Chavarría.
Fecha y hora. Hoy, a partir de las 12.00 horas, en la Sala Unicaja de Conciertos María Cristina.
Entrada. Libre hasta completar el aforo.
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