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Las obras de Fernando Renes ya forman parte del paisaje de Genalguacil.

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Las obras de Fernando Renes ya forman parte del paisaje de Genalguacil. Arturo Comas

Genalguacil: arte a la vuelta de la esquina

Un libro recoge el proyecto de Fernando Renes en el pequeño municipio malagueño

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Jueves, 28 de marzo 2019, 00:13

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La calle Real cruza el pueblo como una espina dorsal, jalonada por el Ayuntamiento, la farmacia, la oficina bancaria, el edificio de usos múltiples, la biblioteca, un pequeño restaurante... Y al final de la vía, en la ventana de la casa de los Trujillo, un cántaro que reza: 'Te estaba esperando'. La obra de Fernando Renes bien podría formar parte del paisaje cotidiano de Genalguacil, donde el creador burgalés realizó en el verano de 2017 un proyecto artístico que se ha quedado a vivir en las calles de la localidad. Una experiencia recogida ahora en una ambiciosa publicación presentada este miércoles en el Centre Pompidou Málaga, casi a modo de cuaderno de bitácora de aquella iniciativa.

«Todo fue muy intenso y, a la vez, muy fluido», recuerda Renes (Covarrubias, 1970) sobre el proyecto 'Pintar imaginarios', nacido como una exposición convencional en el museo de Genalguacil y evolucionado hacia una propuesta insertada ya en la localidad de apenas 400 habitantes. «El ambicioso programa de intervenciones de Renes lleva a la práctica esa idea de lo expandido. De la idea inicial que se contemplaba, apenas seis piezas (lebrillos específicamente), se pasó a un número mayor que quintuplicaba el inicial. Pero, ante todo, creció la dimensión y el concepto del proyecto. Renes sintió que aquélla era una oportunidad. No se trataba de hacer un proyecto individual, sino hacer suyo un pueblo», avanza el comisario de 'Pintar imaginarios', Juan Francisco Rueda.

«Renes, como en una suerte de juego de 'matrioskas' -sigue Rueda-, alumbró también la idea de generar una exposición dentro de la exposición: algunas ventanas y patios de los vecinos pasarían a ser espacios expositivos, una suerte de vitrinas en las que cántaras, jarras, ánforas y orzas se introducirían en una especie de juego de mimetismo o camuflaje. Hoy, esas piezas permanecen en las ventanas y patios de los vecinos, quienes han pasado a convertirse en albaceas e inesperados museólogos del patrimonio local, conviviendo con esas piezas e incorporándolas a las rutinas que marcan el calendario y las estaciones».

Un calendario artístico en que se ha labrado un lugar protagonista este pequeño pueblo enclavado en el Valle del Genal. Allí, desde hace un cuarto de siglo, se organizan cada dos veranos los Encuentros de Arte de Genalguacil, una cita modesta en lo material pero ambiciosa en lo artístico que ha conseguido auparse entre las propuestas recogidas en el último Observatorio de la Cultura de la Fundación Contemporánea. Y justo para romper la estacionalidad de los encuentros bienales organizados en los años pares, en Genalguacil idearon proyectos específicos para los años impares, entre los que figuró aquel 'Pintar imaginarios', basado en la obra cerámica, con especial protagonismo para los lebrillos. «Nuestra esencia es el lebrillo. En Andalucía tiene un peso muy grande: desde cocinar, hasta lavar a los niños o hacer la matanza. Es algo que llama a lo vernáculo», reivindica Renes.

«Respecto al modo en el que se incorporan muchas de sus obras al espacio público, con absoluta pertinencia y sin que parezcan resultados de una impuesta distorsión, se debe a que parecen fruto de un ejercicio de mimetismo», ofrece Rueda, que añade: «Sin embargo, no es una estrategia, es la lógica consecuencia de la convergencia entre sus obras y el contexto en el que se insertan. En callejuelas donde los tiestos y platos cerámicos se consideran parte del exorno tradicional, los lebrillos en las paredes o los objetos cerámicos entre otros similares no desentonan. Las obras de Renes parecen camuflarse para jugar con nosotros y con el espacio merced a muchas de las sentencias que el artista escribe en las superficies. Obras nacidas para el neutral y aséptico espacio de las exposiciones de arte contemporáneo, el llamado cubo blanco, adquieren aquí, a la intemperie, una nueva dimensión. No extraña, por tanto, cómo los vecinos asumen sus obras, como parte de unos códigos compartidos».

Azulejos en las paredes

Y en un giro de tuerca casi natural, las cerámicas de Renes se suben por las paredes de Genalguacil para convertirse en azulejos con mensajes entre enigmáticos e irónicos, sugerentes siempre. Como esas dos placas en el ángulo de una equina que anuncian 'No doblar' o el mosaico instalado, justo, en la fachada del museo de arte contemporáneo de la localidad, que lanza: 'Los artistas, generalmente, trabajamos para los poderosos'.

Y ese poder lo lleva Genalguacil a las aceras y las ventanas, a las plazas y los hogares. Porque allí, en el sentido literal de la expresión, el arte espera a la vuelta de cualquier esquina. Lo recuerda la vasija de Renes en la ventana de los Trujillo, al fondo de la calle Real.

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