La gente que está en ARCO, la feria de arte contemporáneo más importante del país, dicen que hay una alegría contenida en las galerías españolas ... por el anuncio de la bajada del IVA de sus asuntos. Una dicha no masiva, en contención, porque jamás ha sido demasiado bueno decir que te van bien las cosas. A las galerías de arte contemporáneo de Málaga les va tan bien que ni siquiera necesitan ir a ARCO para demostrarlo. Allí, me imagino la celebración de reuniones secretas de galeristas en las esquinas oscuras que siempre se encuentran en todo palacio de ferias, murmurando ventajas fiscales: menos impuestos, más arte.
El anuncio del Gobierno que promulgaba la bajada del IVA para las galerías ha sido tomado a guasa por una parte del sector cultural; la más tirada, seguramente, la de un intelecto escurridizo o una memoria débil que olvida que en las galerías no sólo trabajan sus dueños y los artistas, sino que es un sector que da trabajo a más gente. Menuda obviedad: electricistas, diseñadores gráficos, impresores o pintores de brocha gorda, por ejemplo, porque no hay pared más pintada que la de un museo.
En todas mis visitas a ARCO he encontrado pijerío hasta el punto de haber formado parte de él, pero considerar que todos los galeristas son ricos de familia es una gran falacia. Primero, porque hay muchos tipos de galerías; quizás en el siglo XX los galeristas fueran, por norma general, más estirados y más pijines, siempre se ha dicho eso, pero las cosas han cambiado. Hay muchos tipos de galerías y, en cualquier caso, detrás de las fachadas de trajes impecables, copas de cava y esa aparente sensibilidad contemplativa mezclada con una dulce verborrea hay historias muy diversas. Pregunten a sus galeristas de confianza y comprobarán que muchos, por no decir todos, han luchado, han invertido su alma y sus ahorros y han sorteado obstáculos para dar vida a estos espacios, como cualquier otro trabajador de la cultura vuelvan su pasión en sus proyectos. Los galeristas, además, tienen que aguantar a los artistas. Muchos artistas también están tiesos. La precariedad con la que se trabaja en el sector cultural es generalizada en todos los sectores, por más que nos deslumbren el ponche y el confeti, las ocurrencias en una mesa del Cock y la vida aparentemente desenfadada de todos los que de alguna manera viven o sobreviven gracias al arte contemporáneo. Si hay alguien que pudiéramos considerar rico en el sector de las galerías son los coleccionistas, y a veces ni esos.
La bajada del IVA a las galerías responde a una antigua reivindicación del gremio que denunciaba la pérdida de competitividad respecto a las ventas en el extranjero. Es más barato comprar el mismo Picasso en Francia, Alemania o Italia que en España, porque esos países aplican un IVA reducido en esa venta. Este es un motivo de tantos otros que podrían decirse bajo la convicción de que la cultura merece un mejor trato fiscal, que los trabajadores de la cultura, la clase baja y media, no tenga que partirse no ya para trabajar o encontrar trabajo, sino para someterse al abismo burocrático al que se les condena bajo una amenaza constante de la administración. Marchando con arte o sin él, pero con el convencimiento de que están pagando impuestos por encima de sus posibilidades.
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