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Sr. García .
El fabuloso mundo del cine

El fabuloso mundo del cine

Cruce de Vías ·

Empecé a conocer el mundo en una sala de cine y en una sala de cine tuve mis primeras experiencias sensuales

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Sábado, 23 de marzo 2019, 01:34

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El cine ha sido mi segunda casa desde que tuve uso de razón. Empecé a conocer el mundo en una sala de cine y en una sala de cine tuve mis primeras experiencias sensuales, con ene, después vinieron las otras. El cine me hacía reír y también me dejaba triste cuando aún no comprendía del todo bien cómo se forjaban los sentimientos. Vi los primeros animales libres y salvajes en la pantalla del cine. Antes lo había observado en cautividad en el Parque Zoológico de Barcelona, yendo y viniendo de un extremo a otro del espacio que les habían designado. Un espacio con fronteras. Detrás de la pantalla se ocultaban viajes y aventuras. Fui conociendo el mundo en los cines del barrio del Ensanche que rodeaban la manzana de mi casa, simplemente era necesario cruzar una o dos calles. El cine Emporio, Dorado, Oriente, Excelsior, Central, y unos pocos años más tarde el cine Aribau. La mayoría de esos cines han desaparecido.

No sé cómo se lo montó, pero mi padre salió de extra en la película 'El fabuloso mundo del circo'. La familia entera fuimos a ver varias veces la película. Mi padre estaba en dos sitios a la vez, sentado en la butaca de al lado y en un lugar de la pantalla que él señalaba con gran alborozo como si le sorprendiera encontrarse de pronto consigo mismo. Ni mi madre, ni mis hermanas, ni yo logramos distinguirlo entre la muchedumbre. Seguimos acudiendo a ver la misma película hasta que la retiraron de las salas de reestreno y no conseguí encontrarlo hasta después de su muerte, cuando compré el vídeo de la película y detuve la imagen fotograma a fotograma hasta que lo descubrí mirando cómo ardía un barco en el puerto de Barcelona.

Un domingo soleado de septiembre de 1963, cuando me faltaban dos meses para cumplir los nueve años, iba de paseo con mis padres cuando vimos a Claudia Cardinale delante del restaurante '7 puertas'. Ella tenía entonces 24 años. Yo la había conocido en el cine Dorado, la recordaba entrando en un hotel con la pantera rosa. En aquella segunda ocasión se disponía a entrar en el restaurante acompañada de varias personas. Mi padre se dirigió hacia ella, conmigo cogido de la mano, y le solicitó que me escribiera una dedicatoria en la libreta de autógrafos que me había regalado mi abuela y que siempre llevaba encima por si me encontraba con alguien famoso. Pocos años después, la trapecista del fabuloso mundo del circo se convirtió en mi amor platónico de la adolescencia. Me enorgullecía mostrar la dedicatoria a los compañeros de clase: «A José Antonio, il ragazzo più bello di Barcellona. Claudia Cardinale». Todavía guardo la libreta con la dedicatoria como si fuera una carta de amor.

Ayer hice cuentas con la edad y comprobé que había transcurrido más de medio siglo desde el día que conocí a Claudia Cardinale. 55 años en los que he viajado por el mundo del celuloide desde Pekín hasta Roma, desde América a la India. Un ir y venir, un trasiego constante. Ella acaba de cumplir 80 años, yo tengo dieciséis menos, pero he comprobado que la memoria mantiene a las personas con la edad que tenían cuando nos sedujeron. Hay que guardar en la retina los mejores momentos. Dicen que los recuerdos nos hacen más viejos, que hay que mirar al presente y sobre todo al futuro, porque el presente es tan fulminante como la aparición de mi padre en el fabuloso mundo del circo. Sin embargo, yo sigo obstinado en volver hacia atrás en el tiempo y recuperar la inocencia. Lo hago siempre que voy al cine. No existe nada mejor que sumergirse en la película y compartir la experiencia con sus protagonistas como si formáramos parte de la misma historia. Un arrebato fantástico. Anoche apagué la luz y me senté a ver de nuevo la película de mi padre.

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