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Andábamos preocupados los más cafeteros por si helicóptero sí o no, por si pon un foco allá en ese plano, o por un tápame las ... pilastras marmóreas de la actuación de Melody en Eurovisión, a ver si resultaba menos pétreo el cielo de su diva-divinidad. Pero resulta que lo mollar no estaba en esos diabólicos detalles, ay. Ni tampoco en saber si ella afinaría o se descalabraría: tal cosa no pasaría. Melodía Ruiz Gutiérrez nos ha regalado una temporada memorable defendiendo sin papa de inglés su básica canción con uñas y postizos, ah; hasta los cambios hialurónicos que le sumaron a su propuesta los asumió con ilusión incólume. Pero la Eurovisión de este año se recordará, otra vez, no por una enésima derrota española, confiábamos que menos aciaga, sino por ser el segundo año en el que la UER queda como la chata por su afán censor. Los tejemanejes en favor de la adulteración del famoso lema «United by Music» aplicando la ley del embudo, el esconder lo que no convenía a los intereses económicos o políticos de quienes manejan el cotarro, ha embarrado Basilea. Y normal que en ese mar proceloso del «sostenella y no enmendalla» a cuento de la muy cuestionable participación de países en conflicto, sobre todo de Israel, hayamos vivido una de las finales más raras, aparte de las más largas que se recuerdan. Ni las cómicas loas a las saunas suecas ni a los «espressos macchiatos» estonios (la más pegadiza), ni tampoco las voluptuosidades finlandesas o maltesas, ni las emociones francesas, suizas u holandesas (maravilla) pudieron tapar las costuras del evento. Porque no es ni medio normal que la UER intentara callar las bocas educadas e informadas de sus socios, caso de RTVE. Ni tampoco que los jurados «profesionales» votaran con criterios vecinales o fontaneriles. Ni que, por supuesto, el voto popular real haya sido secuestrado por intereses extramusicales y afán propagandístico. Al menos el capitán agudo del barco austriaco se salvó de la tempestad, pero ojo cuidado porque con la actual singladura de Eurovisión lo mismo la cosa se va a pique.
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