'Crossing over': una apuesta arriesgada que conmueve

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Al comenzar la función, 'Crossing over' se nos muestra como un paisaje ambiguo y, a la vez, aparentemente muy concreto en el que tres personajes: la viuda (Ana Moreno), el teniente (Antonio Padilla) y un sepulturero (Fernando Rueda) se reúnen alrededor de la tumba de un difunto para expresar su dolor. Por cómo van vestidos, exceptuando algunos elementos discordantes con la época; y el paisaje que los contiene, todo arena, hierba y semioscuridad, podríamos encontrarnos en cualquier momento de comienzos del siglo pasado. Concretamente estamos en tiempos de guerra, como nos indica la figura del teniente, y a lo largo del desarrollo de la obra, se nos confirma claramente cuando resuena de fondo el famoso «Never give in» de Winston Churchill en la Segunda Guerra Mundial.

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Desde que comienza a sonar la música, principal elemento guía para generar las emociones del montaje, nos adentramos en cincuenta y tres minutos extenuantes que fluctúan entre la danza-teatro, el teatro-danza y la expresión corporal sin llegar a enmarcarse en ningún estilo o técnica concreta más allá de la organicidad de los cuerpos transitando un proceso de duelo individual. Es digna de resaltar esta apuesta por la individualidad de los tres personajes que nos encontramos en escena como estrategia para aislarnos como espectadores frente a la respuesta que provoca la muerte en cada cuerpo y, para aislarlos a ellos como intérpretes, generando una fragmentación visual y energética que los convierte en personajes solitarios dentro de un conjunto que, al igual que nuestra sociedad, no contempla la posibilidad de empatizar con el dolor del otro. Hablamos por tanto de extenuación interpretativa, ya que el elenco, formado en esta ocasión por intérpretes que se prestan a la danza, realiza un trabajo agotador en el que no cejan ni en movimiento ni en repetición durante toda la función ni, por ende, permiten al espectador descansar de la agonía, paseando la mirada entre los distintos duelos, hasta que, en el último tema musical, nos permite momentáneamente atisbar la paz.

'Crossing over' es, por tanto, el muestrario de tres personajes transitando una muerte que los interpela en un instante infinito. Es sentarse en el patio de butacas a contemplar cómo se congela el tiempo, y la emoción posee los cuerpos para liberarse. Es una apuesta arriesgada que logra conmover pero peca de una contemporaneidad mal perfilada y necesita aunar su escenotecnia para que ensamble con la dramaturgia de lo que se quiere contar.

En esta primera producción de Factoría Echegaray hay un trabajo de gran expresividad cuyo mérito es indudable, no obstante los conceptos escénicos quedan en un segundo plano porque podríamos resumir 'Crossing over' en dos palabras clave que tienen más que ver con la empatía del espectador, que con la propia narrativa del montaje: «Existencialismo y emoción».