Ya era hora. Han tenido que ser los Lori Meyers, una de las bandas poperas más grandes que ha dado Granada, los que han subrayado ... una de las mayores tragedias culturales de lo que llevamos padeciendo en este milenio. Los granadinos han eliminado la zona Vip (y la Golden) de su concierto en el WiZink Center de Madrid, es decir, han quitado barreras en la que se supone que es la fecha más multitudinaria de su gira, y ha decidido poner el precio de las entradas a 35 euros para todo el mundo. A la mierda, entonces, las Golden y las Vip; a la porra, por lo tanto, esta horrorosa distinción que se ha generado desde hace poco en los conciertos entre la gente rica y la gente pobre, entre los que tienen derecho, por herencia o por lo que sea, a ver un directo en condiciones y los que están condenados a contemplar el espectáculo desde la intemperie.
El gesto de Lori Meyers ha traído cola para bien, porque ya es suficiente, ya está bien. Hace unos diez años no existía esta distinción clasista y absolutamente indecorosa que ha supuesto que quienes están en las primeras filas no son los mayores fans, ni los que más aprecian la música, sino los que más dinero han pagado por estar allí.
Vamos a poner las cosas en su contexto. Unas amigas me ofrecen la posibilidad de asistir al concierto de Madonna en Barcelona. Madonna, de la que no se sabe si es una cantante o un pez globo, cumplirá 65 años en plena gira. Las entradas más baratas cuestan 40 euros, a los que hay que sumar los consabidos gastos de distribución. Luego, hay otra entrada por 75 euros. En la planta cuarta, las entradas se venden por 120, en la tercera 200 y en la primera, son 300 jureles. Los pases de la pista A salen a 250 euracos, y las de la pista B, 200. Para los iluminados de Dios y para los VIP, hay paquetes: una experiencia denominada 'Where's The Party' cuesta 300 euros del ala, y esto incluye una entrada en el nivel 3 de la grada, una litografía, un suvenir de la gira y una acreditación muy molona. El 'Gold Circle Early Entry', así se llama, cuesta 400 euros, con una presencia de pie cerca del escenario, acceso prioritario y los regalos que he comentado antes. Y, por último, el 'You Can Dance' añade a todo lo anterior una localidad 'premium', en el primer nivel de la grada, por 450 euros. Una barbaridad, y eso que Madonna, muy probablemente, hará la gira sentada en una silla. Hay más. Si nos ponemos en el caso de Beyoncé, algunas entradas que se presumen híper vip pueden llegar a costar hasta 3.000 euros. Por menos de 80 euros, no la verás. A estas cantidades, por supuesto, habría que añadir, en el caso de los admiradores de Málaga, la reserva de un billete de avión a Barcelona, acaso pillar un alojamiento, si no se tiene algún amigo en la capital catalana, y las dietas y las bebidas que tiene uno que tomar para llegar al concierto y ver un puntito blanco en el escenario que supuestamente es la artista a la que has ido a ver. ¿Es esto normal? Yo creo que no. Creo que estamos promoviendo un concepto de la cultura y del ocio absolutamente elitista.
Hacen muy bien los Lori Meyers en eliminar esta distinción absurda e injusta. Los conciertos, algunos de ellos, al menos, y de esto sabemos mucho en la Costa del Sol, se han convertido en un elemento de distinción social y de postureo, y eso debería acabarse. Las bandas de música deberían poner fin a este dislate, a la locura que incluye pagar un riñón por un concierto.
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