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El jueves 16 de enero llegaron varios mensajes que anunciaban la muerte del director de cine y artista David Lynch, con 78 años. Su ... muerte nos pilló a todos por sorpresa pese a que, hace algunos meses, el cineasta había revelado que padecía un enfisema pulmonar que le impedía salir de casa o caminar distancias largas. Llevaba dos años sin fumar, pero el daño ya era irreversible. Su pérdida deja un vacío enorme en la creación artística moderna. Nos ha dejado el autor más onírico y surrealista del siglo XX, y sin duda uno de los creadores más influyentes del mundo: el gran poeta del subconsciente.
El humo como elemento espectral tiene una larga trayectoria en la historia de las imágenes, y en el universo lynchiano su presencia resulta casi inevitable: «He de decir que he disfrutado mucho de fumar, y que amo el acto en sí (su olor, darle fuego, aspirar), pero hay un precio que hay que pagar por ese placer y, para mí, ese precio es el enfisema». Aunque dejó de fumar hace años, los efectos ya eran irreversibles. «Nunca me retiraré», añadió en un último mensaje, reafirmando su intención de seguir creando mientras le fuera posible.
Su carrera estuvo guiada por un inquebrantable afán de búsqueda dentro de una realidad cambiante. Cada uno de sus filmes aporta una visión única y disruptiva: desde el cine negro revisitado en 'Corazón salvaje' (una peculiar versión de 'El mago de Oz') hasta las exploraciones más experimentales en la amalgama de significados de 'Inland Empire', quizá su obra más compleja y abstracta. 'Cabeza borradora', su primer largometraje, anticipó una sensibilidad inquietante que luego perfeccionaría en 'Carretera perdida' y 'Mulholland Drive'. Vi la tercera temporada de 'Twin Peaks' sin enterarme apenas de nada y aun así la disfruté. Ese es uno de sus mayores logros: atraparte con una historia, llevarte de la mano a las profundidades de la psique y dejarte solo para que te abandones a ti mismo y, si lo consideras necesario, le des tu propio significado o simplemente te dejes llevar. Además, el profundo componente espiritual que marcó muchas de sus películas refuerza su estatus como uno de los grandes visionarios de nuestra era.
La influencia de David Lynch se extiende más allá del cine. Artistas de diferentes disciplinas han tomado su legado como referencia indispensable para explorar lo desconocido y lo sublime. Desde la pintura hasta la música, pasando por Silencio, el club privado que diseñó, en París. Directores como Guillermo del Toro, Denis Villeneuve o Nicolas Winding Refn han reconocido su impacto, y su estética ha inspirado a escritores, pintores y músicos que encuentran en él un manantial de creatividad. Como músico experimental, Lynch dejó discos sorprendentes y aportó letras y composiciones a muchas de las bandas sonoras de sus películas, mientras que su influencia se puede rastrear en artistas como Lana del Rey, Cigarettes After Sex, Matthew Dear o Nick Cave.
Con su partida, se cierra un capítulo crucial en la historia del cine y el arte, pero su legado es eterno. Lynch no desaparece: su esencia vive en las narrativas fragmentadas, en las atmósferas inquietantes y en los ecos musicales que siguen resonando en la cultura contemporánea. Cada vez que nos dejamos llevar por lo desconocido, cuando encontramos belleza en lo extraño o soñamos despiertos con lo imposible, estamos recorriendo las huellas que David Lynch trazó en el subconsciente colectivo
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