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Nadie le podrá regatear a Mariano Ozores su olfato cinematográfico. Siempre atento a lo que gustaba al público y denostaba la crítica. Prolífico, barato y ... con éxito en la taquilla, el perfil que buscaba todo productor. El miembro de la familia Ozores que cambió la actuación por el otro lado de la cámara nos deja en herencia una filmografía para partirse de risa que lo convierten en un indiscutible maestro de la comedia española. A punto de cumplir su centenario, el director, guionista y productor madrileño fallecido este miércoles, a los 98, filmó casi las mismas películas que años vivió, 96 títulos, que llevaron al cine a otra cifra nonagenaria: 90 millones de espectadores.
Mariano inventó los ‘blockbuster’ en España cuando ni se conocía esta categoría. Despectivamente se bautizó aquel cine como españolada, aunque nunca la industria nacional tuvo tantos espectadores. Y Ozores fue su profeta, el más taquillero. Incansable, estrenando tres, cuatro y hasta cinco películas por año, y forjando las claves del landismo precisamente en la Costa del Sol con la emblemática ‘Manolo la nuit’ (1973). No fue la única que rodó por estas tierras, ya que, en su trayectoria de récords, también fue el que más filmó en Málaga. Hasta una decena de cintas llevan su firma, desde la época del ‘boom’ turístico al destape, pasando por una rareza karateka y su declive casi definitivo arrimándose a la Marbella de la ‘jet set’.
96
películas se acumulan en su filmografía, llegando a estrenar hasta cinco títulos un mismo año. Nunca tuvo la crítica de su parte, pero sí el favor del público: 90 millones de personas vieron sus películas, casi un millón de espectadores de media por comedia.
Tras debutar en 1959 con la comedia negra ‘Las dos y media y… veneno’, monta su propia productora que quiebra en 1963. Entonces entendió que el humor era su superpoder, pero que su cine tenía que buscar al público. Un ejemplo fue su primer título malagueño, que sonó a broma, porque eso era lo que vendía José Luis López Vázquez, artículos de broma, en el clásico ‘Operación cabaretera’ (1967), que arranca con una imagen del mítico actor aparcando en doble fila su dos caballos furgoneta en una Plaza de la Marina atestada de coches. Pura fantasía. El Mirador de Gibralfaro y la Alcazaba también asoman en este argumento que se apuntaba al cine del ‘boom’ turístico de la Costa del Sol para coger por los pelos las tramas de espías e incluir en el guion a un agente secreto chino de discotequeo por Torremolinos. Personaje premonitorio del poderío del gigante asiático en los tiempos actuales, aunque se rodó hace más de medio siglo.
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López Vázquez y Gracita Morales hacían un tándem irresistible para la taquilla y Ozores repitió la fórmula en 'Objetivo Bi-Ki-Ni' (1969). Misma pareja protagonista, mismo escenario de la Costa del Sol y mismo argumento pero llevando esta vez la parodia de 007 al delirio cómico, con gadgets incluidos. Esta película marcaría buena parte de su trayectoria. Revisar éxitos de la cartelera o tendencias de la sociedad para convertirlas en oportunistas películas de llamativo título y espíritu comercial.
Si las salas de bingo se multiplicaban por España rodaba ‘Los bingueros’ (1981), si la izquierda ganaba por primera vez las elecciones estrenaba ‘¡Qué vienen los socialistas!’ (1982) y si ‘Kárate Kid’ barría en todo el mundo se ponía al frente de las artes marciales ‘made in spain’ en ‘Veredicto implacable’ (1987). Una de sus pocas incursiones en el cine de acción puro y duro. Se trajo el rodaje a Marbella e incluyó en el reparto a la malagueña María Tobelem, pero la aventura no salió muy bien parada. Ni siquiera en taquilla que era su aval.
Aquel cine turístico que tan buen resultado le dio en los 60 fue virando en los 70 hacia lo picante hasta convertirse en impulsor del destape, por exigencias del guion que él mismo escribía. Apuntaló el sello de éxito del landismo con cintas playeras ya míticas como ‘Manolo la Nuit’ (1973), emblemático cóctel del mito de la sueca y el macho ibérico «donde despuntó una chica rusa que nos dejó a todos turulatos», recordaba el propio Alfredo Landa en referencia a Nadiuska; ‘Fin de semana al desnudo’ (1974), con epicentro en Estepona y Lina Morgan subiéndose al carro del humor subidito de tono, y la más explícita ya en democracia, ‘Mayordomo para todo’ (1976), elevando al paroxismo el donjuanismo machirulo imperante en la época, con Puerto Banús como fondo.
También contagiada por la época filmó de nuevo en Estepona 'Donde hay patrón (1978)', esta vez a mayor gloria de los gorgoritos de Manolo Escobar, un pescador con buena voz escoltado en esta película por una Mayra Gómez Kemp en su única incursión en la gran pantalla. «Lo pasé de miedo porque todas la noches nos íbamos juntos a comer pescaíto frito y Manolo nos invitaba a paellas», recordaba la propia presentadora. Poco después, Mariano Ozores comenzaría su rentable asociación con Fernando Esteso y Andrés Pajares, con los que perpetró en la Costa del Sol 'Los liantes' (1981) y 'Agítese antes de usarla' (1983) -con el Castillo de Santa Clara convertido en hospital-, películas de desnudez picaresca y gratuita, pero de éxito formidable.
En su despedida, Ozores también puso rumbo a Málaga. Por entonces, el príncipe Alfonso de Hohenlohe, Gunilla von Bismarck y el aristócrata con monóculo Jaime de Mora y Aragón llenaban revistas y noticias de sociedad, por lo que el director no tardó en escribir el guion de 'Jet Marbella Set' (1991), que no deja de ser una variante del argumento de siempre: dos vividores -su hermanísimo Antonio Ozores y Guillermo Montesinos- inventan el negocio del siglo montando una agencia capaz de prestar toda clase de servicios a los ociosos millonarios de la Costa. Uno de sus pocos fracasos y, a la postre, su penúltima película.
Los tiempos habían cambiado y el humor directo y superficial de Mariano Ozores quedó arrinconado en el cine de barrio, aunque visto con la perspectiva del tiempo su retrato de España, aunque paródico, es un completo testimonio de la sociedad de los 60 a los 90. El Goya de Honor en 2016 le hizo justicia con su contribución al cine español y a esos 90 millones de espectadores que nos reímos de nosotros mismos con sus comedias. «Aunque las críticas a mis películas nunca han sido buenas, me quedo con que el público siempre ha estado a mi favor. Ese ha sido mi verdadero éxito».
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