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Sr. García .
Casa vacía

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Cruce de Vías ·

El último verano pasaron un mes en Japón y al regresar les habían desvalijado la casa

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Sábado, 13 de octubre 2018, 00:53

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Cada vez que Javier salía de viaje por exigencias laborales, Mónica aprovechaba para cambiar la casa de arriba abajo. Quitaba o colgaba cuadros, eliminaba recuerdos, rompía y tiraba fotos, cambiaba los muebles de sitio. Javier estaba habituado a estas renovaciones domésticas y no le afectaba demasiado. Únicamente temía irse algún día y a la vuelta no reconocer su casa. Esto fue lo que sucedió al regresar de un viaje y encontrarse con las paredes blancas, sin un solo cuadro, sin nada, incluso faltaban algunos muebles. Mónica también hizo una limpieza de libros, aunque le gustaba leer se volvió cada vez más exigente. Ya no se acababa las novelas que no le gustaban como hacía al principio de conocerse. Se dedicó a revisar las estanterías y apartar los libros que no alcanzaban el notable, como si los volúmenes de la biblioteca tuvieran que realizar un examen de acceso a la convivencia familiar. A la hora de tomar estas decisiones procuraba respetar las debilidades de Javier con determinados títulos, aunque a ella no le hicieran demasiada gracia.

A Mónica le encantaba viajar al extranjero. No soportaba los viajes cortos y menos por cuestiones de trabajo como los que hacía Javier. Ella pasaba meses preparando el viaje que cada año realizaban los dos juntos durante las vacaciones de verano. Entonces Javier se iba tranquilo porque sabía que a la vuelta no se llevaría ninguna sorpresa. Así fue hasta este último verano que pasaron un mes en Japón y al regresar les habían desvalijado la casa. Javier apenas se alteró porque la convivencia con Mónica le había enseñado a no sentir una atracción extrema por las cosas materiales, como si los objetos no tuvieran alma. Ella, por el contrario, sufrió enormemente la pérdida de su intimidad, el hecho de que alguien hubiera hurgado en sus vidas y usurpado los mejores recuerdos. Era consciente de que había tirado muchas cosas a la basura, pero sentía un cariño imponente por aquellas que había salvado.

Hace un par de semanas Mónica y Javier se mudaron a un pequeño apartamento en el centro de la ciudad adonde se llevaron lo estrictamente necesario, lo demás lo regalaron. Miles de libros, películas y recuerdos. Yo he heredado parte del botín. Ahora, una vez han leído cualquier libro se desprenden de él. Igual hacen con las películas. Les he dicho que algún día comenzará a fallarles la memoria y no se acordarán de la última novela que hayan leído ni de la película que vieron la noche anterior, pero no les importa. Están convencidos que esta experiencia será tan asombrosa como nacer cada día en un mundo nuevo.

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