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La Casa de Alba exhibe su poderío en Málaga: su historia y el arte que decora sus palacios
Cuadros de Goya, Sorolla y Luca Giordano, esculturas de Benlliure y valiosos documentos personales viajan por cinco siglos de la ilustre familia con piezas inéditas y un guiño a la provincia
La marquesa de Lazán, vestida al estilo imperio, recibe al visitante en un majestuoso retrato de Francisco de Goya. Es uno de los dos únicos ... cuadros del maestro aragonés que custodia la Casa de Alba, y está en Málaga. Toda una declaración de intenciones de lo que sigue tras esa puerta. El Centro Cultural Fundación Unicaja se impregna del ambiente señorial y palaciego de una de las familias más influyentes de la historia de España en 'Mecenazgo y coleccionismo en la Casa de Alba', un paseo por su valioso legado a través de 250 piezas. Al menos medio centenar de ellas nunca se han expuesto porque decoran los rincones más íntimos del Palacio de Liria en Madrid, de Las Dueñas en Sevilla y de Monterrey en Salamanca, residencias de la familia.
La muestra recorre una cronología que comienza cinco siglos atrás, deteniéndose en sus personalidades más destacadas, desde el 'gran duque' de Alba Fernando Álvarez de Toledo -el tercero en ostentar el título nobiliario- hasta Cayetana Fitz-James Stuart, la duquesa de Alba más popular de nuestro tiempo. Por el camino, hay retratos del pintor de corte Alonso Sánchez Coello, un enorme lienzo de Leandro Bassano, el único cuadro de Ingres que existe en España ('Imposición del Toisón de Oro al mariscal de Berwick por Felipe V'. 1818), grabados de Durero y de Rembrandt, objetos de Pompeya y Herculano, esculturas de Mariano Benlliure y Lorenzo Bartolini, y cuadros de Luca Giordano, Sorolla, Anglada Camarasa e Ignacio Zuloaga, entre otros. Piezas de enorme valor que han llegado a la familia por matrimonios, herencias, compras y encargos de unos mecenas "imprescindibles para el desarrollo de las artes", como resaltó la responsable de Artes Plásticas de la Fundación Unicaja, Emilia Garrido Oliver.
La exposición destaca el papel de las mujeres de la Casa, con un guiño a Málaga. Una de las salas se detiene en la fascinante historia de las hermanas María Francisca y Eugenia, hijas de la malagueña María Manuela Kirkpatrick, condesa de Montijo. La primera se casó con el entonces duque de Alba, la segunda con Napoleón III. Un retrato de María Manuela, que está en los salones privados de la familia, preside la estancia y se enfrenta a uno de los cuadros más singulares de la exposición: Eugenia de Montijo, la ya emperatriz de Francia y también condesa de Teba, subida en un caballo andaluz, vestida de goyesca y con la sierra malagueña al fondo. No es la imagen que cabría esperar de alguien de su estatus, pero -como cuenta el comisario Álvaro Romero Sánchez-Arjona- fue un empeño personal de ella: pidió al pintor francés Edouard Alexandre Odier un retrato «a la española», conectando con sus orígenes.
En otra estancia, Eugenia aparece ya esculpida y pintada como la soberana de Francia que fue, siempre a la moda en sus ropajes y en el mobiliario que aún se conserva. Están sus abanicos, las cartas que le enviaron Sisí Emperatriz y la reina Victoria de Reino Unido y una colección de miniaturas con imágenes de sus padres y su hermana, la duquesa de Alba. A los nietos de esta dejó todos sus bienes cuando falleció a los 94 años en el Palacio de Liria, sin herederos tras la muerte de su hijo Luis.
Una parte considerable de las obras que se exponen fueron reunidas por Carlos Miguel Fitz-James Stuart durante su 'Grand tour', el viaje de fin de estudios que hacían los jóvenes aristócratas europeos para conocer otras Cortes, sus palacios y su arte. Siete años duró ese recorrido, en el que se enamoró de Italia y el mundo clásico. Suyos son el cuadro de Luca Giordano, el de Giovanni Paolo Panini que retrata los monumentos de la antigua Roma, los vasos de Pompeya y Herculano y tres cuadros de dos mujeres artistas, una rareza en la época, Elisabetta Sirani y Lavinia Fontana.
Pero sin duda uno de los los mayores coleccionistas de la Casa de Alba fueron el marqués del Carpio, valido del rey Felipe IV, y su mujer. Juntos lograron reunir una ingente cantidad de obras de Rubens, Ribera, Van Dyck, Rafael y Velázquez, pero por diferentes motivos y distintas sucesiones, sus fondos se dispersaron. Como testigo de ese momento queda su inventario, que aquí se expone, donde se describe una de las obras cumbre del arte español que un día le perteneció: “Una pintura en lienzo de una mujer desnuda tendida sobre un paño, pintada de espaldas, recostada sobre el brazo derecho, mirándose en un espejo que tiene un niño, de la mano de Velázquez, de dos varas y media de ancho y una y media de caída con su marco negro". Se refiere a la ‘Venus del espejo’, que acabó en manos de Godoy y hoy se conserva en la National Gallery de Londres.
Esa labor de mecenazgo y conservación de las artes se ha mantenido a lo largo de los tiempos, potenciada en el último siglo por Jacobo Fitz-James y Falcó, ministro, embajador de España, director de la Real Academia de la Historia, presidente del patronato del Museo del Prado y padre de Cayetana Fitz-James Stuart. De él se expone un retrato muy velazqueño realizado por Sorolla y dos esculturas de Benlliure.
A su lado, su hija Cayetana continuó con su misión, restaurando el palacio de Monterrey y culminando la reconstrucción del de Liria, quemado durante la Guerra Civil. Su sala refleja el contraste de sus gustos: la modernidad que representa Anglada Camarasa y el costumbrismo de Julio Romero de Torres. Pero lo más interesante es el cuadro firmado por Ignacio Zuloaga que la pinta con apenas cuatro años de edad. En la esquina izquierda llama la atención un joven Mickey: solo dos años después de ser creado por Walt Disney, la pequeña Cayetana ya lo tenía como juguete. Cuenta el comisario que el pintor llevaba el muñeco a las sesiones para entretener a la niña, pero ella no paraba de tirárselo para jugar. Tanta lata dio que al final decidió incorporarlo al cuadro para dejar constancia de ese momento. Muchos años después, la duquesa de Alba le escribió una carta a Zuloaga para disculparse por su mal comportamiento.
La muestra se reserva para el final una sorpresa: una selección de uniformes reales completos de Alfonso XII y Alfonso XIII que nunca antes se han enseñado. Corresponden a un privilegio real mantenido durante los siglos y concedido en 1441 por el rey Juan II de Castilla al conde de Ribadeo, Rodrigo de Villandrando, por sus fieles servicios durante la guerra civil castellana. Entre ellos, está el último que vistió Alfonso XIII antes de su destierro por la proclamación de la Segunda República.
‘Mecenazgo y coleccionismo en la Casa de Alba’ responde a la voluntad de Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, actual duque de Alba, de “compartir con la sociedad el patrimonio heredero”, en palabras del comisario y también director cultural de la Fundación Casa de Alba. Una hoja de ruta que se inició en 2016 con la apertura al público de algunas estancias de sus palacios, aún hoy residencias de la familia, y que se amplía con propuestas como esta que llevan su legado más allá de los salones palaciegos.
La exposición puede visitarse hasta el 11 de enero, de lunes a sábados en horario de 10.00 a 14.00 horas y de 16.00 a 19.00 horas, y los domingos solo por la mañana. La entrada es un donativo de 3 euros que se destinará íntegramente a Cáritas Diocesana y Hermanitas de los Pobres. Se ofrecen visitas guiadas gratuitas para grupos de máximo 25 personas, de lunes a viernes a las 11.00, 12.00, 13.00, 16.30 y 17.30 horas; los sábados a las 11.00, 12.00, 16.30 y 17.30 horas, y los domingos a las 11.00 y 12.00 horas. Reservas en el correo mediacionculturalmalaga@fundacionunicaja.com o en el teléfono 952 62 48 62.
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