Cala Mijas se suspende y la política es un festival
A veces la alegría dura poco. Así ha ocurrido con la pequeña explosión de festivales de música que ha surgido recientemente en la provincia con ... la coincidencia de dos eventos de relevancia internacional: el Andalucía Music Festival y el Cala Mijas, dos nombres que ya sugerían habérselo trabajado poco, pero que han traído a artistas de primer nivel. Su gestión, al depender de la voluntad política del momento, ha llevado a su desaparición tras muy pocas ediciones, dejándonos a todos con las ganas.
El festival Cala Mijas, finiquitado en dos ediciones, ha sido uno de los acontecimientos musicales de mayor interés de los últimos años. Su promotora, Last Tour, anunció esta semana la creación de un nuevo festival en Madrid, Kalorama, que coincide con las fechas en las que el Cala Mijas se debía celebrar. Poco antes, Last Tour había enviado un comunicado explicando las dificultades de su cancelación y su hundimiento en la burocracia. No hay que ser candidato al Nobel para concluir que el cartel del Kalorama debería haber sido el de Mijas: LCD Soundsystem, Massive Attack, Sam Smith o Fever Ray forman parte del atractivo. Previamente, Cala Mijas contó con artistas como Nick Cave, Underworld, The Strokes o Arcade Fire, entre muchos otros, una selección vibrante que representaba una apuesta extraordinaria a los ojos de cualquiera; no porque una música sea mejor que otra, sino porque responde a unos cánones de innovación y calidad consensuada por crítica y público. Por fin teníamos un festival de calidad cerca de casa, un territorio amable con la celebración de festivales pero que atiende a un perfil más elitista, con conciertos a 200 euros por entrada, lo que obliga a muchos aficionados a viajar para disfrutar de la música, mientras que el evento en sí representa una evidente inyección económica en el lugar en el que se celebra. En el caso de Mijas, el festival tuvo lugar en un secarral que durante dos veranos cobró vida con la promesa de un mundo mejor, demostrando que la música en Málaga era posible.
La dependencia del Cala Mijas del apoyo económico del Ayuntamiento de la localidad lo ha condenado a su desaparición. Se dice que Mijas no ha puesto fin al festival a conciencia, sino que lo ha dejado morir al sucumbir a la burocracia y la administración. No sé qué es peor, si hacerlo con la intención de cargárselo o por una manifiesta inutilidad. Ninguna de las dos posibilidades deja en buen lugar al Ayuntamiento. Al final, entre los perjudicados está el público, las empresas involucradas y la propia percepción de eficacia en nuestra tierra. El evento ha servido para que la política muestre su peor cara, ya sea por censura o por inacción. Se dice que el Cala Mijas era uno de los proyectos estrella de la corporación socialista, por lo que el cambio de gobierno ha acabado con él. No me extrañaría que el hecho de que Pedro Sánchez acudiera el año pasado al festival haya acelerado su final, quién sabe. Con el Andalucía Music Festival ha ocurrido algo parecidom porque fue impulsado por Ciudadanos desde la Junta, y con la salida de la administración, murió el festival. La música y la cultura, sin embargo, no son por sí mismos ni de derechas ni de izquierdas. Pensar lo contrario lleva a un vacío intelectual y, finalmente, a la decadencia de la política. Al final, entre unos y otros, se ha invertido dinero de todos y se ha dejado al público desamparado, dando la impresión de que esta tierra y quienes la habitan tienen más sensibilidad que los políticos que la gobiernan.
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