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Ninguna librería es normal, pero lo de Isla Negra es algo de otro mundo. Situado en la calle Álamos, en este espacio lo extraordinario ocurre con naturalidad, y los volúmenes del siglo XVI con otros más modernos. Un lugar donde el tiempo se pliega sobre ... sí mismo para ofrecer deleite y hallazgos que desafían cualquier categoría. Hasta el 17 de enero, este pequeño templo se transforma en un escenario artístico con la exposición 'El reino de las musas' del pintor, escultor y diseñador Diego Santos, prócer de la belleza, que el pasado jueves mantuvo un enriquecedor diálogo con el periodista Guillermo Busutil sobre esta serie de retratos femeninos resplandecientes.
Diego Santos nos invita a un juego visual y emocional que comienza con el chasquido de la historia, cuando las mujeres empezaron a llevar pantalones, a fumar y, entre ese humo, liberarse. Aquí hay mujeres que bailan y se desnudan, como Gala haciendo 'topless' en el Bajondillo, como Joséphine Baker y las damas del burlesque, como una geisha en un arrozal. Diego mira de frente a la mujer de la vanguardia, y propone este baile con las damas que iluminaban las noches de París, Tokio, Nueva York y Torremolinos. Las dibuja sobre papeles de alta calidad que le permiten trabajar con óleo, que es el elemento predominante en estas obras sintéticas en las que hay figuración, pero también tienen cabida la abstracción y la metáfora.
Y luego está el azul. El azul Diego Santos es una invitación al mar y un homenaje a la serie de desnudos azules de Matisse. En estos dibujos también están Brancusi, el africanismo, Calder, Modigliani, el surrealismo y dadaísmo, y Picasso, por supuesto. Está la diseñadora francesa Elsa Schiaparelli, otra reina de las vanguardias, otro personaje inusual que se movía en el ámbito de la locura. Hay un tríptico de japonesas relacionadas con Frank Rebajes, artista, joyero y escultor dominicano que vivió entre Nueva York y Torremolinos, en esa época en la que no podías ser excéntrico sin una joya de calidad y la Costa del Sol brillaba como una bola de espejos en cualquiera de sus discotecas. Diego Santos recordaba en la conversación cómo durante toda su vida ha jugado a ser un excéntrico, pero no lo conseguía, porque le faltaba dinero: «Yo pasaba por la joyería de Frank Rebajes cada vez que iba a Torremolinos, en los años 70, pero no podía, era todo muy caro». Ahora alberga una colección de más de 50 piezas de este gran renovador de la joyería americana, que merece ser reivindicado. Las luchas de Diego Santos siempre están guiadas por un gusto exquisito y por la sensatez, porque la ciudad y la vida son más hermosas cuando es él quien las mira.
Porque hablamos de miradas. En 'El reino de las musas' los rostros funcionan como un juego de espejos: el espectador observa y es observado. El pelo, en ondas que recuerdan a las mareas, como frontera y evocación. Quizá, de tanto mirar, Diego Santos se ha convertido en un maestro del relax: su arte tiene la calma de una teoría que provoca justo aquello que define. Una visita a Isla Negra y a esta exposición no es solo una experiencia estética, sino también un recordatorio de que la belleza puede salvarnos, especialmente cuando quien la plasma lo hace con una sensibilidad poliédrica y un gusto exquisito que ojalá gobernaran el mundo.
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