Ayer, hoy y siempre
Cruce de vías ·
El viaje ha vuelto a enseñarme a medir la vida, lo que realmente tiene importancia y lo que carece de interésCuando le dije a Pablo Aranda que iba a volver a la India después de veintiséis años, me sugirió escribir sobre los cambios que se ... habían producido a lo largo de ese tiempo. No tengo claro si se refería solo al país o también a mí. Camino de la fascinante pequeña ciudad de Mandawa pensé en seguir su consejo y quizás estas líneas marquen el comienzo de un texto extraño, una mezcla de libro de viaje con notas autobiográficas e historias de ficción. No he olvidado la celebración de mi 39 cumpleaños en Jodpur, ahora acabo de regresar a casa pocos días antes de cumplir 65. Echo la vista atrás y hago recuento de otros viajes, otras relaciones, felices hallazgos y tristes pérdidas.
Aquella primera vez reservé la última semana para ir a descansar a las playas de Goa, en esta ocasión ha sido Maldivas. Un vuelo desde Delhi a Malé. No tenía ganas de regresar a la rutina, pero un juicio exigía mi presencia en Málaga y la ley no perdona. Un juicio contra un banco, nada más y nada menos. Pero el viaje ha vuelto a enseñarme a medir la vida, lo que realmente tiene importancia y lo que carece de interés. Los bancos son unos desalmados con demasiados intereses económicos.
Me vienen a la memoria momentos del viaje. Las horas que estuve con Sameer en su tienda de comercio justo en Jaisalmer viendo pasar a los turistas que esquivaban su mirada al invitarlos a contemplar los tejidos. Conocí mejor Jaisalmer las horas que estuve charlando con Sameer que todo el tiempo que dediqué a pasear por las calles estrechas de la ciudad dorada. Tuve la misma sensación en Benarés. El dueño del alojamiento era un hombre mayor que pasaba el día sentado en el mundo rectangular de su patio interior. Desde que conocí Benarés en 1993 suscribo las palabras del escritor cubano Reinaldo Arenas: «Dejarás Benarés pero Benarés no te dejará, algo en ti, adentro, habrá cambiado para siempre».
La India es un lugar aparte, una locura, una experiencia inexplicable, sagrada y terrenal. Las vacas parsimoniosas continúan deteniendo la circulación, las bocinas resuenan por todas partes, el caos permanece. Han cambiado algunas cosas en estos veintiséis años. Hay más zonas agrícolas, mejores carreteras y menos desierto; millones más de retretes y menos mortalidad infantil; más campañas de limpieza y avances tecnológicos. Hoy se mira más las pantallas que la cara de la gente, esto sucede en todo el mundo y la India no es una excepción. Aun así el contacto humano es algo corriente y profundo como las aguas del Ganges, el río donde se mezcla la vida y la muerte. La India es eterna. Echo de menos la India y los días tranquilo en Dhiffushi, en las islas Maldivas. Un paraíso que tiene los días contados.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión