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El Museo Picasso dedica su nueva exposición a Bruce Nauman.

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El Museo Picasso dedica su nueva exposición a Bruce Nauman. Salvador Salas

El arte al límite de Bruce Nauman sacude el Museo Picasso Málaga

La pinacoteca redobla su apuesta contemporánea con una potente exposición sobre el autor norteamericano

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Lunes, 17 de junio 2019, 15:21

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Lenny Tristano era una pianista ciego, pionero del bebop norteamericano, capaz de llegar al tuétano de cualquier oyente. Tocaba sin presentaciones, sin hablar antes ni después de cada pieza descargada como un estallido eléctrico. Y al terminar, se quedaba quieto. Callado. No había nada más. Sólo la música. Bruce Nauman piensa a menudo en Tristano cuando trabaja en una obra. «Desde el principio he intentado hacer arte exactamente igual. Arte es únicamente eso que hay ahí en una ocasión concreta», comparte Nauman en una entrevista con Joan Simon realizada hace una década. Y añade: «Era como si te dieran un golpe en la cara, con el bate de béisbol, o mejor, como si te dieran en la nuca: no los ves venir, te noquea un punto».

Y así, medio sonado, puede abandonarse 'Bruce Nauman. Estancias, cuerpos, palabras', la potente exposición con la que el Museo Picasso Málaga (MPM) ha llevado al límite su apuesta por el arte contemporáneo. Porque si la pinacoteca abrió la puerta en el pasado a las obras de Martin Kippenberger, Richard Prince y Bill Viola; si de manera más reciente se asomó a Jackson Pollock, Francis Bacon, Lucian Freud y Andy Warhol, ahora con Nauman firma la institución su proyecto más ambicioso y arriesgado en estas lides, su cumbre hasta la fecha en la reivindicación que sus gestores han mantenido durante la última década sobre el papel que quiere jugar el museo no sólo en lo relacionado con la revisión del arte moderno del siglo XX, sino también en los debates artísticos de rabiosa actualidad.

Y para la ocasión, el MPM ha puesto sus ojos en uno de los autores más escurridizos, enigmáticos, salvajes y radicales de la escena contemporánea. Un autor en el cruce de caminos entre la instalación, la performance, el dibujo, la escultura y el vídeo. Un creador imposible de someter a una corriente o tendencia. Una suerte de antihéroe que vislumbra desde su retiro en un rancho del sur de Estados Unidos la escena artística contemporánea plagada de fugaces celebridades.

«Ha sido un reto para este museo poder montar esta exposición», resumía este lunes el director artístico de MPM, José Lebrero, sobre el proyecto que hasta el próximo 1 de septiembre reúne casi un centenar de obras realizadas durante las últimas cuadro décadas por un autor fundamental para comprender el devenir del arte contemporáneo del último medio siglo. Porque Nauman (Fort Wayne, Indiana, 1941) nace para la práctica artística con la eclosión del 'happening', evoluciona hacia la perfomance y el vídeo y desemboca en pinturas, dibujos e instalaciones cercanas a la arquitectura. Y en ese viaje formal, algunos asuntos se mantienen constantes en su trabajo: el propio cuerpo como campo de experimentación y conocimiento, la relación entre el sexo y la violencia, la imposibilidad de las palabras para transmitir ciertas ideas y el papel del arte como arma social y política.

Un discurso sin concesiones, radical en forma y fondo, al que responde en Museo Picasso con un montaje tan poco convencional como la propia obra de Nauman, que salta desde las salas hasta ocupar el patio central y el yacimiento arqueológico. Así, las construcciones a modo de laboratorios donde experimentar con el espectador marcan la pauta del paseo por la nueva propuesta de la institución malagueña. Ahí está la sala vacía, a pared pelada, que da la bienvenida al montaje. En ella sólo se escucha, como un mantra, 'Para los niños', como el título de aquellas piezas breves compuestas por Bela Bartok sobre las que también ha trabajado Nauman. «Pese a lo que pueda parecer a simple vista, estamos ante una obra de gran carga política sobre el futuro de los niños que plantea desde esta sala vacía justo esa pregunta '¿Qué mundo le vamos a dejar a nuestros niños?'», ofrecía este martes el comisario de la exposición, Eugen Blume, sobre la pieza que abre el recorrido por el proyecto realizado en colaboración con la Fundación La Caixa.

Acto seguido, 'Instalación de pasillo' (1970) desarrolla la experimentación de Nauman con el propio cuerpo. La pieza ofrece cuatro corredores de distintas anchuras, con los que el autor traslada al espacio construido la sensación de opresión y claustrofobia que a menudo percibe en el ámbito social. Junto con estas construcciones, otro eje fundamental en el trabajo de Nauman llega con sus obras realizadas a partir de neones luminosos, un soporte de origen publicitario que el artista retuerce (también en el sentido literal) para reflexionar sobre el papel del arte ('El verdadero artista ayuda al mundo revelando verdades místicas', lanza la obra en espiral que abre la segunda sala) o sobre las relaciones entre el sexo y la violencia en la explícita 'Sexo y muerte por asesinato y suicidio', donde dos personajes van cambiando de postura para combinar las armas blancas y de fuego con el sexo oral.

Neones y laberintos

Justo esos neones se conjugan con las instalaciones escultóricas en piezas como 'Habitación amarilla' (1973) y 'Piedras negras bajo luz amarilla' (1987) donde Nauman aborda los dilemas de la percepción física y mental. Y entre ambas, las esculturas de Nauman, quizá donde el artista se muestra más fiero y descarnado. 'Tres grandes animales' (1989), 'Círculo de manos' (1996), 'Cuatro pares de cabezas' (1991) y 'Cabeza de Julie' (1990). La defensa de la naturaleza y del trabajo manual, la sexualidad y la violencia de nuevo, cruzan las tallas en suspensión, sujetas con rudos alambres, como reminiscencias de crudas decapitaciones.

Porque de la mano de Nauman, el MPM da un nuevo giro de tuerca a su vertiente contemporánea, que desde el museo enroscan en un relato propio. «Esta exposición sería la tercera parte de una trilogía», establecía este lunes Lebrero para inscribir a Nauman como último eslabón de una cadena fundida con Jackon Pollock (2016) y Andy Warhol (2018) para ofrecer «tres generaciones de artistas que dan una visión de conjunto de cuál ha sido una de las evoluciones importantes en el arte norteamericano».

Y pese a la dureza del discurso y, por momentos, de la propia obra de Nauman, los rectores del MPM confían en que su nueva propuesta les abra nuevas puertas. «Espero que un público más joven venga a visitar esta muestra», ofrecía este lunes el presidente del Consejo Ejecutivo del MPM y mecenas de la institución, Bernard Ruiz-Picasso. Porque desde la propia institución son conscientes de la dificultad -del valor también, por tanto- de su nueva empresa, al asomarse a Nauman, en palabras de Lebrero, como a «un territorio muy extenso, diversificado, plural y costoso de sujetar desde el museo».

Un artista que sacude de dentro afuera. Y también viceversa. Un autor alejado del mundo, un ermitaño incluso de sí mismo, que al recibir la publicación sobre la retrospectiva que el año pasado le dedicaron en la ciudad suiza de Basilea, respondió a sus gestores: «Me ha llegado el catálogo. Yo lo entiendo todo menos el chino, y para mí esto es chino. Gracias, Bruce».

Y después de la descarga, quedarse quieto, callado, como Lenny Tristano al terminar un tema.

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