Un acta notarial cambia el relato de las últimas horas de Federico García Lorca
En abril de 1936, Primo de Rivera dio plenos poderes a Ruiz Alonso para reorganizar la Falange. Los Rosales no podrían haber salvado nunca al poeta, porque no peleaban con un rival político, sino con su jefe
José Antonio Muñoz
Granada
Domingo, 10 de agosto 2025, 07:39
Redondear el relato de los hechos que condujeron al asesinato del poeta granadino Federico García Lorca en la madrugada del 18 de agosto en el ... Barranco de Víznar se ha convertido en uno de los grandes retos para multitud de investigadores, desde muy poco después de que este lamentable suceso se produjera. Algunos han incidido sobre su posible lugar de enterramiento, aún no encontrado pese a que se han desarrollado un buen número de campañas de excavación en el lugar señalado de su ejecución y aledaños. Otros, sobre los días previos a su detención, desde su llegada de Madrid en la noche del 13 de julio huyendo de la crispación de la capital y para celebrar su onomástica y la de su padre –18 de julio, día de San Federico– en familia.
Hay quien ha dedicado su tiempo a reconstruir las horas que mediaron entre su prendimiento en la casa familiar de los Rosales, en la calle Tablas, el día 16 de agosto, y su asesinato. Sin duda, esta es la parte del relato que ha suscitado un mayor cruce de tesis. Ahora, un documento inédito que IDEAL publica en el día de hoy aporta datos claves que cambian el relato de las últimas horas. Son tres páginas, la copia protocolizada de un acta notarial otorgada el 21 de abril de 1936 en la Cárcel Modelo de Madrid, y firmada por José Antonio Primo de Rivera, Raimundo Fernández-Cuesta, Julio Ruiz de Alda, Manuel Valdés y Augusto Barrado, la cúpula de Falange Española, organización política declarada ilegal el 17 de marzo anterior.
El contenido del acta, otorgada ante el notario Manuel González, es inequívoco. Se entregan plenos poderes para reorganizar la estructura del partido en las provincias de Granada y Cuenca, donde se iban a repetir el 3 de mayo las elecciones generales que se habían celebrado entre febrero y marzo, y que a instancias del diputado Fernando de los Ríos se habían declarado inválidas por presuntos amaños de origen caciquil. Las personas que reciben dicho encargo son nueve, pero los nombres que interesan especialmente son los de dos granadinos: Santiago Cardell y Pujalte, quien ejercía como abogado de la Falange, y Ramón Ruiz Alonso, a quien se ha señalado como delator del poeta, y que había sido diputado por Granada en la legislatura inmediatamente anterior, bajo las siglas de la CEDA, Confederación Española de Derechas Autónomas. Este documento coloca a Ruiz Alonso como uno de los máximos responsables de la Falange en Granada. Las implicaciones de este hecho son varias.
«Primo de Rivera apreciaba a los Rosales como hombres de acción, pero necesitaba un perfil político para dirigir»
Miguel Caballero
Investigador lorquiano
El relato de las últimas horas de García Lorca admitido hasta ahora, como afirma el investigador Miguel Caballero, quien ha tenido acceso al documento y lo publicará en su nuevo libro, de próxima aparición, situaba a Ruiz Alonso como un diputado de la CEDA que había perdido su escaño en las elecciones de mayo. «Algunos investigadores daban por hecho que al haber sido elegido por el partido de Gil Robles en febrero, habría concurrido por la misma formación en mayo. Este documento demuestra que no, que en la candidatura denominada Contrarrevolucionaria, Ruiz Alonso entró en el puesto seis ya como miembro de Falange», afirma con rotundidad. Se desmonta así el relato de que Ruiz Alonso habría acudido a Madrid acompañado de los hermanos Rosales, Luis y Pepe, para reunirse con Primo de Rivera en la cárcel, donde le solicitó un sueldo de 1.000 pesetas al mes como liberado –político profesional– y que el líder de la Falange se habría negado a a satisfacer tal petición, convirtiéndose desde ese momento Ruiz Alonso en enemigo tanto de la Falange en sí como de los hermanos Rosales, lo que habría motivado su delación de Federico García Lorca, refugiado en casa de estos, obteniendo la orden de detención que acabó llevando al poeta ante el pelotón de fusilamiento, como publica 'Ideal'.
Era el jefe
Pero no. Ruiz Alonso no era el enemigo político de los Rosales. Era su jefe. Se desmienten así hechos más o menos apócrifos como que Pepe Rosales le pidió en el patio del Gobierno Civil, en la pelea que ambos tuvieron tras la detención de García Lorca, que «se cuadrase ante un superior». No pudo ser, porque el superior era Ruiz Alonso. También pierden peso otras afirmaciones como que los Rosales se reían de la cobardía y la falta de carácter de este, porque, como afirma Caballero, «Ruiz Alonso era cualquier cosa menos un cobarde. Es un personaje con muchas sombras y algunas luces, pero no era un timorato. De hecho, mantuvo algunas trifulcas en las Cortes donde no se arredró y llegó a las manos con la bancada de enfrente».
«En un partido que veneraba las jerarquías, como la Falange, era imposible que no se cumpliera una orden»
Miguel Caballero
Investigador lorquiano
Con estos antecedentes, se despeja una duda que ha rondado a los investigadores lorquianos durante décadas. ¿Pudieron los Rosales salvar a Lorca de la muerte? La respuesta, según Caballero, es no. Definitivamente. Quien había delatado a su amigo y luego propiciaría su ejecución era su superior, no un rival político. «No fue una rencilla entre partidos, sino una disputa en el seno de la Falange que los Rosales sólo podían perder, porque las jerarquías en un partido de inspiración fascista como era Falange eran la norma suprema. Una vez obtenida la orden de detención, la suerte de Federico estaba echada. Quien ordenó el fusilamiento lo hizo a instancias de un jefe de la Falange, no de un diputado sin escaño», concluye.
Cómo fue beneficiario Ruiz Alonso de la máxima confianza de la cúpula de Falange desplazando a los Rosales tiene una explicación muy clara, según el investigador. «José Antonio era un político muy inteligente. Apreciaba a los hermanos Rosales como 'hombres de acción', y sabía que controlaban una fuerza de choque capaz de resolver muchos asuntos. Pero el poder notarial designa a Ruiz Alonso para dirigir el partido porque tenía mayor experiencia política, conocía las entrañas del poder y era capaz de enardecer a las masas con sus discursos». El poeta, en mitad del fuego cruzado. El mismo fuego que lo mató.
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