Málaga viaja por la gran historia de Picasso
La renovada colección del Museo Picasso pone el acento en la gran versatilidad y diversidad de técnicas que exploró el artista a lo largo de 75 años de actividad creadora
María Eugenia Merelo
Domingo, 5 de marzo 2017, 00:37
Tenía Picasso 13 años cuando pintó Retrato de Lola. Exactamente, lo dio por terminado el 1 de diciembre de 1894. No está acreditado que el ... retrato fuese de su hermana, pero refuerza la identidad de la modelo el hecho de que, desde sus primeras obras hasta las últimas, el entorno familiar fuese un imaginario constante en la obra ingente del artista malagueño. Este óleo sobre lienzo recibirá al visitante en la primera sala de la remodelada colección permanente del Museo Picasso Málaga que se inaugurará el próximo 13 de marzo. El cuidado retrato abrirá paso a un escenario distinto, a una nueva etapa en el MPM que, después de 14 años de sólida andadura en la ciudad natal del genio y convertido en el museo más visitado en Andalucía, ha decidido contar nuevas cosas sobre él.
En los nuevos acuerdos entre la Junta de Andalucía y la Fundación Almine y Bernard Ruiz Picasso para el Arte (FABA), esta renovación supone la salida de la pinacoteca de 38 de las 43 piezas cedidas hasta ahora por la institución familiar, entre ellas algunas obras convertidas ya en iconos de la pinacoteca malagueña como Olga Khokhlova con mantilla (1917), Paulo sobre un asno (1923) o Susana y los ancianos (1955). Para la nueva historia que las salas del Palacio de Buenavista van a contar, la fundación cede para los próximos tres años 48 pinturas, 19 esculturas, 26 cerámicas, 13 dibujos, 13 obras gráficas y un cuaderno de dibujo, que se suman a las 233 piezas que inicialmente donaron Christine y Bernard Ruiz-Picasso, nuera y nieto del artista. La nueva hoja de ruta contempla la renovación de la colección permanente cada tres años y de la obra gráfica cada tres meses.
Y en las salas, ¿qué nos contará el Museo Picasso Málaga sobre el artista a partir del día 13? José Lebrero, su director, reflexiona sin prisas ante la pregunta. «La historia de Picasso», responde. Un reto difícil teniendo en cuenta que la historia del artista malagueño abarca una parte importante de la historia del arte del siglo XX. Un lance museográfico cuando hablamos de uno de los mayores pintores que agitó muchos de los artísticos que contagiaron al mundo, del artista más influyente del siglo XX y el más prolífico (más de 20.000 trabajos) a lo largo de sus 75 años de actividad creadora. Una gran aventura creativa, un viaje artístico único.
Ante ese envite, la nueva colección permanente ha optado por el discurso cronológico para poner el acento en la gran versatilidad y diversidad de técnicas que exploró el artista malagueño. Entre la primera y la última de las once salas «ha pasado toda una vida», destaca Lebrero. «Entre un punto y otro añade hay un capítulo importante de la historia del arte del siglo XX». En el nuevo discurso expositivo, destaca, hay «mucho trabajo personal de Bernard Picasso y de la Fundación FABA». «La colección anterior prosigue estaba muy centrada en la pintura y en la escultura. Y Bernard quería que se viera la versatilidad del artista a la hora de explorar técnicas».
Lebrero no esquiva el carácter polémico del término cronológico. «Pero no por ello deja de ser interesante», defiende, mientras recorre algunas de las salas de la pinacoteca. «¿Qué fue primero: lo primero que hizo, lo último que hizo?», cuestiona. «En un periodo tan largo de tiempo, que es el que la colección va a mostrar, hay mucho bucle, hay mucho ciclo. Se puede ver en algunos periodos cosas que vuelven, que ya han estado. Por lo tanto, es una idea de permanencia versátil, que me parece que es algo muy del siglo XXI», argumenta.
Cronología, versatilidad y diversidad de técnicas en el nuevo discurso que transcurre por las salas en donde las obras se ordenan por épocas. «Esto nos plantea también preguntas respecto a la trasversalidad o a la interdisciplinariedad, cosas muy contemporáneas, creo yo», subraya. Y en esta encrucijada, explica una pequeña sección con tres piezas de chapa de la nueva colección. Están hechas a partir de algo que el artista hizo a lo lago de toda su vida: figuritas recortadas con tijeras en cartón o papel. «Un día relata Lebrero conoció a un experto en soldadura de chapa de hierro. Se establece una relación creativa entre Picasso y el chapista y, a partir de los recortables del artista, el soldador las convierte en toda una serie de figuras femeninas. Chapa recortada, doblada y pintada. Su habilidad para sacarle gasolina a cualquier material era tremenda».
Del arte figurativo a la abstracción
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La versatilidad de Pablo Picasso (1881-1973), que le permitió transitar entre el arte figurativo y la abstracción con igual éxito es, junto con la cronología, la idea matriz de la nueva colección. Dos nuevas piezas de la Fundación FABA sirven de ejemplo. Retrato de Lola (1894), una pintura académica que abre el recorrido en la Sala I. Antes de llegar a ser reconocido como un artista moderno, Picasso tiene que aprende a ser pintor. En la Sala II, Cabeza de mujer (1906). «Algo ha pasado. No intenta mimetizar a la modelo, la forma ya es geometrizada», explica José Lebrero. Pintado poco antes de Las señoritas de Avignon (1907), anuncia el gran cambio.
Pintor, escultor, grabador, dibujante, ceramista, el hombre que rompió con la tradición académica que dominaba y admiraba. La extraordinaria aventura creativa del mejor y el más completo artista del siglo XX culmina en la Sala XI del museo con obra de los últimos años, cerrando la nueva colección permanente en unas salas remozadas y con una nueva iluminación de última tecnología patrocinada por la Fundación Sevillana Endesa. Pintando el Siglo de Oro han llamado a esta última estancia, lista ya para la apertura al público. Desde que pintase el Retrato de Lola han pasado más de 70 años. El espacio lo ocupan seis pinturas. Tres ya conocidas de la anterior colección permanente: Bañista (1971), Hombre(1970) y Hombre, mujer y niño (1971). Y tres piezas inéditas: Niño con una pala. (1970), Maternidad (1970) y Busto de hombre (1971). «A partir del año 65 explica el director de la pinacoteca Picasso se interesa por la obra de Rembrant, por la poesía de Shakespeare. Desde que es un jovencito que vive en Barcelona, el artista va a Madrid a ver el Museo del Prado y ahí descubre a Velázquez, a Murillo o al Greco». Y en esto últimos años, sigue siendo un artista inconformista. «Se ve en los trabajos de esta sala, en donde sigue explorando en el color, en la manera de construir el cuadro, en una temática que no le interesa a nadie», argumenta Lebrero. Inmediatamente reflexiona: «¿Por qué pinta un niño con pala un hombre con esa edad?». «Uno puede pensar se responde Lebrero que a las personas mayores les viene los recuerdos de la época dulce de su infancia. También los recuerdos de cuando él pasaba días en la playa con sus hijos Paloma y Claude. Es un pintor familiar, no necesita buscar por ahí modelos. Su familia y la gente que l rodea son sus modelos, están permanentemente en su estudio».
Inquietante es el lienzo Maternidad, ausente de color y con rostros vacíos de rasgos y expresión. «En apariencia, una obra inacabada, pero que el artista dio por finalizada, como deja constancia en el reverso, el 26 de octubre de 1970».
Busto de hombre, formó parte de una exposición realizada en el Palacio de los Papas de Avignon en 1970, tres años antes de la muerte del malagueo. «Los críticos sentenciaron que Picasso estaba agotado. Es un último Picasso y dicen que es decadente», recuerda José Lebrero. «Cuarenta y siete años después, que es el tiempo que ha pasado, hay una nueva generación de artistas como Richard Prince, Kipemberguer o Anton Henning, que expuso no hace mucho en el CAC Málaga, a los que todo esto les interesa mucho», añade.
La puerta de la Sala XI se cierra. Detrás, en once estancias, el Museo Picasso Málaga ha dibujado un nuevo recorrido por la historia del genio que dejó la mayor y más rica obra artística personal en la historia del arte.
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