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José Fernández Molina, con el casco de aviador y el documento que guardaba en su interior.
Un héroe de la II Guerra Mundial en el rastro

Un héroe de la II Guerra Mundial en el rastro

Un coleccionista adquiere en el mercadillo de Benalmádena un casco del piloto de la RAF John Braham

Francisco Griñán

Lunes, 6 de febrero 2017, 00:38

Tiene afición a los mercadillos, aunque no siempre dispone tiempo. Todavía menos un miércoles. Ese día de la semana se celebra en Benalmádena un rastro con objetos de segunda mano. Hace un par de semanas, el coleccionista José Fernández Molina se acercó con el deseo de encontrar algún tesoro y el convencimiento de que, en todo caso, se encontraría una chuchería. Se equivocaba. Entre un montón de utensilios y aparatos que bien podrían estar en un escombrera, encontró lo que buscaba. «Relucía como si fuera el sol al amanecer», asegura recurriendo a una metáfora para explicar lo que sintió al ver un casco de cuero de aviador que apuntaba a ser de la II Guerra Mundial. Le llamó atención el buen estado de la pieza y que, además, incluía la máscara de oxígeno del piloto y las conexiones de audio. Le pedían 15 euros y no se lo tuvo que pensar para llevárselo a casa. Cuando llegó, lo inspeccionó y se llevó otra sorpresa. En su interior, el casco de cuero guardaba los documentos originales que han conducido al rastro de John Randall Daniel Braham, el piloto de la RAF más laureado de la II Guerra Mundial. Un héroe de la aviación, para más señas.

Precisamente, la documentación hallada en la prenda militar muestra la hoja de distinciones de su propietario entre 1939 y 1945. «Es un documento habitual que se entregaba a los soldados y en los que se marcaba las medallas logradas en acto de servicio», explica Fernández Molina que, además de un aficionado al coleccionismo, es un experto acreditado como perito judicial en arqueología y tasador de antigüedades. En esas credenciales con los emblemas se especificaba que el aviador había conseguido cuatro estrellas y dos medallas por participar en la Batalla de Inglaterra o combatir en el Atlántico, Francia y Alemania. Además, el certificado oficial incluye una inscripción manuscrita con las iniciales «J.R.D.B», que coincide con las del condecorado piloto John Randall Daniel Braham, que llegó a derribar 29 aviones enemigos en la II Guerra Mundial y fue un especialista en batallas aéreas nocturnas.

«Con mucho cariño»

Con toda esta documentación acreditativa y el propio casco, José Fernández concluye que «en un 99%» perteneció a Bob Braham, «aunque es necesario certificarlo, lo que no es tarea fácil». Su siguiente paso será contactar con los descendientes del piloto para culminar el proceso de autentificación de esta pieza que, además, se encuentra en buen estado. «Podemos afirmar que durante muchos años han conservado el casco y la máscara con mucho cariño», explica el coleccionista y tasador, que también intentó obtener información sobre la pieza del vendedor en el rastro de Benalmádena, aunque sin suerte. «No pudo darme ninguna pista de cómo llegó a sus manos», señala Fernández Molina que asegura que sería «fascinante» conocer el vuelo de este casco desde las batallas de la II Guerra Mundial hasta la Costa del Sol.

El perito judicial, que tiene experiencia en tasación de trajes de los ejércitos de la contienda europea de mitad del siglo pasado recientemente tasó una chaqueta de paseo de un oficial de caballería nazi, asegura que el valor actual del casco y la máscara de piloto de la Royal Army Force (RAF) ronda los mil euros por su excelente estado de conservación. No obstante, José Fernández, que tiene debilidad por coleccionar uniformes y distinciones militares, asegura que su intención no es deshacerse de la pieza recién adquirida. «En el caso de que lleguemos a certificar la propiedad de John Braham, los objetos personales disparan su cotización y son difíciles de calcular, por lo que su precio sería el que un coleccionista estuviera dispuesto a pagar», apunta el experto tasador que, por si no ha quedado claro, insiste en que el casco ha sido adquirido por el coleccionista que lleva dentro y para él tiene un gran valor «sentimental». Vamos, que no lo vende.

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