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Abraham Coco, Lola García-Ajofrín, Manuel Alcántara, Raúl del Pozo y Antonio Soler, en el Rectorado.
Manuel Alcántara: «El verdadero periodista es el que tiene pasión por la noticia»

Manuel Alcántara: «El verdadero periodista es el que tiene pasión por la noticia»

Raúl del Pozo y Lola García-Ajofrín reciben los premios de periodismo que llevan el nombre del poeta y articulista de SUR

Antonio Javier López

Martes, 10 de noviembre 2015, 23:26

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Junto a la puerta del Rectorado hay una joven negra con un moño inmenso y un vaso blanco de plástico que agita mientras sonríe con dulzura cuando alguien se acerca. Y en ese recorte de la ciudad late una historia. Están por todas partes, cerca y lejos. Sólo hay que ir, ver, oír, volver y contar. La fórmula del periodismo destilada por Enrique Meneses y recordada ayer por Lola García-Ajofrín, inmune al marchitarse de seis aviones, dos trenes y tres días de viaje desde Etiopía hasta Málaga para recoger el Premio Internacional de Periodismo Manuel Alcántara en la modalidad dedicada a los jóvenes profesionales del gremio.

Un oficio reivindicado este martes con pasión y modestia de principiante por el propio Alcántara: «No me confundo con los auténticos periodistas. Los auténticos no son los que gozan de un rincón privilegiado y aciertan o no con una columna. Los periodistas de verdad, entendido el periodista como un cantor de lo cotidiano y como un revelador de instantes, el verdadero periodista es el que está en el periódico, el que da la cara por la noche, el que tiene pasión por la noticia, por la veracidad de la noticia. No el que se exhibe. Eso no lo puedo olvidar nunca».

Tampoco olvida Alcántara los burros asomados a las ventanas en Cuenca. De allí viene Raúl del Pozo, distinguido con el Premio Manuel Alcántara por su trayectoria. Ambos, Alcántara y Del Pozo, abrazados ayer bajo la metralla de los flashes. «Si hubiera sido un muchacho hubiera estado aquí sólo para decir que yo conocí a Raúl del Pozo», confesaba ayer el poeta y articulista de SUR.

Del Pozo agradecía el galardón sin perder la sorna «no se puede resistir la vejez sin un poco de gloria» y confesaba: «Yo sólo soy columnista; es decir, un reportero cansado». Este testigo lo han tomado jóvenes profesionales como Abraham Coco que recibió un accésit por un trabajo sobre las víctimas del accidente ferroviario del Alvia en Galicia y Lola García-Ajofrín, premiada por un reportaje sobre la poligamia en Estados Unidos, que ayer brindó el premio a quienes, como ella, ejercen el oficio de forma autónoma.

«Quiero dedicar este premio a todos esos freelances que se topan cada día con un no, para que tengan claro que después de muchos noes, siempre llega el sí», sostuvo García-Ajofrín antes de recordar otra fórmula de Meneses. Esta tiene que ver con el éxito y se repartiría más o menos así: «Un 70% paciencia, un 20% de profesionalidad y un 10% de potra».

Porque en esa ecuación conviene no descontar el papel que juega la suerte. García-Ajofrín lo sabe bien. Por eso cerró con una última dedicatoria: «A tres compañeros, tres periodistas que creyeron y creen en el periodismo, que fueron a Siria a oír y ver y que estamos desando que vuelvan para contar. Al coraje de Antonio, J. M. López y Ángel Sastre, un amigo al que espero ver muy pronto». Y ahí tragó saliva y alguna lágrima Lola García-Ajofrín.

Una estirpe

Y así, con Del Pozo y García-Ajofrín unidos por el Premio Manuel Alcántara, «se dan la mano el periodismo de trinchera y el periodismo freelance», como ilustró el director de SUR, Manuel Castillo, quien defendió la tarea de informar como un oficio que merece ser reivindicado por quienes lo ejercen.

Alcántara y Del Pozo lo ponen en práctica desde hace décadas. Para el profesor Teodoro León Gross, ambos son «epígonos de una estirpe» reunidos ayer en los premios convocados por la Universidad de Málaga, la Fundación Manuel Alcántara y Prensa Malagueña.

Organizadores y premiados posan para una foto de familia como cierre del acto mientras fuera se cierra la noche. La chica negra del moño inmenso se ha cambiado de lado en la acera y apoya la espalda contra el muro de piedra del Rectorado. Cae una moneda en el vaso y ella regala una sonrisa a estrenar. Sería un buen final para su historia.

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