«En verano mi casa es de locos, pero con ocho hijos debe ser así»

Dígame la verdad, en verano, sin clases, su casa tiene que ser una casa de locos...

(Risas) Sí, por supuesto. Es que tiene que ser así, porque estamos conviviendo todos juntos. Si no fuese una casa de locos, sería un cementerio. Es lo normal. Durante el curso se sobrelleva porque cada uno sabe a qué hora tiene que hacer sus deberes, sus actividades complementarias... Ahora están mucho tiempo en casa, pero esto también hace que se repartan las tareas entre todos: atender a los más pequeñas, planchar, poner lavadoras y es un desahogo. Siempre fomentamos la colaboración en casa porque si no no se puede salir adelante.

Si con dos niños ir de vacaciones supone llevar el coche cargado hasta los topes, ¿cómo se hace con ocho?

Nos llevamos lo imprescindible. Buscamos sitios que, aunque no sean igual que nuestra casa, tengan unas ciertas cosas fundamentales como lavadora, plancha, cocina...

¿Y económicamente cómo se asume?

La verdad es que compensa hacer el gasto porque estamos juntos. A lo mejor no te puedes ir a ciertos hoteles o a ciertos sitios porque no es asequible, pero eso no quiere decir que no puedas pasar unas buenas vacaciones. Los hoteles de cinco estrellas lo dejaremos para cuando seamos mayores.

Pero luego vendrán los nietos...

No, ellos ya saben que nos tienen que dejar un impasse (risas).

Serán unos cazaofertas...

Efectivamente, la misma vida nos enseña a ser así porque no tenemos otra forma de sacar adelante a los hijos y de ese modo ellos se educan en la compra y el gasto responsable.

¿Su hijo menor ha estrenado algo?

Posiblemente sí, pero pocas cosas. Se aprovecha todo y siempre estamos en contacto con otras familias numerosas y nos dejamos cosas.

De forma exagerada, suele decirse que al tercer hijo ya no se le hace ni caso...

En mi casa el último está haciendo un curso de supervivencia. Cuando llega el octavo los otros le van dando pistas de cómo se tienen que hacer las cosas y lo absorbe como una esponja. Se hacen autónomos desde muy pequeños.

Su mujer no será de tener muchos antojos en los embarazos...

No, los antojos los tengo yo (risas). Yo soy el más niño de la casa. Estar con tanto niño hace que te vuelvas niño, además de estar al día de todos los dibujos y estampas que se llevan en cada momento.

No les invitarán mucho a comer...

(Risas). Hombre, nos invitan solo a la pareja, a la familia completa ya es más difícil.

¿Han tenido que escuchar comentarios desagradables?

Muchas veces, hasta en el mismo semáforo gente que comenta que si no tienes más nada que hacer, si estás muy aburrido, si no tienes tele en casa... Pero otros muchos te felicitan y apoyan.

¿Creen que la administración protege a las familias y ayuda suficientemente a las numerosas?

Queda mucho camino por recorrer. La diferencia con los países del norte de Europa es abismal. Creo que es por un cambio de mentalidad. Antes estaba muy bien considerado socialmente tener una familia numerosa, y hemos pasado a ser más raros que un piojo verde. Se ve casi como una irresponsabilidad tener demasiados hijos. Creo que hay que ayudar a las familias numerosas no porque no seamos capaces de cuidarnos nosotras mismas, sino como un reconocimiento por lo que aportamos a la sociedad. Cuando haya que cobrar una pensión yo voy a aportar ochos trabajadores, y eso no se tiene en cuenta.