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Ivana de Vivanco posa entre el tríptico ‘Píndaro’ (izquierda) y ‘Ariadana’. Junto a estas líneas, ‘Retrato familiar’.
Ivana de Vivanco: pintar las palabras

Ivana de Vivanco: pintar las palabras

La joven artista revisa la relación entre imagen y texto en la Galería Isabel Hurley

Antonio Javier López

Jueves, 29 de enero 2015, 01:50

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«Quien desdeña la pintura, delinque contra la verdad, delinque también contra toda esa sabiduría que debemos a los poetas ya que poetas y pintores contribuyen por igual a nuestro conocimiento de las gestas y del aspecto de los héroes y desdeña la proporción, gracias a cuyo ejercicio participa de la razón». Filóstrato de Atenas escribió su libro Descripciones de cuadros hace casi veinte siglos. En él relataba sus impresiones sobre diversas creaciones plásticas que, al contrario que sus palabras, no han sobrevivido al paso del tiempo. O sí. Porque esas escenas laten en los cuadros de Ivana de Vivanco.

La joven artista chileno-peruana, aunque nacida en Lisboa (1989), brinda desde hoy en la Galería Isabel Hurley un conjunto de pinturas y acuarelas inquietantes en las que reflexiona justo sobre lo que planteaba el viejo Filóstrato: la relación entre imagen y palabra. Una Recomposición a partir de escenas domésticas y contemporáneas pobladas por personajes aislados, perdidos como barcos a la deriva.

«El espectador se las tiene que ver con los cuadros. Las obras tienen que hablar por sí mismas», defiende Ivana de Vivanco mientras da los últimos retoques al montaje que podrá visitarse hasta el 21 de marzo. Y a ese mirador de cuadros, reflexivo y paciente, le esperan «regalos» en cada tela de Ivana de Vivanco, que prefiere no dar más detalles.

Luego sí, un ejemplo al menos. El cuadro Ariadna, por ejemplo. Habla la autora: «Lo primero que hice fue dibujar con una cuadrícula el mapa de las islas Cícladas y sobre eso construí no sólo la escena, sino los rostros de los personajes. A pesar de que ese aspecto pueda no apreciarse a simple vista, creo que le da consistencia, densidad, a una obra que habla justo de episodios mitológicos que tuvieron esas islas como escenario».

Surge la palabra escenario y con ella otra de las claves del trabajo de Ivana de Vivanco: «Me interesa mucho la teatralidad de la escena, la iluminación, la composición de la imagen, la actitud de los personajes...», desliza la artista que ahora reside en Leipzig (Alemania) y que brinda otro detalle de las distintas «capas» que esconden sus cuadros: esa Ariadna casi marchita y cansada guarda en la forma de su propio rostro el perímetro de Naxos, la pequeña isla donde la propia Ariadna fue abandonada por Teseo.

«Ariadna siempre aparece majestuosa, rodeada de un ambiente natural voluptuoso, pero en esta ocasión quería ofrecer una recomposición de esas escenas, llevarlas a un ámbito doméstico capaz de crear esa sensación de extrañeza en el espectador», aboga Ivana de Vivanco.

Juego de espejos

Un juego de espejos, de tiempos, que destacan desde la galería malagueña que presenta la obra de la artista: «Mediante un alarde de estrategia en los planteamientos y de todo un ejercicio de estilo, demuestra su total vigencia, hilvanado un relato que sitúa aquello que fue fruto de la Antigüedad en un contexto de dialogo ininterrumpido con la Historia del Arte».

Y así desfila ante el espectador la masificada soledad de Píndaro, los niños ancianos de Retrato familiar, la manifestación hacia ninguna parte de La habitación de la protesta o el vértigo surrealista de Anfión. En casi todos aparece alguien desnudo. Bueno, no. Casi siempre lleva medias. O unas chanclas. Y parece todavía más desvestido, más desvalido, que si no llevase nada.

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