La Cueva del Tesoro de Rincón de la Victoria: De una investigación hace 40 años que motivó risas al interés internacional

Corría el año 1984 cuando dos investigadores de la Prehistoria y la arqueología, Pedro Cantalejo y María del Mar Espejo, recién licenciados, se disponían a revisar las cuevas del Cantal, en Rincón de la Victoria. Iban a comprobar si era cierto lo descrito por el llamado 'papa de la arqueología', Henri Breuil, en dos publicaciones de comienzos del XX: 'L'Anthropologie' y 'Rock Paintings of Southern Andalusia'.

«A la altura de la sala del Lago nos encontramos con otro colega; nos saludamos y comenzamos a hablar», recuerda. En un momento dado, este investigador, aún en activo y del que no quiere desvelar su nombre, les preguntó por el objeto de la visita. Al explicar el proyecto que tenían entre manos –por cierto, uno de los primeros aprobados por la incipiente Junta en Málaga, con el visto bueno de la delegada de Cultura, Emelina Fernández–, comenzó a reír. «Hubo un momento en el que las carcajadas, por decirlo de algún modo, no provocaban bienestar».

«Nos dijo que estas cuevas estaban desahuciadas y que íbamos a dar un patinazo histórico. Pues mira…», afirma Cantalejo, satisfecho de todo lo que han aportado, desde aquel momento incómodo, los análisis de estas oquedades. Sin ir más lejos, recientemente se ha dado a conocer que atesoran las huellas humanas más antiguas del Mediterráneo, todo un enigma. Un patrimonio que, entre otros centros internacionales, ha atraído a la Bradshaw Foundation, con científicos asociados a instituciones de renombre como la Getty Conservation Institute, la Unesco, la National Geographic Society y la Royal Geographical Society.

Pero hasta llegar ahí ha habido varios hitos. El primero, tras la primera incursión, fue la confirmación de que en la Cueva de la Victoria había pinturas paleolíticas.

En los 90 del siglo pasado, a pesar de ello, casi se va al traste esta labor prometedora. Hubo un proyecto para construir sobre las cavidades, fatal para su mantenimiento, advierte Cantalejo. «Hay que entenderlas como un gran edificio debajo de la tierra. El hormigón lo hubiera destrozado», resume. «Al final se paralizó a cambio de la permuta de 25.000 metros cuadrados, que son los terrenos del actual parque arqueológico», relata el científico.

Con las cuevas a salvo, ya, en entre el 2006 y el 2007 sale a la luz el «gran catálogo» que dejaba constancia de que lo dicho por Breuil no era un disparate y que en estas galerías subterráneas todavía hay mucho que encontrar. De hecho, esta primera aproximación está actualmente en plena revisión, gracias a un amplio equipo y a la ayuda de las nuevas tecnologías.

Y es que hasta en la primera sala de la Cueva del Tesoro, que fue la que recibió hace medio siglo el impacto más brutal para convertirla en atractivo turístico. incluido un ascensor, se han documentado sedimentos, datados con Carbono14, que son testimonio de la presencia de los últimos neandertales y de los primeros 'Homo sapiens', es decir, de una época entre 44.100 y 6.900 años antes del presente. Entre ellos, dos concheros en los que había restos de moluscos, que fueron cocinados hace un mínimo 14.000 años.

«La parte más visitada de las cuevas, la supuestamente desahuciada, no se ha podido investigar hasta que fue comprada por el Ayuntamiento en 2023. Hay mucho por hacer. Aunque creemos que lo sabemos todo, no sabemos nada», sentencia Cantalejo.

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