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Delfina Tapia y su hermana Lola, el día de su incorporación a la Policía. Efe
Cincuenta años de la mujer en la Policía Local

Cincuenta años de la mujer en la Policía Local

Córdoba fue el primer municipio español en convocar plazas femeninas. Hoy, apenas representan entre un 10 y un 15% de las plantillas

SAGRARIO ORTEGA

MADRID.

Lunes, 16 de noviembre 2020, 00:06

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«Los conductores se estampaban cuando nos veían, creían que éramos azafatas en mitad de la calle». Pero no. Eran las diez primeras mujeres que, con tacón y falda, comenzaron a regular el tráfico en Córdoba, el primer municipio español que hace 50 años se atrevió a convocar plazas para mujeres en la Policía Local. 27 de abril de 1970. Delfina Tapia, su hermana Lola y otras ocho mujeres más se incorporan a la Policía Local de Córdoba. Habían superado las pruebas de la convocatoria del Ayuntamiento de la ciudad, destinada solo a mujeres. Las plazas para hombres se convocaban aparte. Eran otros tiempos.

Han pasado 50 años y aunque parezca mucho, lo cierto es que la mujer se incorporó tarde a estos cuerpos, sobre todo si se tiene en cuenta que algunas policías locales se crearon hace ya dos siglos. Con un techo de cristal aún sin desquebrajar del todo, las mujeres en esas policías apenas representan en la actualidad entre un 10 y un 15% del total de las plantillas.

A la iniciativa pionera de Córdoba le siguieron Madrid y Valladolid. En la capital, las mujeres se hicieron hueco en su Policía Municipal en 1971. Desde esa fecha y hasta 1980, hubo cinco promociones separadas por género, para después pasar a mixtas. Según datos facilitados a Efe por este cuerpo, la plantilla actual es de unos 5.600 agentes, de los que un 12,4% son mujeres. Una proporción similar a la de Valladolid, ciudad que vio patrullar a la mujer en 1972. Con sus más de 400 agentes desplegados en la actualidad, el porcentaje de mujeres es del 13%.

Lucharon por desterrar del uniforme el tacón y la falda y por realizar las mismas funciones que sus compañeros

Delfi, como la conoce todo el mundo, y Lola son hijas de un guardia civil. Desde pequeñas vieron uniformes en casa y no se lo pensaron cuando se enteraron de que se convocaban plazas para mujeres en la Policía Local de Córdoba. Tenían 21 y 25 años, respectivamente. «Fue una época muy bonita», recuerda Delfi en conversación con Efe. Y explica que sus primeras funciones tenían que ver con la vigilancia del cumplimiento de las ordenanzas municipales, desde el tráfico a los mercados.

Al principio, los ciudadanos se sorprendían al verlas. Con falda y tacón, más de uno creyó que eran azafatas. Precisamente, Delfi, ya jubilada, hizo de modelo y desfiló ante el pleno del Ayuntamiento con tres uniformes distintos para que decidieran cuál sería el oficial de las mujeres.

Vuelta difícil

Embarazada de cinco meses, esta agente regulaba el tráfico en un punto entonces conflictivo de esta ciudad andaluza. «Era un caos», recuerda Delfi. Ya con dos hijos, se fue de excedencia y cuando quiso volver la «política», como ella dice, le puso problemas. Palos en las ruedas que resolvió la justicia.

Mientras, las mujeres del cuerpo lucharon por desterrar del uniforme el tacón y la falda, pero también por poder realizar las mismas funciones que sus compañeros: subirse en las motos y en los coches patrulla. En estos últimos desempeñó Delfi su labor durante 11 años. En la sala del 092 se jubiló. Fue el único puesto donde coincidió con su hermana. Vivió el machismo, dice. Pero también los celos de las mujeres de sus compañeros, que no querían que sus maridos patrullaran con ellas. Afortunadamente, dice orgullosa, «nuestros maridos confiaban en nosotras».

Paloma Rodríguez es oficial, en su mochila carga con 39 años de servicio en la Policía Local de Cádiz y dentro de un mes se jubila. «Mi trabajo me encanta. Es precioso». Y lo avala con este dato: «El 90% de nuestro trabajo es ayudar a los demás». Rodríguez atribuye a problemas de conciliación y a la turnicidad que el porcentaje de mujeres en el cuerpo aún sea bajo. Y lo lamenta, porque las policías aportan muchas cosas. «Somos más de consenso, más reposadas, más de hablar con los ciudadanos», enfatiza.

Ingresó en el cuerpo el 1 de octubre de 1981, pero hasta febrero del año siguiente no tuvo uniforme. Sus compañeros mayores la recibieron bien. «Nos enseñaron mucho». Por el contrario, los más jóvenes tuvieron actitudes más machistas, añade. Tuvo que pelearse para poder conducir los patrulleros. Las mujeres lo tenían prohibido, pero ella comenzó a manejarlos por la noche y logró que se les autorizara.

Rodríguez ascendió, tuvo que escuchar de algún compañero que a él no le daría órdenes y lloró a escondidas, pero consiguió el respeto de todos. En un mes deja el cuerpo. 39 años que resume así: «He disfrutado».

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