Un giro de 180 grados en la sanidad
Mirada periférica ·
El nombramiento como consejero de Antonio Sanz evidencia que Juanma Moreno ha asumido que el área que más dolores de cabeza le ha traído requiere de cambios profundos y soluciones políticas«Este asunto es muy importante como para que se haga política con él». «Hay que escuchar más a los técnicos y menos a los ... políticos». «Debemos dejar a un lado la política y buscar soluciones». «Mientras otros se dedican a hacer política, nosotros estamos centrados en la gestión». Suele ser habitual escuchar cada día cualquiera de estas frases que degradan la actividad política hasta situarla en el rincón de lo irrelevante o incluso de lo pernicioso. Quienes las pronuncian son, casi siempre,... políticos.
Resulta paradójico, pero el discurso de la antipolítica parece tener cada día más fuerza, como si la democracia fuera posible sin el ejercicio de la política y como si las soluciones técnicas, en una institución pública, en una empresa o hasta en una familia, se pudieran tomar al margen de cualquier estrategia trazada en función de los principios, valores y objetivos que cada una tenga o se haya trazado. Por más que se busque y rebusque, no es posible encontrar en la historia mundial la experiencia de un gobierno de tecnócratas sin dirección políticaque se haya coronado con el éxito.
Esto no significa que los políticos no tengan la obligación de empaparse de las áreas que dirigen, pero suponer que el mero conocimiento técnico es aval de buena gestión y garantía de que se tomarán las decisiones acertadas podría llevar al absurdo de creer que para conformar un buen gobierno bastaría con convocar un concurso de méritos.
Resulta paradójico que casi siempre sean los propios políticos quienes se dejan seducir por ese discurso, que en el fondo refleja una escasa convicción democrática, que pone siempre a la política, y a las decisiones políticas, bajo sospecha y quedota de un peligroso halo de impunidad a quienes amparados en el conocimiento técnico se creen con autoridad para imponer sus decisiones pese a no estar obligados a rendir cuentas ante los ciudadanos cada cuatro años.
Abrumado por la crisis derivada de los fallos en el programa de cribado, Juanma Moreno decidió esta semana darle un giro de 180 grados a la Consejería de Salud. De todas las competencias que la Junta ejerce, las de sanidad y educación son sin dudas las más importantes. Pero mientras que una mala gestión en la segunda, lamentablemente, difícilmente tenga alguna vez consecuencias políticas y electorales, la primera sí puede desencadenar grandes crisis y hasta cambios políticos inesperados, como corrobora la historia reciente de esta comunidad.
Sin embargo, a pesar de la evidente importancia que la gestión de la sanidad tiene para un gobierno autonómico, no es fácil recordar a un consejero o consejera de esa área que haya destacado por tener peso político en los gobiernos de los que formaron parte. Tampoco María Jesús Montero, que en su época de titular de sanidad ni siquiera estaba afiliada al PSOE. El cuestionable criterio de dejar a los técnicos al mando de lo importante parece ser un pésimo hábito ideológicamente transversal.
Desde que es presidente, Juanma Moreno también mantuvo esa tradición de consejeros de Salud de bajo perfil. No fue hasta la pandemia que Jesús Aguirre adquirió vuelo ante la opinión pública (lo hizo gracias a su peculiar manera de comunicar) y las dos responsables que nombró en la presente legislatura -primero Catalina García y después Rocío Hernández- no destacaron por su peso político, sino por todo lo contrario.
Por ello, el nombramiento de Antonio Sanz para hacerse cargo ahora de esa responsabilidad no es un mero relevo. Tampoco, solamente, una salida de emergencia ante una situación que ha abierto una crisis cuyas consecuencias son todavía una incógnita. Su designación supone un radical cambio de paradigma sobre todo lo experimentado hasta ahora.
Curiosamente, se suele creer que los gobiernos de tecnócratas suelen ser impulsados por las fuerzas de derecha y que es la izquierda desde donde se reivindica a la política. Sin embargo, en esta ocasión, la mayor parte de las críticas lanzadas contra el nombramiento de Sanz por tratarse de un político, y no de un técnico, partieron precisamente desde la izquierda.
El cambio comienza por la modificación del nombre de la consejería, Sanidad en lugar de Salud, un hecho que se puede considerar anecdótico pero que también puede tener una lectura más profunda si se considera que de salud entienden los médicos, pero la sanidad, la política sanitaria, es responsabilidad de los políticos.
Y sigue por el propio perfil del consejero, que rompe con la idea absurda de que el titular de Educación debe ser un pedagogo; el de Fomento, un ingeniero o el de Sanidad, un médico. El Gobierno puede, y debe, valerse de pedagogos, ingenieros o médicos para gestionar los asuntos públicos, pero las políticas las deciden los políticos a partir de los principios y los programas por los que los ciudadanos les han dado el poder de tomar decisiones y por las que los evaluarán al final del mandato.
El nombramiento de Sanz debe leerse porque después de todo lo que viene sucediendo en la sanidad andaluza -no en las últimas semanas y ni siquiera en los últimos siete años, sino desde mucho antes-, el presidente de la Junta considera necesario tomar decisiones políticas de calado. Ha llegado a esa conclusión tardíamente y después de comprender que no ha bastado con aumentar sistemáticamente durante todo este tiempo el presupuesto de la sanidad pública hasta situarlo un 50 por ciento por encima de donde lo encontró. Como el mismo reconoció, la crisis de los cribados ha sido un revulsivo y ha marcado un punto de inflexión.
La reacción que el presidente de la Junta tuvo ante esta crisis, con la elaboración en pocos días de un plan de acción que supondrá una inyección de más de 100 millones de euros en los programas de cribado, evidencia que no habrá cicatería presupuestaria y que los recursos se sacarán de donde sea para buscar soluciones.
Sin embargo, la experiencia reciente demuestra que no se trata sólo de inyectar recursos, sino de hacerlo bien. Con puntería, con criterio, con control y también en aplicación de un plan surgido de una estrategia con objetivos y plazos marcados. Todo eso es lo que tiene ahora por delante Antonio Sanz.
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