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Lunes, 4 de abril 2022, 01:11
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Se consideran una pequeña gran familia con 12 miembros, a pesar de que lleven tan sólo un mes realizando las prácticas juntos. Este heterogéneo grupo comenzó el 7 de marzo el curso 'Punto Formativo Camarero/a de Barra y Sala', una capacitación que impulsa Arrabal-AID junto a Fundación 'La Caixa' a través del programa Incorpora para ayudar a personas en riesgo o exclusión social. Además, no importa en el momento vital en el que se encuentren y no se hacen distinciones por edad: en esta formación todo el mundo tiene su hueco. Tanto que en este grupo hay futuros profesionales de la restauración desde los 26 hasta los 59 años.
La más veterana es Flavia Borean, una mujer originaria de Venezuela que llegó a España hace menos de un año. Lo que para Flavia y su marido fue un viaje casi de vacaciones, con el fin de visitar a sus hijos que se encuentran trabajando en Europa, ha supuesto un cambio total en sus vidas: ambos decidieron probar suerte en Málaga, echar raíces y buscar trabajo, pues pudieron hacerlo al compartir nacionalidad española. Flavia reconoce que la ciudad le enamoró por su «hospitalidad y calidad», algo que ha ido reafirmándose durante esta capacitación profesional.
En el lado opuesto, el más joven del grupo es Alessandro, que aunque ya había trabajado anteriormente en distintos bares y discotecas de la Costa del Sol casi siempre «lo había hecho sin contrato», algo que nunca le dio la posibilidad de estabilizar su vida y, mucho menos, de aprender el oficio como es debido. Javier Granda es el profesional a cargo de impartir y este curso y en él va explicando a los 11 usuarios cómo mejorar su técnica: El uso correcto de la maquinaria, los útiles y el menaje de restaurante, la mejora de sus habilidades sociales y competencias, el servicio en mesa (también en habitaciones de hotel y servicios tipo bufé), la atención al cliente, la formalización de comandas, la seguridad, el higiene y la prevención de riesgos laborales, e incluso el corte de jamón o el inglés enfocado a la restauración.
Aunque no es la primera vez que Granda imparte este curso, reconoce que el grupo al que ahora enseña «es uno de los mejores» por su disposición, porque «aceptan las críticas» de buen agrado y mejoran cada día de forma notable. Este es el caso de Francisco, que aunque lleva «toda la vida» en la hostelería su formación ha sido siempre autodidacta: «Cuando era adolescente, con 14 años, mi abuela me dijo que sería imprescindible que aprendiera a cocinar y que me vendría bien en la vida. Así fue, aunque ahora quiero mejorar mi técnica, olvidar algunos vicios en la hostelería y a la hora de trabajar y, por supuesto, encontrar un empleo», relata este hombre de 37 años, que viene de Fuengirola.
A su lado, Miguel Ruiz, de 54, llevaba toda su vida en distintas cadenas de supermercado, pero en la última en la que estuvo no todo fue como esperaba: «Tuve un encontronazo con mi jefe, no me gustó cómo hicieron las cosas y estuve unos meses buscándome las habichuelas, pero no las encontraba. Entonces estuve en el paro y la verdad es que fue duro para mí. Arrabal-AID me está ayudando mucho, también psicológicamente. Y ahora me encuentro muy bien, tengo ganas de terminar el curso y trabajar, además he conocido compañeros increíbles, somos como una familia porque ha surgido chispa entre nosotros y nos ayudamos, hay mucha colaboración», relata este malagueño, algo que suscriben sus compañeros.
Tanto es así que Solange, proveniente de Ecuador aunque residente en Málaga desde hace 14 años, reconoce sentirse «muy a gusto» en un ambiente laboral así, aunque sea un simulacro. Esta mujer se mudó con su marido cuando aún estaba en su etapa de estudio, y en Málaga, aunque no encontró trabajo rápidamente, sí halló tranquilidad para vivir con sus tres hijos. Algo que también le ocurrió a Cleidis, una mujer colombiana que reconoce querer dejar atrás su vida anterior y comenzar una nueva gracias a esta formación: «Los inmigrantes en España no lo tenemos fácil para encontrar trabajo, pero aquí tenemos una seguridad que en nuestros países no, y eso da mucha paz. En mi país no puedes andar con el teléfono tranquila por la calle», apunta esta mujer.
En el lado opuesto de la mesa, Rocío viene desde Ciudad Real, su ciudad natal, y aunque allí ya había trabajado como camarera siempre fue de forma autodidacta: «Estas formaciones son muy valiosas, porque cada curso relacionado que tengas que pagarte tú es un dinero muy elevado que a veces no puedes costear. Debería haber más formaciones así para personas que no tienen tantos recursos, y no sólo de hostelería, también de otros ámbitos», relata con confianza.
Este grupo estará hasta finales de mayo formándose en Le Grand Café del Centro, espacio que ha cedido sus instalaciones de forma altruista para que las segundas oportunidades laborales sean posibles.
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