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A CADA UNO LO SUYO

¿Estoy excomulgado?

Queridos lectores, les pido disculpas anticipadas por el contenido y alcance de la columna de hoy, pero ha coincidido su redacción con unos momentos difíciles para quien suscribe

PEDRO MORENO BRENES

Lunes, 28 de abril 2014, 09:35

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Queridos lectores, les pido disculpas anticipadas por el contenido y alcance de la columna de hoy, pero ha coincidido su redacción con unos momentos difíciles para quien suscribe. Puede que para otras personas esto no tenga importancia pero el despiadado cuestionamiento de mi condición de católico por algunos fanáticos, que incluso llegan a imputarme el ataque a crucifijos y la persecución y asesinatos de sacerdotes, siendo profundamente desagradable, puedo llevarlo con resignación ante lo disparatado de su contenido, carente de toda credibilidad ante cualquier persona con un mínimo de sentido común. Sin embargo no logro asimilar el impacto que causa el hecho de que el obispo, la máxima autoridad de la Iglesia de Málaga, a la que pertenezco y de la que no me sacarán, me acusara directamente de causar dolor, confusión y escándalo en los fieles católicos por pronunciar un pregón (el de la Agrupación de Congregaciones, Hermandades y Cofradías de Gloria de Málaga de este año) donde, con mi leal saber y entender y con el corazón, intentaba cumplir con el encargo recibido, hablar de las Glorias, de su significado y de las señas de identidad del actuar de un católico, profesar su fe con valentía y sin esconderse de nada ni de nadie, con la verdad por delante y con el debido cumplimiento del mandato a cumplir por todo cristiano, el amor al prójimo.

En el pregón intenté expresar mis certezas y mis dudas en temas tan delicados como la fe, la Iglesia, la fraternidad, la justicia social y mi tozuda insistencia en que hay que sumar y no restar, que hay que buscar encuentros y no recrearnos en la confrontación, y que podemos y debemos hacerlo con la cabeza alta y con la convicción de que es el mejor servicio a la Iglesia que queremos, la que nos debe guiar en el viaje hacia Dios pero sin salir del camino de los hombres y de las mujeres. Hablé de muchas cosas, intenté trasladar ideas, creencias y todo desde mi conciencia, que es la de, le pese a quien le pese, un católico, que no alardea de serlo pero tampoco se avergüenza de proclamarlo. Le ruego a quienes juzguen de forma crítica mi pregón (y están en su legítimo derecho para hacerlo), que valoren todo su contenido, no un aspecto, por muy significativo que sea, y si no pudieron o quisieron estar, que al menos recaben toda la información para evitar juicios precipitados. En efecto, no hay texto escrito, porque tengo mi propio estilo y no ha sido un pregón convencional, quería mirar la cara a la gente mientras hablaba y el mejor formato para eso es el de la exposición oral, sin leer y en el monólogo más cercano al diálogo de los gestos y las miradas. Supongo que alguna copia grabada habrá en la red. En cualquier caso, el diario SUR recogía con bastante fidelidad mis palabras, respecto a lo que creado polémica, en los siguientes términos: «Los seres humanos necesitamos amar, entregarnos en cuerpo y en alma, y cada uno lo hace como quiere, como siente. Yo soy heterosexual, quiero a mi mujer, y he formado con ella una familia. ¿Es mi vida desordenada? ¿Es mi vida un trastorno? ¿Quién soy yo para decir a quien quiere vivir y amar conforme a lo que siente que es un trastorno y una vida desordenada? Pongámonos en su piel. Imaginemos que nos obligan de pequeños a sentir lo que no sentimos, imaginemos que nos obligan a una vida que no es la nuestra y que nos dan dos alternativas: o el ostracismo o la soledad». «Se lo digo con toda solemnidad, con la convicción absoluta de que soy coherente con lo que creo. Pedro Moreno Brenes ha defendido, defiende y defenderá el derecho de todos, quieran lo que quieran o sean como sean, a amar y ser amados. Defenderá el derecho de todas y todos a querer y a volver a querer y a no renunciar al amor. Estoy convencido de que lo que digo es totalmente coherente con el mandato divino de que nos amemos como Dios nos ha amado. Este mandato divino no tiene fronteras ni orientación, y a ninguna hermana o hermano lo voy a condenar por lo que sienta, porque me estaré condenando a mí mismo». Por su parte, en el diario La Opinión, se recogía una entrevista donde exponía mi opinión sobre el matrimonio homosexual y pedía que «alguien tiene que dar una explicación sobre en qué se fundamenta la «doctrina oficial» respecto a la unión entre homosexuales y la hipotética ortodoxia».

Según el Sr. Obispo, mis palabras antes señaladas «contradicen de plano la doctrina y el magisterio de la Iglesia Católica», son «opiniones personales que contradicen la moral de la Iglesia Católica» y son «hechos tan lamentables que, sin duda, conducen a una confusión entre los fieles, escándalo para otros muchos y dolor para todos».

Según el Código de Derecho Canónico vigente, art. 751, «Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma».

Según el 750 «Se ha de creer con fe divina y católica todo aquello que se contiene en la palabra de Dios escrita o transmitida por tradición, es decir, en el único depósito de la fe encomendado a la Iglesia, y que además es propuesto como revelado por Dios, ya sea por el magisterio solemne de la Iglesia, ya por su magisterio ordinario y universal, que se manifiesta en la común adhesión de los fieles bajo la guía del sagrado magisterio; por tanto, todos están obligados a evitar cualquier doctrina contraria.» Tengo la conciencia tranquila de que no negado ninguna verdad que se tenga que creer con fe divina y católica, pero dada la gravedad de las palabras del Sr. Obispo, se deduce que él piensa lo contrario. El citado delito está castigado con la excomunión latae sententiae ( es decir, sin declaración expresa de la autoridad eclesiástica competente), y la excomunión excluye al reo de la comunión con la Iglesia (según el canon 1331.1, se prohibe al excomulgado recibir los sacramentos, entre otras limitaciones).

Comprenderán ahora que tengo derecho, ante la ausencia de una declaración de excomunión expresa, a conocer mi situación jurídica ante la Iglesia ya que del tenor de las declaraciones del Sr. Obispo, parece que me sitúa ya fuera de la Iglesia. No dude nadie que apelaré, conforme a Derecho, pues no me considero mejor católico que nadie, pero tampoco peor que algunos que sufren de severa sordera ante el dolor de los que no sufren deficiencias, pero son tratados como si así fuera.

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