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ANTONIO GARRIDO De la Academia Norteamericana de la Lengua Española y Correspondiente de la RAE
Lunes, 8 de febrero 2010, 21:56
Y llegaron los franceses, primero como aliados y después como ocupantes. El pueblo de Madrid se levantó para impedir que se llevaran a los infantes y España entera se alzó en armas contra el invasor, ya tenemos montada la Guerra de la Independencia, la primera guerra nacional en la que todo el país fue unánime en el esfuerzo, una contienda que tuvo consecuencias terribles en todos los órdenes de la vida menos para aquel despreciable Rey Felón que fue Fernando VII el Choricero, el que felicitaba a Napoleón por sus victorias sobre sus pobres súbditos que lo llamaron, al menos al principio, Fernando el Deseado. ¡Pobres españoles!
En su avance hacia el sur los franceses sufrieron su primera derrota en la batalla de Bailén, corría 1808. En aquella acción destacó el gobernador Teodoro Reding al frente de los voluntarios malagueños. El triunfo exaltó aún más a la ciudad que desde el primer momento se había alzado en armas llena de entusiasmo. Un año más tarde este entusiasmo se renovó, valor suicida, al tener noticias de que los franceses, mejor preparados, volvían al sur para conquistarlo.
Era seguro que los gabachos llegarían a la ciudad y dos posiciones se enfrentaron a la hora de decidir qué hacer antes esta amenaza. Los que tenían los pies en la tierra aconsejaban la rendición pero los más exaltados patriotas, recordando Bailén seguramente, se mostraron a favor de la resistencia. Las cabezas visibles del desatino fueron el capuchino Francisco Berrocal, que clero belicoso lo hubo siempre, el teniente coronel Vicente Abello y los tres hermanos San Millán, Bernardo, José y Rafael. Se impusieron a las autoridades y allá que salieron con mucha moral para enfrentarse al enemigo sin medir ni pesar la realidad que de esta madera se hacían los héroes que después el pueblo cantaba en romances.
El Cuarto Cuerpo del ejército francés, al mando del general Horacio Sebastiani, ocupó Antequera y después de la infructuosa refriega en el Fuerte de la Boca del Asno, el 5 de febrero, sobre las dos de la tarde, los defensores del Camino de Antequera, a la altura de Teatinos, se las tuvieron que ver con un ejército veterano en el que no faltaban los aguerridos lanceros polacos. Abello huyó cual conejo y Sebastiani entró en la ciudad que fue sometida al saqueo y que quedó ocupada hasta el 28 de agosto de 1812 en que entraron las tropas del general Ballesteros. Hasta aquí el contexto histórico, desde aquí la historia de la lengua en uno de sus niveles más sentidos por el imaginario, el plano léxico del idioma que en este caso se refiere a una palabra que se considera propia de Málaga, el término 'merdellón'. La etimología popular, consagrada en algún ¿diccionario o vocabulario? de supuestos malagueñismos, pretende que los franceses calificarían a los habitantes de la ciudad de 'merde de gens' y de aquí es fácil llegar a la palabra que analizamos. Es muy improbable, mejor, imposible, porque es una estructura que no es normal en el idioma galo, lo habitual es 'gens de merde' y no con el significado que veré dentro de un momento sino con el de grupo social sin valor.
Por otra parte la palabra ya aparece en el tomo cuarto del Diccionario de Autoridades (1734) sin atribución regional sino con valor de uso general que es el que conserva en la última edición de la obra académica pero con variantes pues en la edición de 1992 se establece la etimología del italiano arcaico 'merdellone', 'merdoso', y la definición es «criado o criada que sirve con desaseo». Autoridades define 'merdellón-na' como un adjetivo que es «voz familiar y baja, con que se reprehende al criado o criada que sirve con desaseo». La correspondencia latina es 'spurcus', también adjetivo, que en su primera acepción es «sucio, manchado, puerco, inmundo, repugnante». Es palabra relacionada con 'merdoso/a', que se define como «asqueroso, sucio y lleno de mierda, de cuya voz se forma». Es palabra que aparece en Nebrija y en el Padre Alcalá. La autoridad que se utiliza es un refrán: «Madre piadosa, cría hija merdosa».
No se suele citar el 'Diccionario Castellano' de Esteban de Terreros de 1787 que traduce la palabra directamente del latín como puerco, desaseado. El María Moliner repite la definición y el Corominas hace derivar el término 'mierda', del latín 'merda'. Manuel Seco ofrece dos acepciones, la del criado con ejemplo de Cela y una ampliación del significado referido a personas sucias y desaseadas en general con ejemplo de Gala. Posiblemente la palabra, como sucede con hortera que era «mancebo de ciertas tiendas de mercader» y se amplió a «vulgar y de mal gusto» sufrió una ampliación para referirse, según mi criterio, a «persona ordinaria y grosera en el carácter, de mal gusto, con independencia de clase social y nivel económico». No es exclusiva de Málaga pero aquí se siente como propia, pero eso es otra historia.
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