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ANÁLISIS

Mucha geopolítica

PEDRO BAÑOS

Viernes, 18 de septiembre 2009, 03:30

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F inalmente, se ha impuesto la lógica geopolítica. El carísimo escudo antimisiles -más de 80.000 millones de euros (mal)gastados hasta la fecha- no ha podido demostrar su eficacia ante un ataque real. Es una conclusión demoledora confirmada por los mejores científicos norteamericanos, incluyendo diez premios Nobel. De las trece pruebas efectuadas desde 1999, algunas en sospechosas circunstancias favorables, casi la mitad ha fallado.

La justificación militar era más que discutible. Si Corea del Norte lanzara un misil de muy largo alcance contra el corazón de Estados Unidos -en el caso de que lo tuviera, pues sus más avanzados Taepodong 2 justo pueden rozar Alaska-, su trayectoria natural sería a través del océano Pacífico, pero nunca por suelo europeo. En el caso de Irán, los informes de inteligencia más fiables otorgan a sus misiles un alcance máximo de 2.000 kilómetros, apenas para llegar a las zonas más surorientales de Europa. Lo único que se estaba consiguiendo era enrabietar a una fortalecida Rusia.

Los rusos alegaban que si el escudo era para proteger a Estados Unidos y a Europa frente a países 'rebeldes', ellos también debían participar, por lo que llegaron a ofrecer un potente radar situado en Gabala, Azerbaiyán, próximo a Irán.

Se trataba de unos recelos justificados que Washington no se podía permitir por más tiempo. Necesita del Kremlin para evitar la proliferación nuclear -desde su colaboración frente al terrorismo atómico a la protección del material fisible- y para utilizar su espacio aéreo en el escenario afgano. Tenía que evitar, además, que Rusia llegara a vender a Irán los prometidos misiles antiaéreos S-300. Pero, sobre todo, había que impedir que una excesiva, e innecesaria presión llevara a Moscú a una definitiva alianza con China. La asociación geoestratégica de ambos comenzó en 2001 con la creación de la Organización de Cooperación de Shangai, consecuencia en gran medida de la ruptura por parte de EE UU de la promesa hecha de que jamás instalaría un escudo antimisiles en Europa del Este.

De consolidarse esta alianza, al potencial humano y económico -demostrado en la actual crisis- de Pekín se unirían los fabulosos recursos naturales, el desarrollo tecnológico y la experiencia imperial de Moscú. Un colosal riesgo que Obama ha sabido frenar.

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