Teoría del zopenco de carretera
JUAN ANTONIO MORGADO
Jueves, 27 de agosto 2009, 03:44
HAY dos palabras que definen el verano: calor y atasco. Del primer término la madre Naturaleza nos manda cada año la dosis que ella ... considera oportuna. Generalmente no suele quedarse corta, sobre todo porque el cambio climático también pone de su parte. Los atascos corren por cuenta del hombre, con lo cual el asunto se desmadra hasta límites insospechados. Paga de esta forma el ser humano un alto peaje fruto del progreso. Miles de conductores atrapados sobre el asfalto durante horas son el paradigma del atraso, del tiempo perdido en un siglo en el que tanto valor adquieren los minutos. Hay dos clases de atascos: inevitables y evitables. Del evitable casi siempre tiene la culpa el zopenco de carretera. Este espécimen se apalanca en el carril izquierdo de la autovía y permanece en él hasta que a la cerrazón de su cerebro se le abre una milagrosa espita transcurridos muchos minutos. Ni que decir tiene que el carril derecho está ocupado por camiones, con lo que el otro flanco queda al albur de nuestro protagonista. El velocímetro de su vehículo oscila entre 80 y 90 a pesar de que está permitido circular a 120. A él le da igual, va a lo suyo, y, como dicen en mi pueblo, «el que venga detrás, que arree». Es curioso, pero cuando el zopenco se coloca por fin a la derecha y lo adelantamos, comprobamos que la cara es el espejo del alma.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.