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BARQUERITO
Viernes, 12 de octubre 2007, 04:03
El Juli le brindó el primero de sus dos toros a Armando Gutiérrez, su mozo de espadas desde el día del debut con picadores y hasta hoy. Nueve años de matador de alternativa, 25 años recién cumplidos y ayer mataba en Zaragoza la corrida número mil de su carrera. Sin embargo, sólo pudo retratarse de verdad con el capote en el saludo. La querencia del toro eran las tablas. El Juli le pegó cuatro muletazos de horma, tanteo y engaño. El toro se defendió sin humillar. El Juli atacó con corazón y por derecho y enterró media arriba pero algo trasera. El toro que completó la ronda de las mil fiestas no sacó mejor estilo. Justo de cara y largo, El Juli no pudo engarzarlo como al otro. Pidió que lo picaran con máxima compasión. Y así se hizo. Una tanda le duró el toro vivo a Julián. Un jaleo.
Pero la primera vez que tuvo que hacer trabajo forzado, se rebrincó el toro. Dos veces desarmó a El Juli, que reaccionó como suele: un desplante inerme y, recuperada la muleta, un molinete. Y al fin, un pinchazo arriba y una estocada desprendida y letal. Así pasó la mil. Con el viento de cara. Pero la mil se convirtió en una fiesta de El Fandi, que se llevó los dos únicos toros relevantes de la corrida de El Pilar. Al tercero lo premió el palco sin mayor razón con la vuelta al ruedo.
El sexto, que se vino arriba en la muleta y tuvo bastante más motor y fondo, protestó en la primera vara, arreó en banderillas con aire bravo y se empleó en la muleta sin reservas. El Fandi les hizo virguerías con el capote.
Virguerías en cadena
Y más virguerías en banderillas que pusieron a la mayoría al borde del éxtasis. Templado, aparatoso El Fandi, habilidoso, la muleta al hocico, una ruidosa tanda de rodillas: alboroto monumental. Dos estocadas, a paso de banderillas naturalmente. La segunda fue, por tendida, de muerte lenta. Una oreja de cada toro. Finito, que sólo pudo abreviar con un cuarto plantado y rendido tras haber empujado y sangrado en una larga vara, le pegó a un primero pajuno, distraído y apagado algunos muletazos deliciosos: por la cadencia, el compás en el embroque y el regusto. Perfectos.
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