Borrar
Realizan grandes nidos comunales. :: ÁLVARO CABRERA
Una década de cotorras
MÁLAGA

Una década de cotorras

El clima subtropical de Málaga es el perfecto caldo de cultivo para que esta especie invasora se reproduzca a pasos agigantadosLlegaron para quedarse y hoy se cuentan a miles. Han conquistado parques y jardines

PILAR R. QUIRÓS prquiros@diariosur.es

Lunes, 1 de agosto 2011, 12:54

La Consejería de Medio Ambiente las sigue viendo como invasoras en su catálogo andaluz de especies exóticas. Pero la invasión se produjo hace ya más de una década y la realidad es que están perfectamente asentadas en el panorama urbano de Málaga. No llegaron como los vikingos ni tampoco como los romanos, lo suyo fue más bien ocupar los huecos o espacios en los que no se comprometiese a su prole y desde entonces no han dado mucha guerra, aunque chillen como condenadas. Son las cotorras argentinas, que han ido conquistando con sus nidos comunales buena parte de los eucaliptos y palmeras de la ciudad.

En la avenida Herrera Oria las escuchan todos los días. Han tomado como base de operaciones un enorme eucalipto y se mueven con conocimiento del terreno, el que les da llevar más de una década asentadas en esta urbe. Pero ésta no es una imagen atípica, estas aves exóticas provenientes de Sudamérica han hecho suyas también las inmediaciones de Tabacalera, el Parque, el paseo de los Curas, el hospital Materno, jardines de Pedro Luis Alonso, el Limonar, la avenida de La Rosaleda, la finca de La Concepción, entre otros zonas, y su punto de partida, la desembocadura del río Guadalhorce. Como bien explica el director del parque natural Montes de Málaga y biólogo, Rafael Haro, no hay prácticamente ningún parque de Málaga en el que no estén representadas. De hecho, vuelan en grandes bandadas, porque son muy gregarias, y se las escucha muy bien porque son muy 'gritonas'.

Pero las cotorras argentinas, también llamadas monje, no cruzaron el Charco solas. La moda de las aves exóticas llegó a Málaga a finales de los 70, y desde entonces, estas aves, escapadas de jaulas o pajarerías, o abandonadas por sus amos han ido poblando los parques y jardines malagueños, lo más parecido a la selva, su hábitat natural. De la familia de los loros, de hecho la mayoría de los transeúntes las llama loritos, su tradicional área de distribución abarca Argentina, Bolivia, Paraguay, Brasil y Uruguay, pero dentro de 100 años podrían formar parte de los catálogos de aves autóctonas de la provincia si siguen reproduciéndose de esta forma, es decir, a ritmo desorbitado. Casi en progresión geométrica.

Hoy por hoy, y pese a que la ficha de la Consejería de Medio Ambiente, indica que la cotorra argentina puede desplazar a otras especies con las que puede competir por alimento (grano, fruta, etc) y que puede depredar los pollos y huevos de otras aves, lo cierto es que biólogos y ornitólogos de la Sociedad Española de Ornitología (SEO-Málaga) consultados por este periódico subrayan que no hay estudios concluyentes acerca de que de verdad desplacen a alguna especie en concreto. Uno de los mayores peligros de las especies invasoras es que se hibriden con las autóctonas, y puesto que en España no hay ningún tipo de loro autóctono esta premisa tampoco puede darse. «No se da el problema, por ejemplo, que existía con la malvasía canela, que introducida por los británicos, se hibrida con la nuestra cabeciblanca; por ahora no hay estudios concluyentes de que desplacen severamente a ninguna especie en concreto», subraya Haro.

En el variado ramillete de 'vecinos exóticos' también figuran las cotorras de Kramer, que se diferencian de las argentinas por su tono verdoso uniforme por todo el cuerpo, mientras que las argentinas tienen la frente y partes inferiores de color grisáceo y las alas y cola ligeramente teñidas de azul; bengalíes rojos, picos de coral del continente africano y tórtolas turcas, que se distribuyen por las zonas costeras, y sobre todo los humedales. Las tórtolas turcas han sido las únicas que han llegado por su 'propia ala', volando incansablemente han colonizado el este de Europa desde los años 50 hasta llegar, a finales de la década de los 70, a la Península Ibérica.

El agradable clima subtropical de Málaga ha sido el gancho. Los suaves inviernos malacitanos con una temperatura media superior a 12 grados centígrados, con riesgo de heladas prácticamente nulos, ha sido su gran caldo de cultivo. La alimentación, sobre todo de frutas silvestres y yemas de hojas, fundamentalmente, aunque también de semillas, posibilita su fácil reproducción y crianza de la prole. Ahora, como si éste fuese su hábitat, que seguramente acabará siéndolo, montan sus nidos y tienen sus crías, que se siguen repartiendo por toda la franja costera.

Y, lo mejor de todo, para ellas, claro está, es que hay pocos predadores en el cielo malagueño tipo halcones o similares que quieran ingerirlas para el almuerzo. Así que si nadie las espanta, las controla, o las elimina (como propone entre líneas el plan andaluz para especies exóticas), las cotorras seguirán reproduciéndose a placer. De hecho, en Argentina, Uruguay, Paraguay o Brasil ya son consideradas plagas agrícolas. Aquí aún están muy lejos de protagonizar 'asaltos' en el campo, pero aún es pronto para analizar este extremo, que se verá con el paso de los años.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur Una década de cotorras