«A veces el miedo nos impide hacer cosas que nos harían más felices»
La autora se inspira en la historia de su abuela para escribir su novela más clásica, 'Contigo aprendí', con la que ha ganado el Premio Fernando LaraSilvia Grijalba Escritora y periodista
MARINA MARTÍNEZ
Viernes, 8 de julio 2011, 03:32
Siempre rondó en su cabeza. Desde su primera novela, 'Alivio rápido'. Luego vendrían 'Atrapada en el limbo' y diversos ensayos sobre música. Pero la ... historia seguía en su cabeza. En el fondo, Silvia Grijalba (Madrid, 1967) sigue pensando que comenzó a escribir para poder llegar algún día a contar la historia de su abuela, una adelantada a su tiempo que conoció la Cuba y el Nueva York de los años 30, y que fue capaz de abandonarlo todo por amor. Un relato de pasiones incontrolables y engaños al más puro estilo de Jane Austen con el que ha ganado el Premio de Novela Fernando Lara. La presentará en septiembre en Málaga, ciudad a la que está estrechamente unida y a la que se escapa siempre que puede. Una de sus citas ineludibles es 'Poesía del rock', ciclo que dirige y que organiza cada año el Instituto Municipal del Libro. No duda en hacer un alto en la gira de presentación para atender nuestra llamada desde su segunda tierra.
-Creo que esta novela responde a una necesidad...
-Sí, yo creo que me he dedicado a la literatura por la necesidad de escribir esta novela. Mi abuela me contó esta historia y me pareció tan potente que pensé que había que plasmarla en una novela. Pero todo ese triángulo amoroso, sus viajes y la gente que conoció me hacía pensar en que tenía que ser una novela clásica, decimonónica, al estilo de las hermanas Bronte o Thomas Hardy, y para llegar a eso necesitaba tener oficio y cierta madurez.
-Sin duda es su novela más clásica.
-Sí, pero porque la historia me pedía que fuera así, una mezcla entre la novela del XIX y 'El gran Gatsby', que habla también de esa época de locura y hedonismo.
- También una época de cambios y de contrastes entre España y América.
-Bueno, aquella España en realidad no era tan retrógrada, no olvidemos que en el 31 se aprobó el divorcio. Sin embargo, era un país en el que el catolicismo estaba muy arraigado, y a ella también le habían inculcado esa restricción. Entonces, se va a Cuba y ve esa sensualidad y esa libertad, y le hace cambiar de forma de pensar. También se contagia de todo eso en Estados Unidos, en el Nueva York de aquella época, sobre todo de las altas esferas, hay unos valores muy distintos, y ella tenía una capacidad de adaptación tremenda. Allí empieza a tomar decisiones que probablemente no hubiera tomado si se hubiera quedado aquí. Pasar por Cuba y Estados Unidos le hace abrir la mente.
-Pero no narra la historia como una biografía, sino como una novela. ¿Cuánto hay de ficción y cuánto de realidad?
-Me inspiro en la historia de mi abuela, pero es cierto, más como novela, tenía claro que no quería que fuera una biografía, que debía crear personajes nuevos para que todo tuviera más riqueza y que tenía que arriesgarme a no ser del todo fiel a la historia de mi abuela. Lo que pasa es que la gente va a pensar que la ficción está donde no está, y al contrario. Por ejemplo, es totalmente real la parte de las fiestas en Nueva York, donde aparecen Dorothy Parker, Fred Astaire, Cole Porter, Xavier Cugat... A todos los conoció mi abuela. Sin embargo, en el triángulo amoroso que narro, y que existió, he introducido más ficción porque es algo de lo que mi abuela no me había hablado mucho. He querido crear una especie de dicotomía entre el 'casanova', que sería José, un hombre que tiene éxito con las mujeres y las adora; y el 'donjuan', que sería Fernando, el seductor que en el fondo es un misógino y que solo se quiere a sí mismo.
-Hoy en día todavía los hay...
-Sí, es que yo creo que las novelas clásicas terminan hablando siempre de asuntos universales. Esas relaciones amorosas no cambian, siempre hay ese tipo de lucha entre lo que te conviene y lo que no. Hay gente que se atreve a ir a lo que no le conviene, pero que es lo que le apasiona, y hay gente más acomodaticia que se queda con lo que tiene. Mi abuela era una luchadora y pese a todo apostó por lo que parecía que no le convenía.
-¿Cree que siguen existiendo ese tipo de mujeres?
-Claro, yo soy una de ellas (risas). Yo creo que sigue habiendo mujeres que no son demasiado racionales y que siguen teniendo ese romanticismo. Y si no las hay o no se atreven a dar el paso, creo que esta novela les va a servir para darse cuenta de que a veces conviene arriesgarse por amor.
Evitar las obsesiones
-¿El romanticismo nos hace más felices?
-Sí, o nos puede hacer más felices o más desgraciados, pero desde luego nos hace estar vivos. Es una pena renunciar a él. Aunque hay que entenderlo bien, no como una obsesión. Yo creo que en la novela está también esa lección: que a veces hay que arrriesgarse, pero cuando uno ve que las cosas no van como pensaba también hay que saber retirarse a tiempo, no tener amores enfermos.
-¿Eso también lo aprendió de su abuela?
-En cierta forma. Quizás los valores fundamentales que yo he podido aprender de ella son la pasión y la valentía. Era una mujer que no tenía miedo a casi nada, además rompió con los estereotipos de su época. Yo creo que eso también lo he heredado. Y también esa pasión que le hace a veces equivocarse y otras veces acertar, pero siempre intentar ser fiel a sí misma y cumplir sus sueños.
-Usted también lo dejó todo por la literatura...
-Sí, hombre, ella hizo cosas que sobre todo para su época, los años 30 y para la sociedad en la que se movía quizás fueron más arriesgadas que lo que yo hice. Pero sí que es verdad que yo tengo esa pulsión, que a veces se confunde con locura, de hacer cosas para intentar cumplir mis sueños. Pues sí, yo dejé un trabajo estable como periodista, aunque sigo colaborando con la prensa. Cuando tomé la decisión todos me decían que era una locura. Yo pensaba que tenía que arriesgarme, que era lo que yo quería hacer en la vida y con un trabajo tan absorbente como el periodismo era imposible compatibilizarlo. Quería volcarme totalmente en mi vocación de ser escritora.
-Le costaría mucho dar el paso.
-Sí, pero cuando uno lo tiene claro, hay que sacar coraje. A veces el miedo nos impide hacer cosas que nos harían mucho más felices.
-Y a usted le habrá hecho mucho más feliz este premio...
-Es fantástico, porque con esta novela le he hecho un homenaje y a mi abuela y a mi padre y ellos me lo han devuelto en forma de regalo.
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