El príncipe que desayuna churros
El hermano del Rey Fahd y familia, su séquito y demás jeques árabes asoman por Marbella cada verano. Gracias a Alá
CRISTINA GONZÁLEZ
Sábado, 31 de julio 2010, 13:11
Vienen con la maleta cargada de multitud de ritos. Todos los que le impone su religión. No son pocos. El Corán marca el paso. ... Más cuando llega el Ramadán, que este año arranca el 11 de agosto. Es el mes sagrado para los musulmanes. Ni comen, ni beben, ni practican sexo desde que el sol asoma. Treinta días convertidos en auténticos noctámbulos de chilaba, velo y turbante. Pero hasta que llega esa cita marcada en rojo con el calendario y siempre que no saquen los pies del libro sagrado del islam, los árabes se convierten a las costumbres occidentales (excepto a la de empinar el codo y a aquella de 'del cerdo hasta los andares') durante sus vacaciones en la Milla de Oro.
El primero, el príncipe Salman Bin Abdulaziz Al-Saud, hermano del fallecido rey Fahd de Arabia Saudí y gobernador de Riad. No falta a su cita con Marbella desde hace más de tres décadas. Desde su palacio Al Riyad y con un séquito de más de cien personas, se convierte casi en un vecino, especialmente cuando se desprende del atuendo árabe y se planta un pantalón y una camisa. Si acaso su tez aceitunada delata su procedencia, que la sangre real va por dentro. Algunos de sus rituales son desde hace años 'vox populi'. El más sorprendente es su afición por desayunar churros con zumo de naranja en la plaza de Los Naranjos. Lo propio. Lo hace casi a diario. Aunque a veces refunfuñe por el subidón a los precios que algunos hosteleros dan año tras año a este estilizado trozo de masa. (Como si los petrodólares del banco fueran lo de menos y por su monedero asomaran las telarañas. De despilfarros, nada).
Siempre a la última
Con permiso de la inminente llegada de la familia Obama, que amenaza con ponerlo todo patas arriba, lo importante para Marbella es que el príncipe saudí y demás familia -que entre príncipes, princesas y otras ramas del árbol genealógico se cuentan por decenas- su séquito y otros jeques árabes asomen cada verano por Marbella. Con eso ya arrancan una sonrisa de dentífrico a los dependientes de todas las boutiques de lujo de Puerto Banús o de los centros comerciales bajo techo, minados este año de jóvenes árabes que no dan abasto con las bolsas. El caso es comprar lo último de lo último para ir a la moda. «Sobre todo lo que le gustan son los bolsos de las últimas colecciones», comenta una joven que prefiere mantener el anonimato, el suyo y el de la firma para la que trabaja. (Vaya a ser que de la lámpara de Aladino deje de salir el genio con los bolsillos llenos de dólares).
Pero no compran a tontas y a locas. Saben lo que vale un peine y un collar de esmeraldas. «Las nuevas generaciones son distintas. Conocen de negocios y no regalan el dinero», comenta el empresario Miguel Gómez. Los coetáneos del príncipe Salman, amigo personal del Rey Juan Carlos, tienen otras costumbres. Más que saltar de tienda en tienda, gustan de surcar el Mediterráneo. El príncipe Salman, sin ir más lejos, suele subir a bordo de su yate Shaf London, fondeado en uno de los atraques más privilegiados de Puerto Banús, para dar un paseo en paralelo a la costa y echar el ancla durante unas horas en la playa de Casablanca (de Marbella, que no de Marruecos). Por la costa alauita también asomó el pasado fin de semana viento en popa y a toda vela, en uno de los viajes fugaces que componen su tradicional y apretada agenda estival.
En el 'planning' veraniego no faltan tampoco ni el rezo de los viernes en la mezquita, levantada por orden del propio gobernador de Riad hace más de dos décadas en honor a su padre, ni los encuentros en su casa con familiares y allegados en torno a un interminable bufé ni la visita privada del monarca español, que suele volar desde Palma de Mallorca para cumplimentar su visita a España. Incluso le gusta asomarse a algunos de los comercios más tradicionales. Con algunos de sus dueños, ya tiene vínculos casi de amistad. Aunque ya no se habla de despilfarro. El desaparecido rey Fahd gastaba seis millones de euros al día en Marbella. El actual monarca aún no ha pisado la ciudad. Su hueco lo cubre la prole de príncipes que ya se pasean por la Milla de Oro. Gracias a Alá.
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